viernes, 12 de febrero de 2010

LEONCIO VIDAL, SÍMBOLO PARA UNA CIUDAD, Rafael Pérez González.


Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 21 de enero de 2010 (FDC). Con la magnitud del sentimiento que produce la caída gloriosa de un héroe, el coronel Leoncio Vidal, con su gesto de valor indomable, hizo grabar en las páginas de nuestra historia, la más gallarda de las epopeyas de guerra, arribó así, “montado en su corcel” para quedarse hasta el infinito, en el corazón de su ciudad, en el centro de Cuba.

La estrategia del general Máximo Gómez, lo llevó a realizar un golpe de gran audacia en la capital de Las Villas, para atraer la atención del gobierno español y así, se mantuvieran fuertes guarniciones en las ciudades. Esto facilitaría las luchas de la columna invasora de Maceo, en su avance por Occidente, la cual se veía hostilizada por las tropas que operaban en Vuelta Abajo.

Los Coroneles Leoncio Vidal e Higinio Ezquerra, con las fuerzas de Camajuaní y el Regimiento Narciso, fueron los designados por Gómez para la difícil operación. Desaparecidos los tres principales actores de este drama guerrero, Gómez, Esquerra y Vidal, hay opiniones divididas de los gloriosos supervivientes del hecho histórico. Una de ellas reza así.

El 23 de marzo de 1896, Gómez acampaba en la finca Margarita, barrio Malezas, en Santa Clara. De allí partieron los Coroneles Vidal y Esquerra con sus respectivas fuerzas. De noche, este entró en la villa, por el barrio Condado, avanzó por la antigua calle Santa Clara, hoy Tristá y arribó al centro de la ciudad. Su vanguardia era mandada por Roberto Méndez Peñate y Casimiro Naya.

Cuando Vidal llegó a la entrada de la Plaza, ya su vanguardia al mando de Méndez Peñate había cruzado por un lado del mismo, frente al Ayuntamiento y se encontraba en la calle del Carmen pasado el callejón de la Colonia. Vidal siguió la continuación de la calle de Santa Clara por el costado del parque y al doblar a la izquierda cruzó por el fondo de la Iglesia Mayor.

Naya con el resto de las fuerzas, siguió al Coronel, al llegar a la esquina de la Iglesia Mayor, dobló hacia la derecha, entró por la calle de Colón al pasar el Mercado. Vidal, Méndez Peñate y Naya perdieron el contacto, al llegar a La Plaza de Armas, porque mientras Peñáte se hallaba en la calle del Carmen, Naya estaba en la antes citada.

Leoncio con su asistente Brito, se encontraba frente a la actual biblioteca, al centro del parque, en la calle que era continuación del callejón de las Flores. Los enemigos, frente al teatro La Caridad, hicieron fuego sobre ellos, Vidal ve caer herido a su compañero, se tira de su cabalgadura, lo carga y monta tras él. No pensaba ya el jefe en su propia vida, sino en la de su fiel ayudante.

Trató de salir por el callejón de las Flores, pero sólo dió unos pasos, una descarga los fulminó a los dos. Ante los despojos del coronel, se reunieron varios curiosos, entre ellos, un periodista local, el cual, para hacer alarde de su adhesión ante los españoles, que presenciaban el hecho, profanó el cadáver de Vidal, dándole con la punta del pie sobre el rostro.

La voz de un hidalgo capitán español rugió potente: “Apartaos de aquí, quitaos el sombrero ante el cadáver de este hombre, el que ha muerto, es un valiente”. Los presentes, respetuosos, se descubrieron, era el más sencillo y elocuente de los homenajes a un héroe. El periodista era natural de Cuba y el digno oficial, era peninsular.

Las otras fuerzas del coronel, sin saber lo acaecido a su jefe y al suponerlo a salvo, fuera de la villa, salieron de la misma, para reincorporarse al general Gómez. El coronel Ezquerra, entró por el puente de La Cruz e hizo un recorrido hasta el ferrocarril y dividió sus fuerzas en dos escuadrones, al mando de los comandantes Enrique Veitía y Emilio Valdés Cabrera.

Al fin de la operación, regresaron al campamento de la finca Margarita. EL golpe de suprema audacia se había realizado, el Coronel Leoncio Vidal, pensó en el éxito completo de su incomparable hazaña. Existe en el parque que lleva hoy su nombre, un busto y una lápida, en diferentes lugares del mismo, con inscripciones al respecto.

El busto: “Muerto en acción de guerra en este lugar el día 23de marzo de 1896”. La lápida: “Aquí en la noche del 23 de marzo de 1896 sucumbió heroicamente en defensa de la independencia de la Patria el Coronel Leoncio Vidal”. Él, desde su eterno oriente, contempla los cientos de coterráneos, que desfilan por las cercanías de estos símbolos, sin saber, que veneran los mismos.

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