Sakenaf, Santa Clara, Villa Clara, 25 de febrero de 2010, (FDC). La entrega de cualquier galardón a un escritor, siempre ha estimulado a sus homólogos. Este reconocimiento, aunque ha motivado más de una polémica, reconoce la labor creadora del homenajeado, además de la cultura y el pueblo de donde proceda este.
Esto último fue lo que determinó, en 1976, al Ministerio de Cultura de España, a conceder el Premio de Literatura en Lengua Castellana "Miguel de Cervantes". Generalmente conocido como "Premio Cervantes", tiene como principal propósito, homenajear la totalidad de la obra del autor, que resulte electo cada año.
Un sinfín de naciones representadas por los laureados, indica el alcance, del también conocido como: "el Nóbel de las letras hispanas". España, inicia la lista con el poeta Jorge Guillén y más de una docena de escritores, Jorge Luís Borges, Ernesto Sábato y Adolfo Bioy, representan a Argentina, mientras Carlos Fuentes, Octavio Paz y Sergio Pitol lo hacen por México.
Otros países, que cuentan con la ilustre condición de poseer literatos agasajados son: Chile, Perú, Colombia, Uruguay y Paraguay. Jorge Edwards junto a Gonzalo Rojas, forman el grupo chileno, mientras a peruanos, cafeteros y charruas los representan Mario Vargas Llosa, Álvaro Mutis y Juan Carlos Onetti, cierra este elenco, el paraguayo Augusto Roa Bastos.
Cuba, también se halla presente en esta relación, donde interviene con tres destacadísimas figuras de las letras. Alejo Carpentier, recibió tal distinción, en 1977, justo un año después de instaurado el premio, entre tanto, Dulce María Loynaz, lo obtuvo, en 1992 y Guillermo Cabrera Infante, hizo lo propio, para 1997.
El autor de "Los Pasos Perdidos" (1953), al recibir el título ante los Reyes de España, en la madrileña, Universidad Alcalá de Henares, afirmó: "Este es el galardón que más satisfacción me ha proporcionado". Además declaró: "Es un premio que no se circunscribe al ámbito de la península y que contribuye a reestablecer una corriente de simpatía y de unidad en la lengua".
Por su parte, la autora de "Un Verano en Tenerife" (1958), primera latinoamericana en lograrlo, lo describió con alto sentido de modestia. Al recibirlo, de manos del propio Rey Juan Carlos, exclamó: "Unir el nombre de Cervantes al mío, de la manera que sea, es algo tan grande para mi que no sabría que hacer para merecerlo, ni que decir para expresarlo".
Ambas declaraciones, de Carpentier y la Loynaz, son repetidas hasta el cansancio, por el bando oficial, cada vez que alguno de ellos celebra cualquier aniversario. En cambio, sobre al creador de "Tres tristes tigres" (1967), premio Biblioteca Breve, poco o nada se dice, parece como si el seudónimo "G. Caín", usado por este, durante la anterior dictadura, aún lo satanizara.
Infante, uno de los grandes prosistas cubanos, no es del agrado del régimen actual, pues nunca le perdonó escoger otro país para vivir y declararse anticastrista. En 1962, fue nombrado Agregado Cultural de Cuba en Bruselas, cargo que ejerció hasta 1965, cuando decidió romper para siempre con la Revolución Cubana e instalarse en Londres, ciudad donde murió.
Su transferencia a Bruselas, según sus propias palabras, la vio como: "Una especie de Siberia", que aceptó para poder dejar atrás una Habana, en la cual le era hostil la convivencia. Declaró con estos argumentos, el porqué de la decisión: "…No soportaba verme convertido en un apestado, en un no persona…".
Este novelista, nacido el 22 de abril de 1929, en Gibara, provincia Holguín, dejó una excelsa obra escrita. "Así en la paz como en la guerra" (1960), primer volumen de relatos, "O" (1975) y "Exorcismos de esti(l)o" (1976), experimentales, "La Habana para un infante difunto" (1979), autobiográfica y "Holy Smoke" (1985), la historia de una hoja de tabaco, escrita en inglés.
Cual guionista y crítico cinematográfico, adaptó la novela "Bajo el volcán", de Malcolm Lowry, para un filme dirigido por Jhon Huston. En 1990, redactó el guión de "La ciudad perdida", junto al actor Andy García. De su pasión por el cine destacan los libros, "Un oficio del siglo XX" (1963), "Arcadia todas las noches" (1978) y "Cine o sardina" (1997).
Cabrera Infante se ocupó también de la música y la poesía popular en estas obras: "Formas de la poesía popular" (1975), "Delito por bailar el chachachá" (1995) y "Ella bailaba boleros" (1996). "Vidas para leerlas" (1998), es un ensayo sobre vidas apasionadas, desde el ajedrecista José Raúl Capablanca, a escritores como, García Lorca, Lezama Lima, Virgilio Piñera y Calvert Casey.
"Mea Cuba" (1992), es su trabajo más comprometido con los escenarios y acontecimientos del país que le vio nacer. Para el verano de 1999, publicó "El libro de las ciudades", una recopilación de crónicas de viajes. En el año 2000, apareció "Puro humo", un texto en parte autobiográfico, donde además se ocupa, de películas, actores y música con humo.
Han observado el potencial literario de un cubano, que a pesar de contar con el célebre "Premio Cervantes" y orgullo de sus semejantes, aún después de fallecido, continúa en disputa el lado oficial, para no publicarle su obra en el país. El pasado 21 de febrero, fue el quinto aniversario de su deceso y como la prensa oficial nada escribió, valla este pequeño memorandum.
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