La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 18 de febrero del 2010 (FCP). Dice la voz popular: "De todo veremos en la viña del Señor". En cuanto al ejercicio de la prostitución en la Cuba actual, nación dominada por el sistema político fidelista, la desesperación de las mujeres aquí es tal, que incluso algunos ejercen este oficio dentro de los predios cristianos.
Esta es una modalidad de meretricio muy sui generis, debido a que no se puede ejercitar públicamente y con desparpajo. En esta forma, las debe unir a sus novios, de los que supuestamente se han enamorados, dos condiciones: en primera instancia, el declarado amor a Cristo y en segundo lugar otro enunciado, respeto a la institución del matrimonio.
Por las presiones familiares en que conviven algunas adolescentes y otras no tan jóvenes, no pueden lanzarse, a la vía pública, a practicar la prostitución de un modo explicito. Sin embargo, sienten en su fuero interno, como casi todas las cubanas, que pasarán hambre y precariedades si se aferran a compartir la fundación de una familia dentro de su patria, con un compatriota.
Cuales potenciales vendedoras de sexo, estas cubanas sólo se diferencian de sus homólogas no cristianas, en un simple detalle social. Han decidido combatir las tentaciones malsanas de este diabólico mundo, escudándose en la ética y la conducta de aquellos seres humanos, que siguen las doctrinas del Salvador.
Pero, no pueden retrotraerse al factor objetivo dentro de la sociedad nacional, que ve la huída personal hacia cualquier otro país, cual única modalidad de seguridad individual. Si se tiene en cuenta, el asfixiante alto costo de la vida en esta nación, siempre unido a los bajos salarios pagados por el Estado, hacen de la emigración una tabla de salvación familiar.
Además, que la condición sine cua nom imprescindible para alcanzar el objetivo, de poder residir fuera de la Mayor Isla de las Antillas, está presente. Este factor clave es la presencia de un visitante extranjero del sexo masculino, que posea la condición potencial de ser un individuo casadero y soltero.
Las iglesias cristianas de la isla reciben constantemente delegaciones de creyentes residentes en países del exterior, siempre en función de dar apoyo del algún tipo a la feligresía nacional. Esta circunstancia es aprovechada por un grupo de "pícaras" muchachas, quienes se les ofertan a los foráneos con un lenguaje seudoamoroso.
Estas supuestas beatas de Cristo, se percatan con sorpresa, que en sus respectivas comunidades religiosas, sean estas de denominaciones evangélicas o católicas, acuden ciudadanos extranjeros regularmente. En el caso del catolicismo, laicos asociados a esa iglesia, mientras que las iglesias protestantes pueden hasta tener presbíteros solteros.
A partir de ese momento, un conjunto de cotidianas "Hijas del Altísimo" comienzan un asedio constante al huésped, para que este se fije y se arrodille ante sus encantos corporales. La necesidad perentoria de salir de este desastre social, denominado Revolución Cubana, las estimula a filtearles como todas unas veteranas y arrastrarlos al bíblico "Pecado de la Carne".
Aquí, en ciertas iglesias cristianas de la ciudad de Santa Clara, muchas adolescentes en edades propicias para materializar el acto nupcial, tienen ya un listado respetable de relaciones carnales con visitantes de otros países. Todo esto bajo el falso camuflaje de no ser abiertas pecadoras y si fieles seguidoras de las enseñazas de Dios.
No pocos matrimonios "cristianos" se han logrado materializar, siempre bajo esta interesante modalidad de meretricio. Pues, aseguran avezados analistas de la realidad nacional, que las jóvenes cristianas cubanas tampoco logran retrotraerse de la generalizada pérdida de valores sociales, en que se encuentran inmersos todos aquellos que conviven dentro de la isla.
Que la prostitución como manifestación social haya logrado invadir hasta a las feligresas, en las iglesias cubanas, es sin discusión de ningún tipo, uno de los grandes aportes negativos del castrismo. Por eso, el sistema mediático oficialista publicita a las "jineteras", para así evitar reconocer, que en la tierra de José Martí también respiran las diablas de Dios.
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