martes, 23 de marzo de 2010

EL CUBANO DE A PIE, Ramón Jiménez Arencibia.


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El Condado, Santa Clara, Villa Clara, 25 de febrero del 2010, (FCP). El calificativo, que se utiliza en el lenguaje popular, para denominar al nativo de esta isla carente de recursos y posibilidades, es el de "Cubano de a Pie". En esa frase se encierra las limitaciones económicas, políticas y sociales a que se ve sometido el ciudadano de este país.



Carente de voz y voto en los grandes problemas que afectan a la nación, su representatividad en la Asamblea Nacional es pura comedia. No lo consultan ante las desiciones grandes o pequeñas adoptadas por el Estado y orientadas por el Partido Comunista de Cuba (PCC), su papel se limita a escuchar, trabajar y cumplir.



Es utilizado para las grandes marchas, concentraciones, mítines, actos políticos de reafirmación revolucionaria. Su presencia en estas actividades es imprescindible, para la dirección política, quienes quieren hacer ver al mundo, que el pueblo de Martí, Maceo y otros patriotas apoyan al régimen, en su camino del totalitarismo.



Durante años el Partido Comunista de Cuba y sus correas trasmisoras, han sometido al ciudadano simple, obrero, campesino e intelectual, a un fuerte bombardeo de adoctrinamiento. Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Unión de Jóvenes Comunistas, han cumplido ese objetivo.



También la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), juega de manera especial el rol que le asignaron. En este organismo, ocupado en forma antidemocrática, por connotados dirigentes procedentes del antiguo Partido Socialista Popular, encontró en el nuevo equipo gobernante, el instrumento necesario, para desnaturalizar a la clase obrera cubana.



La tarea principal de seducir a la clase trabajadora, en los primeros años de la revolución, fue realizada de múltiples maneras. Aumento de salarios, reposición de los trabajadores desplazados en años anteriores favorecieron al sindicato, además de la solución de los conflictos laborales, que beneficiaron en general a las capas populares.



Para ganarse a la clase obrera el régimen dictó otros decretos, por medios de los cuales, mejoraban las condiciones de vida de este sector. Rebajas en el precio del transporte, los alquileres, tarifas eléctricas y telefónicas, como también el de las medicinas. Vinieron promesas de una vida mejor, para los trabajadores en general.



Lo mismo se hizo con el campesino, que tan importante papel desempeñó en la lucha contra la anterior tiranía. Hasta ellos fue la labor de adoctrinamiento de los comunistas, a los cuales embriagaron con las tesis leninista de la unidad de la clase obrera y los campesinos, como única garantía del triunfo del socialismo.



Cuando el régimen se sintió seguro, comenzó a desmontar la gran mascarada. Las tierras que les habían entregado a los campesinos, fueron en su mayoría, expropiadas e incorporadas a los grandes y utópicos planes agrícolas o inundadas por las grandes presas. Con el pretexto del minifundio, los empujaron a unirse en cooperativas.



Por ese camino, vino la destrucción del sindicalismo libre. La campaña de subyugación culminó en noviembre del año 1961, con la celebración del XI Congreso de la CTC. A partir de ese día los que se opusieron, no sólo fueron privados de sus cargos, sino además perseguidos y encarcelados, afiliarse a esta organización se hizo obligatorio.



Monopolio estatal del empleo, prohibición total de las huelgas, ausencia de garantías frente a las arbitrariedades administrativas, falta de libertad de creación, extorsión de las autoridades burocráticas al campesino, fueron otras de las consecuencias. Ese es el cuadro que presenta hasta hoy la vida de esta organización, que dice representar los sectores más humildes de la sociedad.



En este sector, aunque es el más amplio, ninguno de ellos determina, sus opiniones no interesan a la hora de tomar desiciones. Por eso, resulta infantil toda propaganda desplegada, para llevarlo a votar en unas elecciones, que son un engaño.Hace más de 50 años, que el cubano de a pie no elige democráticamente, ni es elegido.








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