jueves, 28 de mayo de 2009

LOS MISMOS QUE CUANDO EMPEZAMOS, Feliberto Pérez Del Sol.

Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 28 de mayo del 2009 (FDC). Los cubanos amantes de la música rock han soportado en los últimos 50 años, casi desde el nacimiento del género un largo número de hostilidades. La oposición histórica de la dirigencia castrista hacia cualquier tipo de música proveniente del sistema capitalista es algo proverbial.

Que un cubano perdiera el empleo por usar pelo largo, sufriera prisión al poseer un acetato de The Rolling Stone o no pudiera acceder a la universidad, no era algo inusual en las décadas de los años 60, 70 y 80 del pasado siglo XX. Aquellos cercos parapoliciales para rasurar la cabeza de modo obligado a los rokeros fueron tradición.

Mecenas del castrismo pueden alegar, que hoy acuden un gran número de melenudos entusiastas al metal, a centros de enseñanzas superiores o que trabajan en una factoría. Más no consiguen refutar los empeños de los contertulios a la hora de opinar en sus planteles de estudios o empleo, sobre la forma de gobierno que padecen.

Escuchar música en ingles a través de receptores de Frecuencia Modulada fue un delito penado, hasta principio de los años 90. Con los cambios y derrumbe del campo socialista europeo, los patriarcas del castrismo se vieron obligados a flexibilizar estas draconianas leyes.

El decomiso del aparato o multas de hasta 30 pesos por un supuesto delito de Escándalo Público fue una práctica típica. El gobierno socialista alegaba que ese era el idioma del “enemigo” y su estridente sonido afectaba las mentes de los constructores de la nueva sociedad socialista, por la contaminación ideológica que implicaba.

Soñar ver en televisión un grupo cultor del tema a debate, era más que una utopía. La oposición a guerras, actitudes liberales referentes a la expresión y al libre sexo, junto a sueltas cabelleras, eran temas recurrentes en sus imágenes y chocaban con el militarismo, censura, machismo y barbas practicadas por los gobernantes.

La radiodifusión del rock and roll también estuvo limitada y lo está. Pues en las décadas 80 y 90 de la centuria pasada, fue muy raro oír un par de canciones de este género el mismo día. El rock era y es algo nocivo al oído de los censores ideológicos emplantillados en cada estación radial cubana.

Hoy, no existe en la radio nacional un programa sobre esta temática, en la emisora local CMHW, los sábados por dos horas emite música añeja, principalmente de años 60 y 70 de la pasada centena. Para tener un espacio de esta manifestación se necesitan dos condiciones dicotómicas, dominar el tema y ser confiable políticamente.

Respecto a grabaciones en formato disco de 33 rpm (revoluciones por minutos) ningún grupo cubano de rock la posee, puesto que en aquel entonces en que era usada aquella tecnología, los rokeros resultaban entes proscriptos. Confesar ser seguidor de este género musical era un sinónimo equivalente de enemigo acérrimo del régimen.

En cuanto a soporte digital, se han producido algunos intentos por el gobierno, pero de muy baja calidad de audio. Las bandas interesadas en conservar su obra han contactado a disqueras extranjeras con el riesgo de las consecuentes estafas, por el desconocimiento, como son los casos de las agrupaciones “Havana” y “Athanai”.

Algunos sellos independientes o grabaciones caseras se constituyen en la única forma que la mayoría de los piquetes ejecutores de esta música llegan a su fans. La penetración de equipamiento tecnológico e informático a la isla, contribuyen a lograr hacer estas grabaciones alternativas sin la calidad requerida.

Sobre la censura el cerco es aún mayor, pues algunas agrupaciones no pueden interpretar su propio repertorio, ya que este es manejado por un funcionario estatal que dicta que canciones puede tocar o no el grupo. Ejemplo es, “Porno para Ricardo” que está desterrado de los escenarios por sus líricas atacantes a la forma de gobierno.

Igual discriminación padece la banda santaclareña “Eskoria”, a la que le han suspendido funciones por interpretar la canción “Anarkia”. Donde se tararean las frases sacrílegas para el comunismo: “Yo no creo en ningún gobierno, vayan todos al infierno”, “Yo no acepto ninguna religión, ni presidente, ni Dios”.

En las fiestas populares, semanas de la cultura, carnavales y demás actividades recreativas promulgadas por el estado hay una máxima: “El rock no cabe aquí”. Solo el Centro Cultural “El Mejunje” se atreve a abrir sus puertas, cada noche de martes de 9:00 pm hasta la media noche.

Instituciones culturales marginan la creatividad y avance de miles de seguidores del rock cubano, este revoluciona la escena nacional, desde el apartado lugar destinado a él, por las autoridades y disqueras nacionales. Los fans de las voces guturales, baterías atronadoras y desgarradores riff, se sienten desplazados, pero no aplastados.

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