Santa Catalina, Santa Clara, Villa Clara, 28 de mayo del 2009 (FDC). ¿Por que no se quedó? es una pregunta muy usual en el vocablo de los cubanos y de las familias. Todo comenzó desde hace un buen tiempo, digamos alrededor de 20 años con la fenecida Unión Soviética, empezó a agudizarse la crisis social en Cuba, por llamarlo de algún modo.
Era la década de los años 90, el momento más crítico de la economía en la isla, debido a este factor se agudizaron las represiones en la esfera social, es decir, a todos los ciudadanos. Al punto que no se podía hablar de nada, ni siquiera de lo mas mínimo, por ejemplo, exclamar: ¡Que hambre hay! Esto era un delito y llegó a costar sanción de privación de libertad.
Con los deportistas ocurre igual situación, después de pasar toda su infancia en un entrenamiento y preparándose para enfrentar eventos competitivos a los más altos niveles. Entonces sucede que por algún criterio inesperado, ya sea político o ideológico, ellos no pueden participar, solo les queda la esperanza de que sino es en esta ocasión, será en la próxima.
Mientras, la incertidumbre que se ha familiarizado entre los atletas, no solo tiene que ver con sus implementos deportivos. Podrán tener o no pelotas para entrenar, estarán listos los uniformes antes de comenzar la Serie Nacional de Béisbol y toda una sucesión de situaciones de carencias materiales.
Es sumamente peligroso hablar y expresar sus inquietudes, que van desde la cuestionada polémica de porque no pueden deportistas que residen en el extranjero representar a Cuba en un evento internacional, hasta la politizada prohibición de que los nacionales jueguen en ligas profesionales foráneas. Por estas y otras desavenencias es que ellos abandonan el país.
La vida se ha encargado de demostrar que no se puede vivir tan presionado, bajo una política de control que no va a resolver la problemática, más bien viene a agravarla. Después del Clásico Mundial de Béisbol, tras este evento, no quedan deseos de sentarte delante del televisor a ver los terrenos de los estadios cubanos, que parecen campos de cultivos.
De igual manera están sometidos a un chequeo permanente, no tienen privacidad, si viene un familiar de otro país a visitarlos se les obliga a comunicárselo a su director. Me comentó un pelotero que esta exiliado en los Estados Unidos, que su manager dejaba encerrado con llave al equipo en la habitación, para que no salieran del hotel Santa Clara Libre, donde se alojaban.
Dado el caso que tuvieran que salir del país se intensifica el chequeo, debido a que viajan más oficiales de la Seguridad del Estado que deportistas. Por supuesto, todo ese control no es para prevenirlos de un posible atentado, sino evitar que no vayan a desertar y el agobio presionante es tan grande que se hace imposible rendir como atleta.
Los equipos se hospedan en hoteles y los deportistas siempre que pueden se escabullen para salir a dar un paseo por las ciudades cubanas. Maniobran y tienen que velar a los custodios, al director y hasta su mismísima sombra, para poder hacer el amor carnal con sus numerosas novias, a una edad que el cuerpo lo pide y necesita.
En el equipo beisbolero de la Isla de la Juventud unos jóvenes se hastiaron tanto, que ya cansados de tanta vigilancia absurda, una noche se brincaron la cerca que los encerraba. Pero en esta ocasión fue para escaparse del país y poner en riesgo sus jóvenes vidas, ante tanta paranoia gubernamental.
Un juramento hecho ante el Líder de la Revolución y la cúpula gobernante, es la gran ceremonia archimencionada por los medios de información como el Noticiero Nacional Deportivo, como su homólogo mayor el Noticiero Nacional de Televisión. Los niños crecen y se desarrollan bajo la doctrina de agradecimiento a la Revolución y a su paladín, nunca a los padres.
Con una llamada telefónica días después, uno de los isleños recién escapados, puso a sus padres en conocimiento de la emigración de forma ilegal. Sus palabras de aliento y de esperanza fueron: “No saben ustedes lo libre que me siento al no estar vigilado, puedo hablar, opinar y decir lo que quiera, que no pasa nada ¡fue por eso que no me quede en Cuba!”.
Era la década de los años 90, el momento más crítico de la economía en la isla, debido a este factor se agudizaron las represiones en la esfera social, es decir, a todos los ciudadanos. Al punto que no se podía hablar de nada, ni siquiera de lo mas mínimo, por ejemplo, exclamar: ¡Que hambre hay! Esto era un delito y llegó a costar sanción de privación de libertad.
Con los deportistas ocurre igual situación, después de pasar toda su infancia en un entrenamiento y preparándose para enfrentar eventos competitivos a los más altos niveles. Entonces sucede que por algún criterio inesperado, ya sea político o ideológico, ellos no pueden participar, solo les queda la esperanza de que sino es en esta ocasión, será en la próxima.
Mientras, la incertidumbre que se ha familiarizado entre los atletas, no solo tiene que ver con sus implementos deportivos. Podrán tener o no pelotas para entrenar, estarán listos los uniformes antes de comenzar la Serie Nacional de Béisbol y toda una sucesión de situaciones de carencias materiales.
Es sumamente peligroso hablar y expresar sus inquietudes, que van desde la cuestionada polémica de porque no pueden deportistas que residen en el extranjero representar a Cuba en un evento internacional, hasta la politizada prohibición de que los nacionales jueguen en ligas profesionales foráneas. Por estas y otras desavenencias es que ellos abandonan el país.
La vida se ha encargado de demostrar que no se puede vivir tan presionado, bajo una política de control que no va a resolver la problemática, más bien viene a agravarla. Después del Clásico Mundial de Béisbol, tras este evento, no quedan deseos de sentarte delante del televisor a ver los terrenos de los estadios cubanos, que parecen campos de cultivos.
De igual manera están sometidos a un chequeo permanente, no tienen privacidad, si viene un familiar de otro país a visitarlos se les obliga a comunicárselo a su director. Me comentó un pelotero que esta exiliado en los Estados Unidos, que su manager dejaba encerrado con llave al equipo en la habitación, para que no salieran del hotel Santa Clara Libre, donde se alojaban.
Dado el caso que tuvieran que salir del país se intensifica el chequeo, debido a que viajan más oficiales de la Seguridad del Estado que deportistas. Por supuesto, todo ese control no es para prevenirlos de un posible atentado, sino evitar que no vayan a desertar y el agobio presionante es tan grande que se hace imposible rendir como atleta.
Los equipos se hospedan en hoteles y los deportistas siempre que pueden se escabullen para salir a dar un paseo por las ciudades cubanas. Maniobran y tienen que velar a los custodios, al director y hasta su mismísima sombra, para poder hacer el amor carnal con sus numerosas novias, a una edad que el cuerpo lo pide y necesita.
En el equipo beisbolero de la Isla de la Juventud unos jóvenes se hastiaron tanto, que ya cansados de tanta vigilancia absurda, una noche se brincaron la cerca que los encerraba. Pero en esta ocasión fue para escaparse del país y poner en riesgo sus jóvenes vidas, ante tanta paranoia gubernamental.
Un juramento hecho ante el Líder de la Revolución y la cúpula gobernante, es la gran ceremonia archimencionada por los medios de información como el Noticiero Nacional Deportivo, como su homólogo mayor el Noticiero Nacional de Televisión. Los niños crecen y se desarrollan bajo la doctrina de agradecimiento a la Revolución y a su paladín, nunca a los padres.
Con una llamada telefónica días después, uno de los isleños recién escapados, puso a sus padres en conocimiento de la emigración de forma ilegal. Sus palabras de aliento y de esperanza fueron: “No saben ustedes lo libre que me siento al no estar vigilado, puedo hablar, opinar y decir lo que quiera, que no pasa nada ¡fue por eso que no me quede en Cuba!”.
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