jueves, 14 de enero de 2010

SACERDOCIO DEDICADO Y GENOCIDIO II y Final, Rafael Pérez González.


Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 7 de enero del 2010 (FDC). Las repartió entre familias de conocida moralidad cristiana, a fin de ser educadas y salvadas de la prostitución. Inauguró una cocina para ayudar a la alimentación de los pobres, el 8 de septiembre de 1897, allí se repartían más de 1800 raciones diarias y terminó de sesionar, el 30 de abril de 1898, en vista de haber regresado al campo muchos de los pobres.

En visita realizada por Weyler a Santa Clara, se le ofreció una recepción, a la que asistió el padre Chao. Todos estaban pendientes de él, cuando le tocó su turno y en medio de general expectación, le pidió al general genocida, que se ampliaran las zonas de cultivo y se permitiera a los campesinos salir a recoger frutos y algunos alimentos para ayudar a la subsistencia.

Este le contestó: “Se equivoca usted señor cura, lo que hay que hacer es agrandar los cementerios y acabar con esta raza maldita, que nos esta amenazando”. Chao le respondió: “Su señoría me permitiría decirle que todos somos hijos de Dios y que no es permitido a ningún poder aquí en la tierra acabar con el ser humano creado por Dios Nuestro Señor, y ruego a su señoría me autorice a retirarme de este salón”.

Posteriormente envió un cablegrama cursado vía Cienfuegos, a través del cura de La Esperanza y redactado por él a Su Santidad León XIII, en el cual le exponía que Weyler tenía acosado al pueblo, que morían de hambre y hacia tres días no podía celebrar el sacrificio de la Santa Misa, por carecer de hostias, vino y carecer seguridad personal.

Este despacho fue trasladado a la reina Maria Cristina y comenzó la decadencia en su poder el general Weyler. El mensaje fue enviado a través del sacerdote antes mencionado y redactado por Chao. Demás está decir, que este cura tuvo que ser embarcado para México, hasta el fin de la dominación española.

Cuenta la historia que a su regreso a España, al solicitar al obispo de Vitoria, Don Ramón Fernández de Perola, una parroquia en cualquier aldea alavesa, este dejándose llevar por las oídas, le preguntó como a todo el que venía de América ¿dónde está todo el dinero que puedes haber ganado? a lo que Chao le respondió: “Señor, tengo los bolsillos rotos”.

Chao murió, el 12 de noviembre de 1901, producto de un acceso cardíaco, sus funerales se efectuaron, el día 13 en la parroquia de San Vicente Mártir, a las 10:00 p.m. El ayuntamiento de Santa Clara quiso reconocer los meritos del prelado y en la sesión, del 20 de septiembre de 1911, acordó que se erigiera una estatua a su venerable memoria.

Obra que se llevó a cabo bajo la dirección del obrero Rumaldo Ruiz, el cual puso de manifiesto sus amplios conocimientos del oficio. Dotándole de fuentes artísticas y caprichosos adornos que por la atracción y el bonito aspecto que comunicaban a aquel lugar, arrancó de los que tuvieron la ocasión de contemplarlo calurosos elogios y sinceras felicitaciones.

A este albañil laborioso, artífice a quien confiaban siempre aquellos trabajos, que requerían acertada experiencia y hondos conocimientos. Se deben las escaleras, columnas, palcos y varios trabajos más, que hoy ostenta como imperecedero elogio a su memoria, el grandioso coliseo La Caridad, precioso legado de la ilustre benefactora Marta Abreu.

Este organismo, supo complementar felizmente su plausible acuerdo, de sustituir el antiguo nombre de Las Flores, por el de Padre Chao, a la calle que desemboca precisamente frente a donde se alzaba la Parroquia, donde ofició este digno sacerdote. Se dio así, una prueba de agradecimiento hacia aquel, que tuvo piedad y frases de consuelo para los pobres reconcentrados.

Así presenta la historia a este sacerdote, que aunque nunca dejó de sentirse español, compartió con el pueblo de esta villa, los más difíciles momentos de aquella reconcentración. Impuesta por uno de los generales de mayor crueldad, que la metrópoli destinó, para tratar de frenar la independencia de los criollos.

Sería interesante, si hoy en día, se hiciera una encuesta callejera en la villa, al demandar en ella algún conocimiento sobre este piadoso sacerdote español. Es muy probable que los resultados arrojasen un desconocimiento de su figura, y que sólo algunos digan, que únicamente saben de una pequeña estatua que lleva su nombre, situada en el costado norte del Parque Leoncio Vidal.

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