Camajuaní, Villa Clara, 4 de febrero de 2010. (FCP). El sentimiento de abulia en Cuba se expande como la hierba mala. Se quejan los unos de los otros por los malos tratos y el desinterés con que se realiza cualquier labor, no importa siquiera si en ella le va la vida al prójimo.
Y es que el cubano que aquí ha vivido durante estos 51 años ya no sabe a que atenerse, a decir de muchos, ya se pueden graduar de acróbatas, porque se han tenido que adaptar a caminar sobre esta cuerda floja. Mareados de dar vueltas en el mismo lugar y ver las cosas cada día peor, además del inmovilismo, pues no se vislumbra solución alguna a acorto ni a largo plazo.
¿Quién puede desempeñar un buen trabajo, sin las condiciones necesarias para hacerlo? Agréguele a esto que aunque se esfuerce, tenga que mentirle al que solicite de un servicio, por órdenes supremas. Esto último es muy común en este país, engañar y ocultar información es la especialidad de la casa.
Sentados delante del televisor pueden escuchar y ver cientos de logros alcanzados por su revolución, siempre comparados con las adversidades que sufren otros países y la maldad imperialista. Pero cuando se paran de allí y enfrentan la realidad, quieren darse golpes por el tiempo perdido.
No es difícil en estos días, oír en boca de cualquier residente en esta isla: Yo no voy atropellarme por llegar al trabajo, el que quiera que espere por mí. Y seguido hacen referencia a alguna mejora que oyeron por algún medio de difusión oficialista la noche anterior y que al amanecer esta peor.
Esto, por citar algún ejemplo, suele ocurrir muy a menudo con el transporte, que si al igual que en el clásico cuento de Pinocho le creciera la nariz al que informa su próxima mejora en este archipiélago, ya no pudieran con ella de tanto que les crecería. Los emigrantes no necesitarían embarcaciones para el viaje, bien podrían usarla de puente hacia el exilio “escogido”.
De igual forma se presentan la salud y la educación cubana, de la que tanto se habla en todo el mundo y a las que le quedarían perfecto el refrán: “candil de la calle y oscuridad de la casa”. Medicamentos y buena asistencia para el exterior, para los que aquí residen, que no cuenten con modernos edificios y menos con personal graduado.
Casi todos licenciados o doctores, lógicamente aprovecharon la oportunidad de estudiar, pero al igual que los demás miembros de pueblo, sufren los agravios con que se vive en este país, por tanto a ellos también les da ya lo mismo que sus alumnos aprendan o no, si pertenecen a educación. Si son empleados de salud, pasa idéntico con sus pacientes.
Se quejan cual si padecieran de una enfermedad ante tanta indolencia social que golpea a todos los residentes dentro del país. La indiferencia con respecto a las necesidades del prójimo ya forma parte de los desvalores sociales de los “Hombres Nuevos”, que soñaba y teorizó el comandante Ernesto Guevara de la Serna.
No pocos compatriotas y analistas de la realidad cubana, se preguntan: ¿Cómo su país ha caído en tanta falta de amor, respeto y consideración a sus semejantes? ¿Hacía donde les va a llevar tanta indolencia? ¿Cuándo van a recobrar el respeto hacia ellos mismos y como ya lo hacen muchos, reclamar sus derechos públicamente?
Y es que el cubano que aquí ha vivido durante estos 51 años ya no sabe a que atenerse, a decir de muchos, ya se pueden graduar de acróbatas, porque se han tenido que adaptar a caminar sobre esta cuerda floja. Mareados de dar vueltas en el mismo lugar y ver las cosas cada día peor, además del inmovilismo, pues no se vislumbra solución alguna a acorto ni a largo plazo.
¿Quién puede desempeñar un buen trabajo, sin las condiciones necesarias para hacerlo? Agréguele a esto que aunque se esfuerce, tenga que mentirle al que solicite de un servicio, por órdenes supremas. Esto último es muy común en este país, engañar y ocultar información es la especialidad de la casa.
Sentados delante del televisor pueden escuchar y ver cientos de logros alcanzados por su revolución, siempre comparados con las adversidades que sufren otros países y la maldad imperialista. Pero cuando se paran de allí y enfrentan la realidad, quieren darse golpes por el tiempo perdido.
No es difícil en estos días, oír en boca de cualquier residente en esta isla: Yo no voy atropellarme por llegar al trabajo, el que quiera que espere por mí. Y seguido hacen referencia a alguna mejora que oyeron por algún medio de difusión oficialista la noche anterior y que al amanecer esta peor.
Esto, por citar algún ejemplo, suele ocurrir muy a menudo con el transporte, que si al igual que en el clásico cuento de Pinocho le creciera la nariz al que informa su próxima mejora en este archipiélago, ya no pudieran con ella de tanto que les crecería. Los emigrantes no necesitarían embarcaciones para el viaje, bien podrían usarla de puente hacia el exilio “escogido”.
De igual forma se presentan la salud y la educación cubana, de la que tanto se habla en todo el mundo y a las que le quedarían perfecto el refrán: “candil de la calle y oscuridad de la casa”. Medicamentos y buena asistencia para el exterior, para los que aquí residen, que no cuenten con modernos edificios y menos con personal graduado.
Casi todos licenciados o doctores, lógicamente aprovecharon la oportunidad de estudiar, pero al igual que los demás miembros de pueblo, sufren los agravios con que se vive en este país, por tanto a ellos también les da ya lo mismo que sus alumnos aprendan o no, si pertenecen a educación. Si son empleados de salud, pasa idéntico con sus pacientes.
Se quejan cual si padecieran de una enfermedad ante tanta indolencia social que golpea a todos los residentes dentro del país. La indiferencia con respecto a las necesidades del prójimo ya forma parte de los desvalores sociales de los “Hombres Nuevos”, que soñaba y teorizó el comandante Ernesto Guevara de la Serna.
No pocos compatriotas y analistas de la realidad cubana, se preguntan: ¿Cómo su país ha caído en tanta falta de amor, respeto y consideración a sus semejantes? ¿Hacía donde les va a llevar tanta indolencia? ¿Cuándo van a recobrar el respeto hacia ellos mismos y como ya lo hacen muchos, reclamar sus derechos públicamente?
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