UN CHINO ATRÁS, Rafael Pérez González.

Parroquia, Santa Cara, Villa Cara, 4 de febrero de 2009 (FCP). Desde hace algunos años, además de los aires huracanados de los ciclones tropicales, los de una nueva revolución se sintieron con fuerza sobre la Mayor de las Antillas: “La Energética”. Comenzó esta con gran despliegue propagandístico, sobre el cambio de viejos artefactos caseros, por la venta de otros de nueva tecnología de fabricación china.

La televisión trasmitió amenos programas, donde pudieron verse, los inventos con que los cubanos de a pie, habían suplido la falta de equipos electrodomésticos y vencido así en parte el “imperialista bloqueo”. Todos ellos altos consumidores de energía e incompatibles con la nueva política de eficiencia. Como primeros actores debutaron los ventiladores criollos.

Fabricados con motores de lavadoras rusas, y hélices de viejos ventiladores “General Electric”, entre otros, una especie de Frankestein, que pudieran tildarse de social-imperialista. Era necesario atarlos a las patas de la cama, pues por la potencia del motor, además de ventilar “caminaban” y de lo contrario, podía encontrarse el mismo, fuera de la habitación, al amanecer del próximo día.

También desfilaron las hornillas eléctricas, fabricadas con cualquier tipo de alambre y que debían empatarse, por las mismas amas de casa cada vez que se rompían y ponían en peligro pasmar los chicharos del día. Todo este despliegue propagandístico sirvió para preparar las condiciones subjetivas para el “cambio”.

Comenzó el mismo por los calentadores de agua, al módico precio de 20 pesos y le siguieron los “calderos eléctricos” para cocinar arroz y la “olla reina”, que sirve para cocinar frijoles e inclusive “carne”. El más importante de los nuevos equipos fue el refrigerador ‘‘Haier”, el cual fue trocado por los de procedencia “imperial” o del antiguo “campo socialista” o bolos.

Estos equipos fueron “vendidos” por los casi desaparecidos Trabajadores Sociales, entregaban un documento y después se pagaban. Pero olvidó el Estado el refrán que sentencia: “el muerto alante y la gritería atrás”, así este, se queja ahora, de tener cientos de millones de pesos sin cobrar, pero “ni al que asó la manteca”, se le hubiera ocurrido vender “fiao” de esa forma.

Todos aquellos arcaicos artilugios, se fabricaron con una tecnología, que producía para una máxima duración y en el caso de los rusos, los hacían además muy fuertes. Así los radios VEF se caían del escaparate y casi siempre seguían ilesos, amén de los ventiladores “Orbita” la mayoría de los cuales funcionaban como momias del antiguo Egipto envueltos en “teipe” o espadrapo.

Desgraciadamente, “la alegría en casa del pobre dura poco” y hoy pasados para algunos, los tres años de garantía del ‘frió”, estos empiezan a romperse, y no porque sean chinos, sino, porque fatalmente para los cubanos, que quieren que todo dure como Matusalén, ya arriban al final del ciclo para el que fueron diseñados.

El semanario Trabajadores, publicó un articulo, el lunes 18 de enero, titulado: “El drama de Laura y su refrigerador “, donde la quejosa observa que al ir a reparar su flamante ‘‘Haier”, que ya no tiene la garantía comercial, por haberse vencido esta, debe abonar 1227 por el arreglo y aún no ha terminado de pagarlo.

Otro proverbio muy manido asevera: “cuando veas las bardas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo”, así los cubanos de a pie al leer el reportaje del semanario antes citado, seguramente, se les helará la sangre en las venas, pues todos pensarán: ¿cuándo me toque a mi que haré, me quedaré sin refrigerador y continuaré con una deuda millonaria?

Todos los que cambiaron sus viejos equipos, por los nuevos ‘‘Haier”, parecen tener ahora “un chino atrás”, y a las múltiples preocupaciones de la sobrevivencia vendrá a sumársele una más. Pero como dijo una negra, en la cola de las almohadillas sanitarias, lo mejor es no pensar en nada, porque, “de jodio pa’lante, no hay más na”.