Raúl Castro Ruz ante la inminencia de la muerte de su hermano Fidel, decide aconsejarse fuera del Palacio de la Revolución con los niños de una escuela primaria, sobre el mejor lugar donde enterrar a su consanguíneo. Así arribó a un plantel en Santa Clara de manera sorpresiva y les planteó a los infantes la interrogante:
El niño Juanito del barrio “La Vigía”, propuso:
- Yo lo haría en La Plaza de la Revolución de La Habana, donde tantos discursos hizo.
La rubia Isabelita, de la barriada “Camacho” opinó:
- Que lo lleven para el cementerio de Santa Efigenia, junto al Apóstol Nacional José Martí.
Mientras Luisito, del reparto “Santa Catalina” aconsejó como idealista:
- Que se lo lleven para la luna, para que observe a todo el planeta.
Antonito, el nieto del Bobo Abela en su ingenuidad dijo:
- Que lo entierren en Jerusalén.
A lo que Pepito, el muchacho malo del aula, se apresuró a refutar:
- Nooooo, tu estas loco……… para que al tercer día resucite.
El niño Juanito del barrio “La Vigía”, propuso:
- Yo lo haría en La Plaza de la Revolución de La Habana, donde tantos discursos hizo.
La rubia Isabelita, de la barriada “Camacho” opinó:
- Que lo lleven para el cementerio de Santa Efigenia, junto al Apóstol Nacional José Martí.
Mientras Luisito, del reparto “Santa Catalina” aconsejó como idealista:
- Que se lo lleven para la luna, para que observe a todo el planeta.
Antonito, el nieto del Bobo Abela en su ingenuidad dijo:
- Que lo entierren en Jerusalén.
A lo que Pepito, el muchacho malo del aula, se apresuró a refutar:
- Nooooo, tu estas loco……… para que al tercer día resucite.
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