Sakenaf, Santa Clara, Villa Clara, 21 de enero de 2010 (FCP). Al aumentar la creación, dentro del mundo cinematográfico, florecieron las organizaciones alrededor del séptimo arte. Surgió así, el Cine Club de La Habana, creado, en 1948, por Germán Puig y Ricardo Vigón, la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, fundada en 1951 y la Empresa Productores Independientes Asociados, instaurada en 1956, por Mario Barral, entre otros.
Se destacaron conjuntamente otras obras y directores, que pasaron a enriquecer mucho más el panorama cinematográfico cubano. Manuel Alonso, Emilio “El Indio” Fernández y Julio García-Espinosa, produjeron propiamente, entre 1953 y 1956: “Casta de Robles”, “La Rosa Blanca” y “El Mégano”, todas, de obligadas referencias en la actualidad.
Alonso, en la cinta, “Siete Muertes a Plazo Fijo”, de 1950, llegó a imitar incluso al cine negro norteamericano, pero fue con “Casta de…”, donde desbordó su ensueño. El filme, un drama rural, rodado en Pinar del Río, tuvo como planos principales la atractiva naturaleza y majestuosidad de los mogotes, que forman el mundialmente famoso, Valle de Viñales.
Por su lado, “La Rosa…”, del mexicano “El Indio” Fernández, un largometraje inspirado en momentos de la vida de José Martí, resultó un éxito de taquilla. Con fotografía de Grabiel Figueroa y un presupuesto de 250 000 pesos, el filme homenajeó el Centenario del Natalicio del Apóstol, además de ser la más vista ese año en Cuba.
Entre tanto, García –Espinosa en “El Mégano”, secuestrada por los sensores de la anterior dictadura, simbolizó el advenimiento de lo que sería “el nuevo cine cubano”. Esta corta película, mostró las duras condiciones de vida de los habitantes de la Ciénaga de Zapata, por ello se asoció con lo denominado hoy como “denuncia social”.
Como han observado, al crearse el ICAIC, el 24 de marzo de1959, prácticamente lo que se hizo fue, adsorber todos aquellos proyectos existentes y de paso centralizarlos. Los cineastas, ya no podrían laborar, salvo raras excepciones, “el cine de Autor”, pues a partir de la mencionada fecha tendrían que mostrar un punto de vista más cercano al oficialismo recién estrenado.
Sucedió lo temido, pero esperado de un accionar como aquel, la censura hizo su reaparición de forma autoritaria. Se pensó que lo sucedido con “El Mégano”, no se repitiera, craso error, las palabras de Fidel: “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, fueron suficientes para excluir el documental “PM”, facturado en 1961.
Este material, realizado por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, fue censurado, por la Comisión de Estudios y Clasificación de Películas, órgano adjuntó al ICAIC. Quien lo consideró en ese momento: “nocivo a los intereses del pueblo cubano y su Revolución”, “PM” se convirtió así, en el detonante de la crisis que padecería perennemente, la vanguardia intelectual cubana.
Dicho trabajo, cometió el mayor de los “crímenes” de entonces, no glorificar la estrenada obra de la Revolución. Mostraron estos libre- pensadores, de manera abarcadora, los ambientes nocturnos de La Habana, donde el tono bohemio contrastaba de modo vigoroso, con el fervor patriótico, que se estimulaba por la fecha, en el seno del instituto gubernamental.
En lo adelante, los cineastas del patio sujetos al ICAIC, simularon avivar una cultura para las masas, sin apenas cuestionarse, qué seria bueno o malo para estas. Ahora que la industria cultural es casi un autoengaño colectivo, debiera proponer este instituto, películas donde se muestren realidades existentes, tal vez esto, le devuelva a la cinematografía nacional una proyección universal.
Al concluir este año 2009 y repasar el medio siglo transcurrido, desde la instauración de esta estructura, se observa con estupor, la intolerancia de este organismo respecto a la libre creación. Algunos realizadores optan por la vía independiente o la co-producción extranjera, como solución a tanta tozudez, le hacen así, una grieta al ICAIC, que algún día será un instituto innecesario.
Se destacaron conjuntamente otras obras y directores, que pasaron a enriquecer mucho más el panorama cinematográfico cubano. Manuel Alonso, Emilio “El Indio” Fernández y Julio García-Espinosa, produjeron propiamente, entre 1953 y 1956: “Casta de Robles”, “La Rosa Blanca” y “El Mégano”, todas, de obligadas referencias en la actualidad.
Alonso, en la cinta, “Siete Muertes a Plazo Fijo”, de 1950, llegó a imitar incluso al cine negro norteamericano, pero fue con “Casta de…”, donde desbordó su ensueño. El filme, un drama rural, rodado en Pinar del Río, tuvo como planos principales la atractiva naturaleza y majestuosidad de los mogotes, que forman el mundialmente famoso, Valle de Viñales.
Por su lado, “La Rosa…”, del mexicano “El Indio” Fernández, un largometraje inspirado en momentos de la vida de José Martí, resultó un éxito de taquilla. Con fotografía de Grabiel Figueroa y un presupuesto de 250 000 pesos, el filme homenajeó el Centenario del Natalicio del Apóstol, además de ser la más vista ese año en Cuba.
Entre tanto, García –Espinosa en “El Mégano”, secuestrada por los sensores de la anterior dictadura, simbolizó el advenimiento de lo que sería “el nuevo cine cubano”. Esta corta película, mostró las duras condiciones de vida de los habitantes de la Ciénaga de Zapata, por ello se asoció con lo denominado hoy como “denuncia social”.
Como han observado, al crearse el ICAIC, el 24 de marzo de1959, prácticamente lo que se hizo fue, adsorber todos aquellos proyectos existentes y de paso centralizarlos. Los cineastas, ya no podrían laborar, salvo raras excepciones, “el cine de Autor”, pues a partir de la mencionada fecha tendrían que mostrar un punto de vista más cercano al oficialismo recién estrenado.
Sucedió lo temido, pero esperado de un accionar como aquel, la censura hizo su reaparición de forma autoritaria. Se pensó que lo sucedido con “El Mégano”, no se repitiera, craso error, las palabras de Fidel: “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”, fueron suficientes para excluir el documental “PM”, facturado en 1961.
Este material, realizado por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, fue censurado, por la Comisión de Estudios y Clasificación de Películas, órgano adjuntó al ICAIC. Quien lo consideró en ese momento: “nocivo a los intereses del pueblo cubano y su Revolución”, “PM” se convirtió así, en el detonante de la crisis que padecería perennemente, la vanguardia intelectual cubana.
Dicho trabajo, cometió el mayor de los “crímenes” de entonces, no glorificar la estrenada obra de la Revolución. Mostraron estos libre- pensadores, de manera abarcadora, los ambientes nocturnos de La Habana, donde el tono bohemio contrastaba de modo vigoroso, con el fervor patriótico, que se estimulaba por la fecha, en el seno del instituto gubernamental.
En lo adelante, los cineastas del patio sujetos al ICAIC, simularon avivar una cultura para las masas, sin apenas cuestionarse, qué seria bueno o malo para estas. Ahora que la industria cultural es casi un autoengaño colectivo, debiera proponer este instituto, películas donde se muestren realidades existentes, tal vez esto, le devuelva a la cinematografía nacional una proyección universal.
Al concluir este año 2009 y repasar el medio siglo transcurrido, desde la instauración de esta estructura, se observa con estupor, la intolerancia de este organismo respecto a la libre creación. Algunos realizadores optan por la vía independiente o la co-producción extranjera, como solución a tanta tozudez, le hacen así, una grieta al ICAIC, que algún día será un instituto innecesario.
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