La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 27 de Agosto del 2009 (FDC). Alejo Carpentier no imaginó que lo “real maravilloso” como metáfora de la realidad latinoamericana apareciera en una dimensión delirante en Cuba, a partir del triunfo de la Revolución. Ese mágico mundo lleno de absurdos y paradojas tiene su cumbre realizativa en una rebelión convertida en poder totalitario.
El afán del gobierno cubano y de su élite de controlar el país, los llevó a implantar un modelo de dominación donde el estado lo interviene todo, la política, economía, cultura y el ciudadano pasa de sujeto activo a objeto dominado. El régimen pretende controlar el pensamiento de cada cubano.
Entre los mecanismos que imaginó para conseguir sus propósitos está la construcción permanente de un discurso político-ideológico cargado de consignas, que inundan la vida cotidiana de cada habitante. Estos signos son las cajas de resonancia de la propaganda política con que se pretendía modelar la conciencia.
Cuando un cubano sale a la calle, recibe el impacto de toda esta propaganda ideológica que se encuentra concentrada en cientos de vallas y grafitis con lemas tan absurdos y fuera de la realidad, que nada tienen que ver con el día a día. Atrapados en códigos de un transcendentalismo falso e inoperante.
Qué relación guarda “la construcción del socialismo tarea de gigantes”, con la cola del pan o la falta de agua. La población cubana si alguna vez creyó en el discurso oficial, siempre desdeñó la intensidad con que recibía un flujo ideológico que se fue a bolina con los últimos ladrillos del Muro de Berlín.
A esta altura de la vida los cubanos ignoran por completo todas esos ideologemas, para ellos son absurdos cotidianos de un mundo muerto y agotado como experiencia histórica y un fetichismo ideológico que adorna de irrealidades las deterioradas ciudades cubanas. Donde se construye no el socialismo, sino una balsa de ingenio y tenacidad para sobrevivir.
A decir de Rafael Roja en “El Arte de la Espera”: “De lo real maravilloso que intuyó Carpentier se viven los absurdos cotidianos, de ese universo de lemas vacíos y apocalípticos que nada tienen que ver con la existencia real de una sociedad sumergida”. Sin otra pretensión que escapar de esas circunstancias.
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