La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 27 de agosto del 2009 (FDC). El filón mediático para la manipulación de las ya cansadas masas del pueblo cubano, que representa la gran popularidad de esta actividad atlética no quiere ser dejado a un lado. Puesto que los psicólogos y sociólogos consultados por el equipo gubernamental así lo estiman.
La nomenclatura castrista se empeña en mantener a los peloteros nacionales dentro de los parámetros político-ideológicos convenientes. Pues, percibe que de dejarlos ser libres económicamente, entonces a la larga se harán soberanos en lo político. Algo que constituye un tabú para los más rancios fidelistas.
Parece una cuestión increíble y surrealista de paranoia colectiva el inverosímil hecho, que cuando los niños- atletas todavía dan sus primeros pasos en este deporte, ya ellos y sus familiares son vigilados. A ese paso, solo podrán ser peloteros en Cuba los hijos de los represores o de funcionarios políticos-gubernamentales muy comprometidos.
Con la enfermedad del Dr. Fidel Castro Ruz, ya este no puede acudir a supervisar personalmente los entrenamientos de la selección nacional. Por tanto ha designado a un consanguíneo como sustituto, su hijo Antonio Castro Soto de Valle se encarga de fiscalizar por su convaleciente progenitor todas las aristas del béisbol en el archipiélago.
Desde su puesto como médico del equipo beisbolero y especialista en Ortopedia y Traumatología del Hospital Ortopédico “Frank País”, localizado en la capitalina barriada de La Lisa, este hijo prodigo hace de tótem del deporte más seguido por los cubanos. Claro siempre en nombre de su padre y por tanto con toda la aureola de poder que esto representa.
Como el doctor Antonio no inspira el miedo que su ascendiente y su autoridad por ello es precaria, la familia Castro decidió otorgarle un título en estos menesteres. Fue publicado por el oficialista periódico Granma, con un titular largo pero explicativo en la página deportiva: “Electo Antonio Castro como vicepresidente de la Federación Cubana de Béisbol”.
Fuentes confiables que integran el team nacional relatan de la dependencia y subordinación del Comisionado Nacional Higinio Vélez respecto a este “hijito de papá”. Una cosa que se ha patentizado en los dos últimos Clásicos Mundiales de Béisbol, donde quien decide que hacer jugada a jugada es Antonio Castro y no el Director Técnico del equipo.
Incluso, estas mismas fuentes relatan que Castro Soto de Valle mantiene una comunicación ininterrumpida con Fidel, a través de un teléfono satelital que porta. Donde el operado líder izquierdista dicta las estrategias a realizar durante todos los partidos, asunto que ata de pies y manos a los verdaderos entrenadores.
Se hace preciso preguntarse ¿Para que designar oficialmente ante los aficionados cubanos un grupo de preparadores responsables de la selección? ¿En que curso lectivo e Instituto de Cultura Física se diplomó el abogado Fidel Castro Ruz? o ¿Para que se gradúan y ejercen los técnicos del béisbol isleño si ellos mismos no pueden tomar sus propias decisiones?
Es previsible por eso, que la mayoría de los grandes especialistas cubanos de béisbol prefieren realizar cooperaciones en países extranjeros, donde por lo menos poseen autoridad como conocedores de este deporte. Esto va unido a evitar las sanciones políticas y administrativas que deben enfrentar, si la selección nacional no alcanza el primer lugar en cualquier evento.
Todo lo descrito da una idea de que el deporte nacional en Cuba se debate entre una urgente despolitización para avanzar y situarse en las posiciones mundiales cimeras otrora alcanzadas o continuar manipulado por las cuestiones políticas y se hundirá en el más oscuros de los abismos. A todos los patriotas les corresponde preocuparse por las encrucijadas del béisbol cubano.
La nomenclatura castrista se empeña en mantener a los peloteros nacionales dentro de los parámetros político-ideológicos convenientes. Pues, percibe que de dejarlos ser libres económicamente, entonces a la larga se harán soberanos en lo político. Algo que constituye un tabú para los más rancios fidelistas.
Parece una cuestión increíble y surrealista de paranoia colectiva el inverosímil hecho, que cuando los niños- atletas todavía dan sus primeros pasos en este deporte, ya ellos y sus familiares son vigilados. A ese paso, solo podrán ser peloteros en Cuba los hijos de los represores o de funcionarios políticos-gubernamentales muy comprometidos.
Con la enfermedad del Dr. Fidel Castro Ruz, ya este no puede acudir a supervisar personalmente los entrenamientos de la selección nacional. Por tanto ha designado a un consanguíneo como sustituto, su hijo Antonio Castro Soto de Valle se encarga de fiscalizar por su convaleciente progenitor todas las aristas del béisbol en el archipiélago.
Desde su puesto como médico del equipo beisbolero y especialista en Ortopedia y Traumatología del Hospital Ortopédico “Frank País”, localizado en la capitalina barriada de La Lisa, este hijo prodigo hace de tótem del deporte más seguido por los cubanos. Claro siempre en nombre de su padre y por tanto con toda la aureola de poder que esto representa.
Como el doctor Antonio no inspira el miedo que su ascendiente y su autoridad por ello es precaria, la familia Castro decidió otorgarle un título en estos menesteres. Fue publicado por el oficialista periódico Granma, con un titular largo pero explicativo en la página deportiva: “Electo Antonio Castro como vicepresidente de la Federación Cubana de Béisbol”.
Fuentes confiables que integran el team nacional relatan de la dependencia y subordinación del Comisionado Nacional Higinio Vélez respecto a este “hijito de papá”. Una cosa que se ha patentizado en los dos últimos Clásicos Mundiales de Béisbol, donde quien decide que hacer jugada a jugada es Antonio Castro y no el Director Técnico del equipo.
Incluso, estas mismas fuentes relatan que Castro Soto de Valle mantiene una comunicación ininterrumpida con Fidel, a través de un teléfono satelital que porta. Donde el operado líder izquierdista dicta las estrategias a realizar durante todos los partidos, asunto que ata de pies y manos a los verdaderos entrenadores.
Se hace preciso preguntarse ¿Para que designar oficialmente ante los aficionados cubanos un grupo de preparadores responsables de la selección? ¿En que curso lectivo e Instituto de Cultura Física se diplomó el abogado Fidel Castro Ruz? o ¿Para que se gradúan y ejercen los técnicos del béisbol isleño si ellos mismos no pueden tomar sus propias decisiones?
Es previsible por eso, que la mayoría de los grandes especialistas cubanos de béisbol prefieren realizar cooperaciones en países extranjeros, donde por lo menos poseen autoridad como conocedores de este deporte. Esto va unido a evitar las sanciones políticas y administrativas que deben enfrentar, si la selección nacional no alcanza el primer lugar en cualquier evento.
Todo lo descrito da una idea de que el deporte nacional en Cuba se debate entre una urgente despolitización para avanzar y situarse en las posiciones mundiales cimeras otrora alcanzadas o continuar manipulado por las cuestiones políticas y se hundirá en el más oscuros de los abismos. A todos los patriotas les corresponde preocuparse por las encrucijadas del béisbol cubano.
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