jueves, 27 de agosto de 2009

LA FRUSTRACIÓN DEVENIDA VIOLENCIA, Guillermo Fariñas Hernández.


La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 27 de agosto del 2009 (FDC). Una inquietante ola de violencia aterra a los pobladores de la central ciudad de Santa Clara. En solo una semana han ocurrido cuatro lamentables hechos de sangre, donde han perdido la vida 6 personas, todas menores de 25 años de edad.

Los hechos no están unidos entre si, solo los relaciona el nivel de crueldad demostrada por los agresores respecto a los agredidos. Porque estos asesinatos a sangre fría causan un alto sentimiento de inseguridad entre la ciudadanía de la capital de la provincia de Villa Clara y de los municipios cercanos a este territorio.

Además de la ya mencionada ferocidad mostrada entre atacantes versus atacados, otro factor llama poderosamente la atención en los observadores y este es la juventud que poseen todos los involucrados. La inmensa mayoría de estos son jóvenes que están en el periodo de la adolescencia o hace muy poco lo terminaron.

Si se busca el discurso del Aparato de Control Político Social con que cuenta el gobierno en el poder, vemos que según los medios de prensa estos imberbes están enfrascados en labores de defensa, estudio o trabajo. Son un producto neto de la Revolución Cubana, pues ellos son los hijos del socialismo y no se encontrará alusión alguna a estos acontecimientos.

Investigadores sociales imparciales podrían deducir mucho más por sus edades, porque estos cubanos de corta edad nacieron alrededor de la Crisis Económica, que el gobierno castrista nombra eufemísticamente Periodo Especial. Ellos son los resultados del hambre, la corrupción, prostitución y la doble moral, que se acentuaron en Cuba, a partir de 1989.

Estos muchachos de un modo intuitivo o práctico conocen del equipamiento del régimen para reprimir a quienes protesten. Han observado o padecido las pateaduras que propina la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) a personas como ellos e incluso a los pocos disidentes pacíficos que se atreven a protestar en las calles.

Aunque presumen de valientes, por dentro interna y psicológicamente están aterrorizados ante la falta de libertades vigente. Arribaron a la conclusión que el mejor camino posible es viajar a trabajar y vivir en el extranjero, pero muy pocos cuentan con familiares o amigos en el exterior que asuman estos necesarios gastos.

Se ven presionados socialmente a aceptar empleos o carreras universitarias, siempre renumeradas en moneda nacional que no satisfacen la expectativas de ningún ser humano medio. Por eso, hacen rechazo a trabajar con el estado cubano y prefieren desmarcarse de las leyes estatales para realizar negocios lucrativos al margen de lo legislado.

De comenzar a laborar en algún sitio estos mozos buscan que este les propicie la posibilidad de “luchar”, que debe ser entendido como robar productos para ser vendidos en el mercado negro. Pero como manera de protestar calladamente ante la crónica falta de solvencia económica a que los obligan las autoridades fidelistas.

Cual sector de la sociedad totalitaria de la isla, gran parte de la juventud cubana se ve malograda en sus lógicas aspiraciones de crecimiento material y espiritual. Un ejemplo concreto es la real utopía en cualquier ciudadano de salir a pasear en las vacaciones a países extranjeros con el salario que devengan día a día.

Como seres concientes comprenden que enfrentar a las autoridades es una batalla larga y sin ganancias inmediatas para sus penurias insatisfechas. Así en la mayor parte de los casos optan por proyectar las frustraciones contenidas, con una malsana violencia contra el prójimo, como mecanismo de defensa psicológico para no encarar a la dirigencia del país.

Como en Cuba no se permiten las páginas periodísticas de la “crónica roja” los santaclareños no pueden comparar, si la violencia desatada es solo a nivel local o en todo el archipiélago. Sin embargo, psicólogos y sociólogos consultados, profesores en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas aseguran que frustración como sentimiento a devenido en violencia.


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