Camajuaní, Villa Clara, 20 de agosto del 2009 (FDC). La diferencia de los regimenes socialistas con las dictaduras tradicionales se debe a que este no tiene una extensión limitada, se asemejan a un bloque. Esto es afirmado por el escritor y político checo Vaclav Havel, quien no dista de la verdad.
Asegurar su permanencia en el poder mediante la manipulación de los gobernados y ofrecerles a esos hombres y mujeres una respuesta rápida ante la incertidumbre. A la vez, que les crean una gran sugestión hipnótica, que en el fondo es avasallamiento para unos y embelesamiento para otros. Capaz de maravillar a las personas que no lo hayan vivido.
El cubano no tiene una visión clara de lo que significa este sistema que ha padecido durante cinco décadas. Para muchos hoy, lo que actualmente se padece es algo que llegó, se impuso a cualquier costo, con inteligencia y una ideología bien estructurada, por lo que ha logrado mantenerse en el poder todo este tiempo.
Quienes creyeron al principio en la palabra que define este régimen y no han podido llegar a gozar de sus bondades, unos se quejan en voz baja, otros aparentemente se abstienen. Los más desesperados se lanzan al mar bajo el riesgo de sus vidas en una emigración clandestina, que cuenta con una larga lista de desaparecidos.
Hay otro grupo que en este país es perseguido, apaleado, encarcelado, acosado, torturado, pero no le sigue el juego a los gobernantes. Esos son los disidentes públicos, unos luchadores pacíficos por la verdadera democracia de su pueblo, que amplían sus filas en los últimos tiempos a pesar de toda la represión imperante.
Es obvio que como quiera que se le haya querido llamar, la política oficial aquí imperante va en descenso, sus gobernados se asfixian entre las alternativas y carencias. Sienten como si a sus gobernantes se les cerraran todas las puertas y ya nadie confiara en la veracidad o autenticidad de su Revolución Socialista.
Los últimos 50 años vividos en esta isla, solo han tenido un poco de sosiego, cuando no importa ahora, por que motivos la ex Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) era su hada madrina. Después de destrozada la varita mágica del hada benefactora se rompieron todos los hechizos posibles.
Se le rinde pleitesía a cuanto extranjero entra a admirar las maravillas de Cuba, tanto es así, que ni se persigue el negocio de la prostitución. Todo lo que huela a dinero que incremente las arcas del estado es aceptado como solución para la crisis económica, de la que no se ve una real esperanza de poder salir en algún momento.
Para los que viven en este archipiélago, los comunistas-capitalistas chinos apoyados por los que aquí gobiernan, con las mejores intenciones según ellos, hicieron el mejor negocio del mundo. Les vendieron para su supuesta mejoría, equipos de cocción eléctricos al parecer desechables que los han endeudado de por vida.
¿Qué les queda por vivir a estos nacionales en espera de prosperidades desde hace medio siglo? Llevados por los constantes desaciertos gubernamentales de que han sido victimas recurrentemente, prefieren definir toda su experiencia de esta época como “falsa”. Porque sus vidas se debaten entre la mentira y la simulación.
Ser ciudadano cubano y no llamarse Fidel o Raúl Castro Ruz es convivir con una espada de Damocles sobre la cabeza, pues los únicos intocables dentro del sistema son ellos. La historia ha demostrado que cualquier otro nacional puede ser defenestrado y difamado por el estado castrista, sin que se les pueda ocurrir defenderse siquiera porque eso equivaldría a la cárcel.
Asegurar su permanencia en el poder mediante la manipulación de los gobernados y ofrecerles a esos hombres y mujeres una respuesta rápida ante la incertidumbre. A la vez, que les crean una gran sugestión hipnótica, que en el fondo es avasallamiento para unos y embelesamiento para otros. Capaz de maravillar a las personas que no lo hayan vivido.
El cubano no tiene una visión clara de lo que significa este sistema que ha padecido durante cinco décadas. Para muchos hoy, lo que actualmente se padece es algo que llegó, se impuso a cualquier costo, con inteligencia y una ideología bien estructurada, por lo que ha logrado mantenerse en el poder todo este tiempo.
Quienes creyeron al principio en la palabra que define este régimen y no han podido llegar a gozar de sus bondades, unos se quejan en voz baja, otros aparentemente se abstienen. Los más desesperados se lanzan al mar bajo el riesgo de sus vidas en una emigración clandestina, que cuenta con una larga lista de desaparecidos.
Hay otro grupo que en este país es perseguido, apaleado, encarcelado, acosado, torturado, pero no le sigue el juego a los gobernantes. Esos son los disidentes públicos, unos luchadores pacíficos por la verdadera democracia de su pueblo, que amplían sus filas en los últimos tiempos a pesar de toda la represión imperante.
Es obvio que como quiera que se le haya querido llamar, la política oficial aquí imperante va en descenso, sus gobernados se asfixian entre las alternativas y carencias. Sienten como si a sus gobernantes se les cerraran todas las puertas y ya nadie confiara en la veracidad o autenticidad de su Revolución Socialista.
Los últimos 50 años vividos en esta isla, solo han tenido un poco de sosiego, cuando no importa ahora, por que motivos la ex Unión de Republicas Socialistas Soviéticas (URSS) era su hada madrina. Después de destrozada la varita mágica del hada benefactora se rompieron todos los hechizos posibles.
Se le rinde pleitesía a cuanto extranjero entra a admirar las maravillas de Cuba, tanto es así, que ni se persigue el negocio de la prostitución. Todo lo que huela a dinero que incremente las arcas del estado es aceptado como solución para la crisis económica, de la que no se ve una real esperanza de poder salir en algún momento.
Para los que viven en este archipiélago, los comunistas-capitalistas chinos apoyados por los que aquí gobiernan, con las mejores intenciones según ellos, hicieron el mejor negocio del mundo. Les vendieron para su supuesta mejoría, equipos de cocción eléctricos al parecer desechables que los han endeudado de por vida.
¿Qué les queda por vivir a estos nacionales en espera de prosperidades desde hace medio siglo? Llevados por los constantes desaciertos gubernamentales de que han sido victimas recurrentemente, prefieren definir toda su experiencia de esta época como “falsa”. Porque sus vidas se debaten entre la mentira y la simulación.
Ser ciudadano cubano y no llamarse Fidel o Raúl Castro Ruz es convivir con una espada de Damocles sobre la cabeza, pues los únicos intocables dentro del sistema son ellos. La historia ha demostrado que cualquier otro nacional puede ser defenestrado y difamado por el estado castrista, sin que se les pueda ocurrir defenderse siquiera porque eso equivaldría a la cárcel.
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