La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 13 de Agosto del 2009 (FDC). Cuando el General de Ejercito Raúl Castro Ruz, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular manifestó: “A mí no me eligieron presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo”.
Confirmaba la encrucijada histórica en que se encuentra el menor de los hermanos Castro, mantener el poder en un país que vive una de sus peores crisis económicas. Unido al creciente descontento social, el agotamiento de las bases ideológicas y emocionales del régimen, sin desnaturalizar el sistema.
Raúl Castro asumió la presidencia de Cuba en una sucesión dinástica, la elección fue puro formalismo, al margen de las tensiones que la élite de poder vivió, posterior al 31 de julio del 2006. Las expectativas de cambio aumentaron considerablemente en la sociedad al formalizarse su mandato.
La población en general aspira a cambios y en alguna medida pensó que el pragmático general pudiera ser promotor de leves reformas que hicieran al menos más humano el rostro del castrismo. Ahora en su etapa raulista, los rostros fueron los mismo, Machado Ventura, Colomé Ibarra y Casas Regueiro, hombres todo de su entera confianza.
El raulismo como continuación del fidelismo conoce que para poder mantener su régimen, sin que aparezcan las desagradables explosiones sociales, tiene que aliviar las duras condiciones económicas en que vive el país. Tratar de involucrar a la población y a los descreídos comunistas cubanos en nuevas tareas y retos.
Habían anunciado la celebración del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, que lleva más de 12 años sin realizar su máximo evento, a pesar de estar instituido en sus estatutos convocarlo cada cinco años. Era lógica y esperada tal decisión, lo sorpréndete fue su inesperado aplazamiento sin fecha definida.
En el VII pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (PCC), el general de ejército Raúl Castro comunico la decisión de aplazar la magna cita de los comunistas cubanos. Al argumentar: “… no tenía sentido ni contenido un congreso formal que no profundizara en los asuntos estratégicos ni dictara pautas hacia el futuro”.
Otro elemento que llamó la atención a los analistas fue la decisión de convocar a una Conferencia Nacional, la cual está facultada como plantea el Artículo 46 de los estatutos partidistas: “… para incorporar nuevos miembros al organismo y separar o liberar de este a quien considere conveniente”. ¿Tendremos nuevas purgas en el futuro?
Al parecer Raúl aspira copar las estructuras de poder en Cuba de raulistas, básicamente militares en activo o retirados. Recuérdese que el Partido Comunista de Cuba no es la verdadera base del poder, este reside en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y sus aparatos de control o subordinados a esta como el Ministerio del Interior.
Observadores políticos opinan que el aplazamiento del VI Congreso del partido, demuestra la incapacidad de la elite y en particular Raúl Castro para encontrar una formula continuista “viable” que estimule la economía y a la vez revitalice el fervor revolucionario y al partido. Por eso sus políticas pendular y zigzagueante de reformas y contrarreformas.
Las encrucijadas de la historia a veces son laberínticas, están llenas de rutas críticas que ni los propios actores históricos son capaces de predecir. Los cambios son procesos que se pueden acelerar o retrasar por la voluntad de los hombres, nadie puede impedirlos a largo plazo, en la sociedad cubana subyacen dinámicas de cambios.
¿Podrá Raúl Castro resolver esas encrucijadas donde la historia no solo lo ha puesto a él, sino también a su pueblo? Dirá para fortuna de todos: “Fui elegido para reformar este país y abrir los espacios que necesita la nación de manera gradual y ordenada”. Muchos cubanos se lo van a agradecer y aplaudir.
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