Ranchuelo, Villa Clara, 6 de agosto del 2009 (FDC). Transcurrido casi veinte años de una crisis económica que no parece tener fin y bautizada por el gobierno cubano como Período Especial, el transporte es uno de los sectores que más afectación ha causado a la población del país.
Con el constante suministro de petróleo venezolano a la isla, la adquisición de una decena de locomotoras procedentes de la República Popular China y 2000 ómnibus marca Yutong, también con matrícula del gigante asiático. Todo parecía indicar que el traslado de pasajeros a todo lo largo y ancho del país iba a mejorar.
Sin embargo, la utilización de muchos de estos vehículos en eventos infantiles, juveniles, encuentros culturales o deportivos, así como en congresos, conferencias y otras reuniones de tipo gubernamental conspiran contra su verdadera eficiencia.
Resulta inaudito viajar por la Autopista Nacional y ver los buses transportar delegaciones de diferentes edades, incluso foráneos que cursan estudios en escuelas localizadas en el occidente, centro y oriente del archipiélago y después retornar vacías. Mientras la ciudadanía busca un desesperado aventón en avenidas, autopistas y calles.
Inobjetablemente en ello incide la labor de la burocracia administrativa, aquellos dirigentes que tras un buró orientan a los conductores hacia donde deben ir y a quien transportar. Contrariamente muchas personas pernoctan en terminales de ómnibus o trenes, durante días y noches para poderse embarcar.
Ello origina que los obreros de estos lugares vendan a escondidas boletos a sobreprecio, a los viajeros que cuentan con una mayor solvencia económica. Como forma de ingresar efectivo a sus bolsillos particulares por los insuficientes salarios que paga el estado a los que con el laboran.
El arribo de estos vehículos a La Habana y Santiago de Cuba alivió la crisis del traslado de pasajeros en el área urbana. Todavía se producen cuellos de botellas en las paradas de ómnibus por la llegada al unísono de dos, tres y hasta cuatro guaguas de una misma ruta. Mientras el 80% de las principales ciudades del interior aun esperan sus arribos.
Los chóferes de estos medios de transporte consideran una anomalía gubernamental del proceso inversionista, el adquirir los ómnibus chinos sin piezas de repuesto alguna, por ser los motores de fabricación estadounidense. Las averías producidas en estos equipos han originado la retirada de circulación de un gran número de estos.
Mención especial merecen los carros particulares, incluidos camiones, carretones tirados por caballos y motocicletas. Quienes han asumido durante estas dos décadas la responsabilidad que le debiera ocupar al estado, contra el azote de un gran número de inspectores del gobierno que están a la caza de la más mínima infracción.
Gracias a ello, alrededor del 75 % de los pobladores residentes en las localidades villaclareñas de Ranchuelo, La Esperanza y San Juan de las Yeras, por solo citar un ejemplo, se trasladan hacia centros de salud y laborales en Santa Clara. Esto ocurre tras desactivarse tres de los cuatro ingenios azucareros de la otrora capital del recobrado.
Asignatura pendiente es “determinar” si los taxis pertenecen al sector estatal o particular, pues en la mencionada Santa Clara, en horario de la mañana, estos trabajan asociados a los diferentes centros de salud. Ya en la tarde, como “dueños de nadie” se dirigen hacia el destino que mayor cuantía le abonen los desesperados clientes.
Autos pertenecientes a empresas estatales priorizan los asuntos personales y relegan a un segundo plano los correspondientes a la entidad competente. Sus directivos como presuntos propietarios contabilizan el gasto de combustible al centro de costo que más le convenga, de esa forma sobregiran el consumo real y evitan ser descubiertos.
Motivos por lo que un numeroso grupo de coterráneos parafrasea: “Si en antaño se destruyeron guaguas con las marcas Camberra, Leylam, Skoda, Hino e Ikarus y actualmente las Yutong y otros vehículos del gobierno se mueven por doquier, entonces ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Con el constante suministro de petróleo venezolano a la isla, la adquisición de una decena de locomotoras procedentes de la República Popular China y 2000 ómnibus marca Yutong, también con matrícula del gigante asiático. Todo parecía indicar que el traslado de pasajeros a todo lo largo y ancho del país iba a mejorar.
Sin embargo, la utilización de muchos de estos vehículos en eventos infantiles, juveniles, encuentros culturales o deportivos, así como en congresos, conferencias y otras reuniones de tipo gubernamental conspiran contra su verdadera eficiencia.
Resulta inaudito viajar por la Autopista Nacional y ver los buses transportar delegaciones de diferentes edades, incluso foráneos que cursan estudios en escuelas localizadas en el occidente, centro y oriente del archipiélago y después retornar vacías. Mientras la ciudadanía busca un desesperado aventón en avenidas, autopistas y calles.
Inobjetablemente en ello incide la labor de la burocracia administrativa, aquellos dirigentes que tras un buró orientan a los conductores hacia donde deben ir y a quien transportar. Contrariamente muchas personas pernoctan en terminales de ómnibus o trenes, durante días y noches para poderse embarcar.
Ello origina que los obreros de estos lugares vendan a escondidas boletos a sobreprecio, a los viajeros que cuentan con una mayor solvencia económica. Como forma de ingresar efectivo a sus bolsillos particulares por los insuficientes salarios que paga el estado a los que con el laboran.
El arribo de estos vehículos a La Habana y Santiago de Cuba alivió la crisis del traslado de pasajeros en el área urbana. Todavía se producen cuellos de botellas en las paradas de ómnibus por la llegada al unísono de dos, tres y hasta cuatro guaguas de una misma ruta. Mientras el 80% de las principales ciudades del interior aun esperan sus arribos.
Los chóferes de estos medios de transporte consideran una anomalía gubernamental del proceso inversionista, el adquirir los ómnibus chinos sin piezas de repuesto alguna, por ser los motores de fabricación estadounidense. Las averías producidas en estos equipos han originado la retirada de circulación de un gran número de estos.
Mención especial merecen los carros particulares, incluidos camiones, carretones tirados por caballos y motocicletas. Quienes han asumido durante estas dos décadas la responsabilidad que le debiera ocupar al estado, contra el azote de un gran número de inspectores del gobierno que están a la caza de la más mínima infracción.
Gracias a ello, alrededor del 75 % de los pobladores residentes en las localidades villaclareñas de Ranchuelo, La Esperanza y San Juan de las Yeras, por solo citar un ejemplo, se trasladan hacia centros de salud y laborales en Santa Clara. Esto ocurre tras desactivarse tres de los cuatro ingenios azucareros de la otrora capital del recobrado.
Asignatura pendiente es “determinar” si los taxis pertenecen al sector estatal o particular, pues en la mencionada Santa Clara, en horario de la mañana, estos trabajan asociados a los diferentes centros de salud. Ya en la tarde, como “dueños de nadie” se dirigen hacia el destino que mayor cuantía le abonen los desesperados clientes.
Autos pertenecientes a empresas estatales priorizan los asuntos personales y relegan a un segundo plano los correspondientes a la entidad competente. Sus directivos como presuntos propietarios contabilizan el gasto de combustible al centro de costo que más le convenga, de esa forma sobregiran el consumo real y evitan ser descubiertos.
Motivos por lo que un numeroso grupo de coterráneos parafrasea: “Si en antaño se destruyeron guaguas con las marcas Camberra, Leylam, Skoda, Hino e Ikarus y actualmente las Yutong y otros vehículos del gobierno se mueven por doquier, entonces ¿Quién le pone el cascabel al gato?
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