Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 20 de agosto del 2009 (FDC). Existe un monumento en Santa Clara que le ha dado nombre al puente que le es cercano, se conserva además una leyenda sobre la cruz de madera encontrada en el lugar. Todos los santaclareños conocen el sitio donde se fusionan las calles Independencia y Carretera a Camajuaní, nombrado El Puente de la Cruz.
Se cree que dicho madero fue hallado por las familias remedianas, en uno de los bordes del rió llamado en aquellos tiempos Monte, que fundaron La Villa Gloriosa Santa Clara. El símbolo de la crucifixión indicaba que allí yacían restos humanos, hecho que motivo una narración recogida por Florentino Martínez (Floro), en su libro “Ayer de Santa Clara”.
Contó Floro que por aquellos parajes residía la familia de los esposos Justo Pérez y Manuela García, dueños de una pequeña hacienda ganadera, quienes tenían dos hijos, Ramón de 20 años y Maria de 18. Cierto día un joven llamado Jacinto, contratado como montero, llegó a esta granja y de inmediato se enamoró de Maria, quien a su vez le correspondió.
Tuvieron que llevar los amantes una relación reservada, pues Jacinto no era aceptado por el hermano Ramón, a quien hubo de enfrentar varias veces en defensa propia, pese a los esfuerzos que hizo para esquivar sus provocaciones. Ramón por su parte ignoraba el noviazgo de su hermana, mas su odio a Jacinto se debía a las habilidades de este en el enlace del ganado.
Confundido por el amor a Maria y el abominable Ramón, quiso Jacinto abandonar el lugar, antes decidió confesarle su inquietud a la amada y la citó cerca del río, donde esta hoy el monolito. Ramón que lo siguió descubrió el idilio y ciego de ira atacó con su machete a Jacinto, Maria que se interpuso entre ambos recibió el funesto tajo.
Al percatarse de tal hecho, huyó Ramón despavorido. Jacinto lo siguió pero no le dio alcance y mas tarde cuando Ramón volvió ante el cadáver de su hermana, Jacinto aprovechó la ocasión para golpearlo de forma mortal. Tras acabar con la vida de Ramón cavo una fosa donde colocó a su novia cubierta de verdes hojas y enterró una cruz de madera como forma de sacralizar el lugar
Esta trágica historia enriquece el folklore del pueblo santaclareño, pues la mencionada cruz permaneció en el sitio y dio nombre al puente a pesar que las autoridades del gobierno español lo llamaran Isabel II, en honor a la reina de España. La tradición pudo más que el interés de algunos que deseaban homenajear a la soberana y el pueblo siguió llamándolo Puente de la Cruz.
En 1861, el catalán residente en Santa Clara, Martín Camps Oliver donó una cruz de mármol, traída desde su tierra, que fue colocada donde existía la de madera. Al año siguiente comenzó a celebrarse en la calle Santa Elena, hoy Independencia, por un período de nueve noches, a partir del 3 de mayo, las fiestas conocidas como Verbena de la Cruz de Mayo o de la Calle Santa Elena.
Es preciso aclarar que la mencionada calle debió su nombre a la referida cruz, situada esta en el lugar donde se inicia dicha vía. Pues se tuvo en cuenta la estrecha relación de vínculos existentes entre la Santa Elena y la Santa Cruz del catolicismo, que ha devenido símbolo del cristianismo en todo el mundo.
La sólida cruz permaneció vertical sobre su pedestal hasta que fue dañada por algún indolente en 1921. El doctor Pedro Camps y Camps, hijo de Martín Camps, costeó su reposición y la inauguración se realizó, el 12 de agosto de 1922. Para 1996, el ciclón Lily a su pasó por esta ciudad la derribó y en diciembre de 1997, fue nuevamente restaurada.
El monumento a la Cruz del Puente y el Puente de la Cruz son sitios vinculados íntimamente a una leyenda, donde se funden valores del patrimonio cultural local. Ambos lugares se hacen merecedores de una mayor atención, divulgación y especialmente se exige el rescate a estas fiestas originarias allí, olvidadas hoy y de las que el pueblo gustosamente volvería a disfrutar.
Se cree que dicho madero fue hallado por las familias remedianas, en uno de los bordes del rió llamado en aquellos tiempos Monte, que fundaron La Villa Gloriosa Santa Clara. El símbolo de la crucifixión indicaba que allí yacían restos humanos, hecho que motivo una narración recogida por Florentino Martínez (Floro), en su libro “Ayer de Santa Clara”.
Contó Floro que por aquellos parajes residía la familia de los esposos Justo Pérez y Manuela García, dueños de una pequeña hacienda ganadera, quienes tenían dos hijos, Ramón de 20 años y Maria de 18. Cierto día un joven llamado Jacinto, contratado como montero, llegó a esta granja y de inmediato se enamoró de Maria, quien a su vez le correspondió.
Tuvieron que llevar los amantes una relación reservada, pues Jacinto no era aceptado por el hermano Ramón, a quien hubo de enfrentar varias veces en defensa propia, pese a los esfuerzos que hizo para esquivar sus provocaciones. Ramón por su parte ignoraba el noviazgo de su hermana, mas su odio a Jacinto se debía a las habilidades de este en el enlace del ganado.
Confundido por el amor a Maria y el abominable Ramón, quiso Jacinto abandonar el lugar, antes decidió confesarle su inquietud a la amada y la citó cerca del río, donde esta hoy el monolito. Ramón que lo siguió descubrió el idilio y ciego de ira atacó con su machete a Jacinto, Maria que se interpuso entre ambos recibió el funesto tajo.
Al percatarse de tal hecho, huyó Ramón despavorido. Jacinto lo siguió pero no le dio alcance y mas tarde cuando Ramón volvió ante el cadáver de su hermana, Jacinto aprovechó la ocasión para golpearlo de forma mortal. Tras acabar con la vida de Ramón cavo una fosa donde colocó a su novia cubierta de verdes hojas y enterró una cruz de madera como forma de sacralizar el lugar
Esta trágica historia enriquece el folklore del pueblo santaclareño, pues la mencionada cruz permaneció en el sitio y dio nombre al puente a pesar que las autoridades del gobierno español lo llamaran Isabel II, en honor a la reina de España. La tradición pudo más que el interés de algunos que deseaban homenajear a la soberana y el pueblo siguió llamándolo Puente de la Cruz.
En 1861, el catalán residente en Santa Clara, Martín Camps Oliver donó una cruz de mármol, traída desde su tierra, que fue colocada donde existía la de madera. Al año siguiente comenzó a celebrarse en la calle Santa Elena, hoy Independencia, por un período de nueve noches, a partir del 3 de mayo, las fiestas conocidas como Verbena de la Cruz de Mayo o de la Calle Santa Elena.
Es preciso aclarar que la mencionada calle debió su nombre a la referida cruz, situada esta en el lugar donde se inicia dicha vía. Pues se tuvo en cuenta la estrecha relación de vínculos existentes entre la Santa Elena y la Santa Cruz del catolicismo, que ha devenido símbolo del cristianismo en todo el mundo.
La sólida cruz permaneció vertical sobre su pedestal hasta que fue dañada por algún indolente en 1921. El doctor Pedro Camps y Camps, hijo de Martín Camps, costeó su reposición y la inauguración se realizó, el 12 de agosto de 1922. Para 1996, el ciclón Lily a su pasó por esta ciudad la derribó y en diciembre de 1997, fue nuevamente restaurada.
El monumento a la Cruz del Puente y el Puente de la Cruz son sitios vinculados íntimamente a una leyenda, donde se funden valores del patrimonio cultural local. Ambos lugares se hacen merecedores de una mayor atención, divulgación y especialmente se exige el rescate a estas fiestas originarias allí, olvidadas hoy y de las que el pueblo gustosamente volvería a disfrutar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario