Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 4 de Junio del 2009 (FDC). Hasta la ley de abolición de la esclavitud, o sea hasta 1880, los negros afrocubanos, libres o esclavos, celebraban una fiesta, el 6 de enero de cada año. Que la Iglesia Católica consagra a la Epifanía de los Reyes Magos, llamada Día de Reyes.
El literato cubano Ramón Meza nos ha dejado esta cabal descripción del Día de Reyes: “Desde los primeros albores del día, ociase por todas partes el monótono ritmo de aquellos tambores, hechos de un tronco ahuecado y cubiertos por un extremo con un parche de cuero de buey que se templaba al fuego”.
Y continúa: “Los criados abandonaban las casas muy de mañana: y de las fincas cercanas a la población acudían las dotaciones: unas, atestando los vagones traseros del ferrocarril; otras hacinadas en carretas que conducían los enormes barriles de azúcar y no pocos a pie. Todos corrían a incorporarse a sus cabildos respectivos, que tenían por jefe generalmente al más anciano de la tribu o nación a que pertenecían”.
Los cabildos fueron organizaciones de los negros afrocubanos, principalmente formadas por afrodescendientes que tendían a mantener la cohesión social entre los africanos procedentes de una misma nación, como eran llamadas las etnias y a practicar entre ellos el auxilio, así como las diversiones colectivas.
A las doce del día la recreación llegaba a su apogeo. En las calles Mercaderes, Obispo y O’Relly era una procesión no interrumpida de diablitos. Todos se encaminaban a la Plaza de Armas. Luego salían del Palacio de los Capitanes Generales para dejar espacio a otros y desfilaba en perfecto orden.
Los congos y lucumies con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de rayas azules y pantalón rojo, los araras con sus mejillas llenas de cicatrices de cortaduras y de hierro candente, repletos de caracoles, colmillos de perros y de caimanes, cintas de hueso y de vidrio ensartados.
Sus bailadores metidos hasta la cintura en un gran rollete formado por un aro cubierto de fibras vegetales, los mandingas muy lujosos con sus anchos pantalones chaquetillas cortas y turbantes de genero de seda azul o rosa y bordeados del exótico marabú.
También los esclavos de otros países americanos celebraban su fiesta el Día del Reparto de Aguinaldo por sus amos. Según José Bachiller y Morales, la bacanal negra sucedía en las colonias inglesas el Día de la Natividad, como era en St. Kitts desde Noche Buena hasta el Año Nuevo, sus interminables danzas en las calles.
En las Bermudas se celebraba la fiesta del Gombay y en Jamaica las procesiones eran dirigidas por sus reyes y reinas. Al término de la esclavitud y el periodo colonial, el Día de Reyes pasó a ser fiesta para los niños. Estos esperaban ansiosos la fecha para recibir los regalos que traerían los Reyes Magos.
Melchor Gaspar y Baltazar eran los encargados de cumplir sus sueños y aunque no a todos los hogares llegaban los mismos, si ese día constituía en general una jornada de fiesta como continuidad de la tradición colonial. En la década del sesenta todo se vendió por la Tarjeta de Racionamiento, incluso los juguetes.
Así, fue desaparecida una tradición cultural, que desgraciadamente solo en las familias con mucho arraigo cristiano se conservo. Dejo un vacío en los sueños y esperanzas de las jóvenes generaciones, que quizás sea el germen del desarraigo de la actual generación de jóvenes con sus usanzas culturales.
Si se respetara a cabalidad la cultura de esta isla del mar Caribe, sin dudas existieran muchos menos problemas con las generaciones que componen esta sociedad. Porque a la patria la defienden la historia, política, economía e ideología, pero las tradiciones también son sus defensas, por ser la sabía que nutre a la patria.
El literato cubano Ramón Meza nos ha dejado esta cabal descripción del Día de Reyes: “Desde los primeros albores del día, ociase por todas partes el monótono ritmo de aquellos tambores, hechos de un tronco ahuecado y cubiertos por un extremo con un parche de cuero de buey que se templaba al fuego”.
Y continúa: “Los criados abandonaban las casas muy de mañana: y de las fincas cercanas a la población acudían las dotaciones: unas, atestando los vagones traseros del ferrocarril; otras hacinadas en carretas que conducían los enormes barriles de azúcar y no pocos a pie. Todos corrían a incorporarse a sus cabildos respectivos, que tenían por jefe generalmente al más anciano de la tribu o nación a que pertenecían”.
Los cabildos fueron organizaciones de los negros afrocubanos, principalmente formadas por afrodescendientes que tendían a mantener la cohesión social entre los africanos procedentes de una misma nación, como eran llamadas las etnias y a practicar entre ellos el auxilio, así como las diversiones colectivas.
A las doce del día la recreación llegaba a su apogeo. En las calles Mercaderes, Obispo y O’Relly era una procesión no interrumpida de diablitos. Todos se encaminaban a la Plaza de Armas. Luego salían del Palacio de los Capitanes Generales para dejar espacio a otros y desfilaba en perfecto orden.
Los congos y lucumies con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de rayas azules y pantalón rojo, los araras con sus mejillas llenas de cicatrices de cortaduras y de hierro candente, repletos de caracoles, colmillos de perros y de caimanes, cintas de hueso y de vidrio ensartados.
Sus bailadores metidos hasta la cintura en un gran rollete formado por un aro cubierto de fibras vegetales, los mandingas muy lujosos con sus anchos pantalones chaquetillas cortas y turbantes de genero de seda azul o rosa y bordeados del exótico marabú.
También los esclavos de otros países americanos celebraban su fiesta el Día del Reparto de Aguinaldo por sus amos. Según José Bachiller y Morales, la bacanal negra sucedía en las colonias inglesas el Día de la Natividad, como era en St. Kitts desde Noche Buena hasta el Año Nuevo, sus interminables danzas en las calles.
En las Bermudas se celebraba la fiesta del Gombay y en Jamaica las procesiones eran dirigidas por sus reyes y reinas. Al término de la esclavitud y el periodo colonial, el Día de Reyes pasó a ser fiesta para los niños. Estos esperaban ansiosos la fecha para recibir los regalos que traerían los Reyes Magos.
Melchor Gaspar y Baltazar eran los encargados de cumplir sus sueños y aunque no a todos los hogares llegaban los mismos, si ese día constituía en general una jornada de fiesta como continuidad de la tradición colonial. En la década del sesenta todo se vendió por la Tarjeta de Racionamiento, incluso los juguetes.
Así, fue desaparecida una tradición cultural, que desgraciadamente solo en las familias con mucho arraigo cristiano se conservo. Dejo un vacío en los sueños y esperanzas de las jóvenes generaciones, que quizás sea el germen del desarraigo de la actual generación de jóvenes con sus usanzas culturales.
Si se respetara a cabalidad la cultura de esta isla del mar Caribe, sin dudas existieran muchos menos problemas con las generaciones que componen esta sociedad. Porque a la patria la defienden la historia, política, economía e ideología, pero las tradiciones también son sus defensas, por ser la sabía que nutre a la patria.
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