Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 4 de junio del 2009 (FDC). Muchas ciudades del mundo tienen sitios que las caracterizan. París su Torre Eifel, Roma su Coliseo, La Habana su Bodeguita del Medio, lugares harto conocidos. Santa Clara tiene entre otros sitios de creciente interés “El Condado”, este además de uno de sus barrios periféricos es un gran mercado.
Suburbio que tiene una población compuesta mayoritariamente por personas de la raza negra y muy pobres. Entre mas se adentran en el, se puede advertir el incremento de la pobreza. Casas muchas en estado precario constructivo, confeccionadas con los más disímiles materiales, que los necesitados propietarios han podido obtener.
En su interior la mayoría de las calles no están asfaltadas, muchas son atravesadas por cañadas pestilentes de diferentes tamaños. A toda hora se ven sus moradores que deambulan por el barrio en busca de su subsistencia. Se encuentran toda clase de vendedores, ya sea en las puertas de sus moradas o deambulantes.
Especialmente a las 5: 00 p.m. un ramillete humano puebla muchas de sus esquinas, por ejemplo la de San Miguel y Toscano. En este lugar hay un bar que ha sido bautizado por sus adictos con un nombre impublicable, que se menciona cada vez que uno de ellos degusta algún trago de los que allí sirven.
A esa hora hacen su llegada los pescadores furtivos con toda clase de ofertas, desde ensartes de tilapia, hasta el sabroso pez gato. Todo es una amalgama humana formada por compradores, intermediarios y vendedores, fundidos en una masa compacta de ilegales.
Muchos mercaderes sitúan sus productos en la acera y usted a veces tiene que encontrar al dueño entre un gran número de ellos. Quienes esperan sentados por sus parroquianos, mientras toman algún traguito de la peor alquimia que se pueda imaginar. Se pregunta el precio y si esta de acuerdo con el “empresario” se lleva el producto.
Para esta muchedumbre aparentemente no existe la ley ni el orden. Sin embargo hay solo una cosa a la que todo el mundo responde, incluidos los clientes y vendedores, pues en la mayoría de las veces esto ocurre a la hora de más afluencia y volumen de en los negocios.
Es el grito estentóreo de “agua”, al ser oído una conmoción afecta al gentío como las ondas de un sismo. Rápidamente todos se movilizan, los compradores que ya tienen algo en su poder tratan de poner tierra por medio y los vendedores de acera se quedan petrificados, pero no se levantan de su lugar.
Ellos apuran su trago y esperan los acontecimientos, es el aviso de que ahí viene la policía. Cuando estos llegan y preguntan por alguna mercadería en específico, situada sobre el suelo, nadie sabe de quien es. Y todos se miran extrañados, como si nunca en la vida la hubieran visto.
El producto queda abandonado a su suerte como barco que se va a pique, no sin una ultima mirada lastimera de su propietario anónimo ante su decomiso. La mercancía por no tener “dueño” es ocupada por la gendarmería de turno y considerada cual botín de guerra.
Esto se repite diariamente, lo que añade un toque de folklore popular a este barrio negro, blanco y pobre que lucha por su supervivencia.
Aunque en la denominación oficial de esta barriada es “Raúl Sancho”. Y del fenecido sistema capitalista se le nombra “El Condado”. En la jerga popular se pronuncia “El Condao”. Así que pudiéramos tararear la canción: ¡El Condado Barrio y Mercado….Mercado y Barrio…..El Condao…..Todo eso es!
Suburbio que tiene una población compuesta mayoritariamente por personas de la raza negra y muy pobres. Entre mas se adentran en el, se puede advertir el incremento de la pobreza. Casas muchas en estado precario constructivo, confeccionadas con los más disímiles materiales, que los necesitados propietarios han podido obtener.
En su interior la mayoría de las calles no están asfaltadas, muchas son atravesadas por cañadas pestilentes de diferentes tamaños. A toda hora se ven sus moradores que deambulan por el barrio en busca de su subsistencia. Se encuentran toda clase de vendedores, ya sea en las puertas de sus moradas o deambulantes.
Especialmente a las 5: 00 p.m. un ramillete humano puebla muchas de sus esquinas, por ejemplo la de San Miguel y Toscano. En este lugar hay un bar que ha sido bautizado por sus adictos con un nombre impublicable, que se menciona cada vez que uno de ellos degusta algún trago de los que allí sirven.
A esa hora hacen su llegada los pescadores furtivos con toda clase de ofertas, desde ensartes de tilapia, hasta el sabroso pez gato. Todo es una amalgama humana formada por compradores, intermediarios y vendedores, fundidos en una masa compacta de ilegales.
Muchos mercaderes sitúan sus productos en la acera y usted a veces tiene que encontrar al dueño entre un gran número de ellos. Quienes esperan sentados por sus parroquianos, mientras toman algún traguito de la peor alquimia que se pueda imaginar. Se pregunta el precio y si esta de acuerdo con el “empresario” se lleva el producto.
Para esta muchedumbre aparentemente no existe la ley ni el orden. Sin embargo hay solo una cosa a la que todo el mundo responde, incluidos los clientes y vendedores, pues en la mayoría de las veces esto ocurre a la hora de más afluencia y volumen de en los negocios.
Es el grito estentóreo de “agua”, al ser oído una conmoción afecta al gentío como las ondas de un sismo. Rápidamente todos se movilizan, los compradores que ya tienen algo en su poder tratan de poner tierra por medio y los vendedores de acera se quedan petrificados, pero no se levantan de su lugar.
Ellos apuran su trago y esperan los acontecimientos, es el aviso de que ahí viene la policía. Cuando estos llegan y preguntan por alguna mercadería en específico, situada sobre el suelo, nadie sabe de quien es. Y todos se miran extrañados, como si nunca en la vida la hubieran visto.
El producto queda abandonado a su suerte como barco que se va a pique, no sin una ultima mirada lastimera de su propietario anónimo ante su decomiso. La mercancía por no tener “dueño” es ocupada por la gendarmería de turno y considerada cual botín de guerra.
Esto se repite diariamente, lo que añade un toque de folklore popular a este barrio negro, blanco y pobre que lucha por su supervivencia.
Aunque en la denominación oficial de esta barriada es “Raúl Sancho”. Y del fenecido sistema capitalista se le nombra “El Condado”. En la jerga popular se pronuncia “El Condao”. Así que pudiéramos tararear la canción: ¡El Condado Barrio y Mercado….Mercado y Barrio…..El Condao…..Todo eso es!
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