Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 4 de junio del 2009 (FDC). Con el arribo de la revolución, Cuba estaba sembrada de restaurantes, cafeterías y bares. Los había de todo tipo desde el café de 3 kilos y el guarapo de 2, con la fritura del mismo precio y otros donde podía degustar cualquier cosa que se le antojase.
En estos establecimientos usted podía encontrar dos cosas clásicas agua fría y un baño para sus necesidades más perentorias. Si tomaba cerveza era sin temor a arriesgarse a salir a la calle sin planificar sus necesidades fisiológicas, sabía que podía encontrar dondequiera un lugar adecuado para realizarlas.
Pero todo esto respondía al sistema capitalista de producción, con la consiguiente explotación del hombre por el hombre. Estos centros se acabaron con la ofensiva revolucionaria de 1968, con la cual desaparecieron de las manos privadas y pasaron a control del estado socialista y su economía (des) planificada.
A partir de ese momento empezaron los Centros-INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística) y otros tipos de establecimientos recreativos. Estos comenzaron a funcionar muy bien y posteriormente se deterioraron acosados por el mal congénito en Cuba, la falta de mantenimiento sistemático.
Y ahí, fue cuando empezaron a complicarse las cosas para el cubano de a pie. A partir de ese momento el cliente debió como buen ciudadano socialista al fin, planificar sus necesidades fisiológicas de ambos ordenes cuando saliera a la calle. De lo contrario habría de lavar a posteriori las ropas mojadas o ensuciadas.
La Habana era un ejemplo, usted podía entrar a los baños de restaurantes exclusivos como La Roca, El Conejito y otros, pero cuando la cosa apretó hasta los distintivos se pusieron por cola. Era difícil hacer esto, pues usted lograba recibir una rechifla de la fila, pues pensaban que era un “colao”.
Hubo baños famosos como el del hotel Habana Libre, que en una época se publicó en la prensa “era un baño público de 25 pisos”, pero al cual podía en ese entonces entrar y disfrutar de todas las comodidades. Que puede dejar de ofrecerle el mejor baño del país y sobre todo el más alto constructivamente de América Latina en su época.
Con la dolarización esto se acabó, no se pudo entrar más a los baños de los grandes hoteles y restaurantes. En la actualidad si usted logra entrar a uno de ellos lo hace acomplejado, pues en el plato de la propina solo ve brillantes moneditas de divisas libremente convertibles y los cubanos de a pie solo tienen moneda nacional…. por lo que sale de allí ruborizado.
Un baño público en pequeñas ciudades es una quimera o quizás una de las utopías más acentuadas por el periodo especial, por eso a muchas de las terminales de transportación las cierran por las noches. Si piensa ir a una de ellas para resolver, solo se queda “con las ganas”, pues ahora para pernoctar o hacer necesidades están las funerarias si esa noche existen muertos.
De paso por Las Tunas un amigo trató de ir al baño de la terminal ferroviaria, pero este estaba cerrado a pesar de que había sido reparado recientemente. Le dijeron que no había quien lo atendiera, pues no dejaban recaudar propinas al empleado allí ubicado y tenia que trabajar solo por el paupérrimo sueldo oficial.
Pero si usted no conoce la ciudad a donde viaja, es peor aun y puede encontrarse muchos baños cerrados o hasta con un candado puesto, como es el caso de la Terminal de Ómnibus en Placetas, provincia Villa Clara, donde tiene que solicitar la llave a un empleado adormecido y sin ganas de trabajar, para cumplimentar su necesidad.
En estos establecimientos usted podía encontrar dos cosas clásicas agua fría y un baño para sus necesidades más perentorias. Si tomaba cerveza era sin temor a arriesgarse a salir a la calle sin planificar sus necesidades fisiológicas, sabía que podía encontrar dondequiera un lugar adecuado para realizarlas.
Pero todo esto respondía al sistema capitalista de producción, con la consiguiente explotación del hombre por el hombre. Estos centros se acabaron con la ofensiva revolucionaria de 1968, con la cual desaparecieron de las manos privadas y pasaron a control del estado socialista y su economía (des) planificada.
A partir de ese momento empezaron los Centros-INIT (Instituto Nacional de la Industria Turística) y otros tipos de establecimientos recreativos. Estos comenzaron a funcionar muy bien y posteriormente se deterioraron acosados por el mal congénito en Cuba, la falta de mantenimiento sistemático.
Y ahí, fue cuando empezaron a complicarse las cosas para el cubano de a pie. A partir de ese momento el cliente debió como buen ciudadano socialista al fin, planificar sus necesidades fisiológicas de ambos ordenes cuando saliera a la calle. De lo contrario habría de lavar a posteriori las ropas mojadas o ensuciadas.
La Habana era un ejemplo, usted podía entrar a los baños de restaurantes exclusivos como La Roca, El Conejito y otros, pero cuando la cosa apretó hasta los distintivos se pusieron por cola. Era difícil hacer esto, pues usted lograba recibir una rechifla de la fila, pues pensaban que era un “colao”.
Hubo baños famosos como el del hotel Habana Libre, que en una época se publicó en la prensa “era un baño público de 25 pisos”, pero al cual podía en ese entonces entrar y disfrutar de todas las comodidades. Que puede dejar de ofrecerle el mejor baño del país y sobre todo el más alto constructivamente de América Latina en su época.
Con la dolarización esto se acabó, no se pudo entrar más a los baños de los grandes hoteles y restaurantes. En la actualidad si usted logra entrar a uno de ellos lo hace acomplejado, pues en el plato de la propina solo ve brillantes moneditas de divisas libremente convertibles y los cubanos de a pie solo tienen moneda nacional…. por lo que sale de allí ruborizado.
Un baño público en pequeñas ciudades es una quimera o quizás una de las utopías más acentuadas por el periodo especial, por eso a muchas de las terminales de transportación las cierran por las noches. Si piensa ir a una de ellas para resolver, solo se queda “con las ganas”, pues ahora para pernoctar o hacer necesidades están las funerarias si esa noche existen muertos.
De paso por Las Tunas un amigo trató de ir al baño de la terminal ferroviaria, pero este estaba cerrado a pesar de que había sido reparado recientemente. Le dijeron que no había quien lo atendiera, pues no dejaban recaudar propinas al empleado allí ubicado y tenia que trabajar solo por el paupérrimo sueldo oficial.
Pero si usted no conoce la ciudad a donde viaja, es peor aun y puede encontrarse muchos baños cerrados o hasta con un candado puesto, como es el caso de la Terminal de Ómnibus en Placetas, provincia Villa Clara, donde tiene que solicitar la llave a un empleado adormecido y sin ganas de trabajar, para cumplimentar su necesidad.
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