La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 4 de junio del 2009 (FDC). En un artículo se afirma: “Dios nos bendiga a todos”, creyentes o ateos con énfasis en que si eres ateo, pues no importa que creas en él o no, ya que de todos modos El Altísimo si existe y nos ama a todos por igual.
Si hermano mío, Jehová nos ama sin tener en cuenta nuestras ofensas y pecados. Él aborrece el pecado, pero ama al pecador. Recuerda siempre que él nos amó primero enviándonos a su hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, más tenga vida eterna. Levanta tus manos al cielo y alábalo.
Vez que sencillo es aceptar a Cristo como nuestro único intercesor entre Dios y todos los seres humanos. Dale gracias por este nuevo día de vida. Ámalo intensamente y con ese mismo fervor ama a tu prójimo, que puede ser cónyuge, vecino o ese que consideras como enemigo porque te cae mal.
Los problemas sociales, psicológicos, espirituales o de cualquier otra índole tienen, sin lugar a dudas, su origen en la falta de comprensión mutua entre los seres humanos, pues siempre uno desea imponer sus criterios en desestimación de los puntos de vista antagónicos. Jehová nos ordena en su santa palabra que amemos y perdonemos aún nuestros más acérrimos enemigos.
Hace años al conocer del enorme amor que Dios nos da gratuitamente, algunos no entendían como poder amar a sus enemigos, pues desde niños se posee el instinto de fajarse con el prójimo que se desteta. Después de muchos tropiezos en la vida, tanto personales como sociales y gracias al poder de la oración, se puede amar a todos sin distinción.
Todos también pueden lograrlo, querido hermano, creyente o ateo. Se debe tratar al menos pues realmente vale la pena, aún cuando se piense que eso de creer en Dios es anticuado o ridículo en nuestro mundo científico actual. A modo de ejemplo en muchos escritos se tendrán sorpresas.
Se trata de un resumen de la carta enviada recientemente por un gran amigo a otro, donde se suscribe: “….me da mucha pena cuando oigo decir que van para la iglesia el sábado, pues ese es el día de reposo y el domingo a la misa porque es el día que instituyó el señor”.
La misiva prosigue: “este amor que tengo no se lo debo a ningún Dios. Me basta con quedar bien con mi conciencia; la única que puede reprocharme mis malos pensamientos. A esa si le tengo que rendir cuentas”. Y se añade: “Mi madre estaba sola en este mundo, algunas veces limpiaba pisos y otras trabajaba de criada, y yo callado como un polluelo asustado”.
Para influir con optimismo en los lectores, es bueno que estos sepan que muchos creyentes oran por las personas incrédulas. Debido a que las sagradas escrituras y el cristianismo modelan que Dios es para todos sean estos creyentes, ateos o agnósticos. Porque Dios es amor al partidario y al contrario.
Si hermano mío, Jehová nos ama sin tener en cuenta nuestras ofensas y pecados. Él aborrece el pecado, pero ama al pecador. Recuerda siempre que él nos amó primero enviándonos a su hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él crea, no se pierda, más tenga vida eterna. Levanta tus manos al cielo y alábalo.
Vez que sencillo es aceptar a Cristo como nuestro único intercesor entre Dios y todos los seres humanos. Dale gracias por este nuevo día de vida. Ámalo intensamente y con ese mismo fervor ama a tu prójimo, que puede ser cónyuge, vecino o ese que consideras como enemigo porque te cae mal.
Los problemas sociales, psicológicos, espirituales o de cualquier otra índole tienen, sin lugar a dudas, su origen en la falta de comprensión mutua entre los seres humanos, pues siempre uno desea imponer sus criterios en desestimación de los puntos de vista antagónicos. Jehová nos ordena en su santa palabra que amemos y perdonemos aún nuestros más acérrimos enemigos.
Hace años al conocer del enorme amor que Dios nos da gratuitamente, algunos no entendían como poder amar a sus enemigos, pues desde niños se posee el instinto de fajarse con el prójimo que se desteta. Después de muchos tropiezos en la vida, tanto personales como sociales y gracias al poder de la oración, se puede amar a todos sin distinción.
Todos también pueden lograrlo, querido hermano, creyente o ateo. Se debe tratar al menos pues realmente vale la pena, aún cuando se piense que eso de creer en Dios es anticuado o ridículo en nuestro mundo científico actual. A modo de ejemplo en muchos escritos se tendrán sorpresas.
Se trata de un resumen de la carta enviada recientemente por un gran amigo a otro, donde se suscribe: “….me da mucha pena cuando oigo decir que van para la iglesia el sábado, pues ese es el día de reposo y el domingo a la misa porque es el día que instituyó el señor”.
La misiva prosigue: “este amor que tengo no se lo debo a ningún Dios. Me basta con quedar bien con mi conciencia; la única que puede reprocharme mis malos pensamientos. A esa si le tengo que rendir cuentas”. Y se añade: “Mi madre estaba sola en este mundo, algunas veces limpiaba pisos y otras trabajaba de criada, y yo callado como un polluelo asustado”.
Para influir con optimismo en los lectores, es bueno que estos sepan que muchos creyentes oran por las personas incrédulas. Debido a que las sagradas escrituras y el cristianismo modelan que Dios es para todos sean estos creyentes, ateos o agnósticos. Porque Dios es amor al partidario y al contrario.
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