Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 25 de junio del 2009 (FDC). Antes del triunfo revolucionario de 1959, era fácil transportarse en Cuba, se podía ir a casi todos los confines del país sin mucho problema. Había ómnibus, trenes, autos de alquiler, carros de línea de vía estrecha, los que lo llevaban a usted a su destino más deseado o alejado.
Las empresas de ómnibus capitalistas “explotadoras” del pueblo cubano, tenían múltiples salidas desde la capital del país hacia todos los límites. Para citar algunos ejemplos, la línea Santiago-Habana tenía 27 salidas diarias. Sin contar con sus competidoras “Ómnibus Menéndez”, “La Estrella del Sur” y “La Ranchuelera”.
Lo anterior permitía que usted no tuviera ni siquiera necesidad de reservar para realizar su viaje y todo ello a precios accesibles para el ciudadano medio y hasta pobre. Al radicalizarse el proceso comunista y romperse las relaciones con el vecino del norte, se empezó a deteriorar el transporte, el cual nunca ha vuelto a su estado original.
Pronto llegaron buses del campo “socialista” y algunos del “capitalista” como fueron las Skoda checos o los ingleses 500 ómnibus Leyland, recibidos en la década del 60, algunos de los cuales todavía funcionan. Si inventariáramos las guaguas llegadas en estos 50 años, sumarian más que todas las recibidas durante la época republicana.
No obstante, toda esta ayuda millonaria ha sido inútil, pues siempre el transporte es por lo general pésimo en toda la nación. La mala atención a los vehículos exterminó todas las generaciones de estos, que ingresaron al país una tras otra, independientemente de su calidad y del mantenimiento de los mecánicos automotrices.
Hoy en día, con el arribo de los nuevos ómnibus chinos marca Yutong, resurgió la esperanza del cubano de a pie, de poder mitigar un poco la falta de transporte. Al principio todo fue color de rosa, pues empezaron a circular de forma experimental sin cobrar un centavo y todos pudieron viajar un corto tiempo “sin que sonara la contadora”.
Cuando se oficializaron los nuevos precios estos petrificaron a los viajeros, pues las tarifas subieron aproximadamente 5 veces. Desde la Habana a Santa Clara que valía unos 11 pesos cubanos, escaló hasta los 56. En un tramo donde antes valía centavos el pasaje, ahora cobran 10 pesos, como el corto trayecto de Guayos hasta Sancti Spíritus.
Ni aun, a estos precios por si mismos escalofriantes se puede disponer de estos ómnibus, pues la mayoría de ellos están dedicados a lo que se ha popularizado como “transportación”. Lo que se traduce en usar estos vehículos para las necesidades de hacer actividades políticas gubernamentales y no para satisfacer las penurias de los viajeros.
La falta de transporte en las ciudades de provincias corre el mismo destino, pues los carretones de caballos se enseñorean como dueños principales del ir y venir de los cubanos del montón. Las guaguas locales circulan varias veces al día, como si fueran vehículos interprovinciales y no satisfacen las expectativas de transportación.
Un sugerente articulo aparecido en el periódico oficial “Vanguardia”, que es impreso en la ciudad de Santa Clara, con fecha 1 de marzo del año 2009. Describe como el propio periodista que pretendía trasladarse desde la ciudad hasta la Escuela Vocacional “Ernesto Che Guevara”, tuvo que hacer parte del largo viaje a pie.
Aquel día, descrito en el trabajo periodístico no circuló la ruta 3, de la Empresa de Ómnibus Urbanos de Santa Clara. Y para sorpresa de los usuarios no había carretones tirados por caballos, que llegaran hasta su pretendido, alejado y suburbano destino del Kilómetro- 3 y medio de la Carretera a Camajuaní.
Cual no seria su sorpresa al arribar y encontrarse un paisaje matizado por decenas de carros estatales, en que los padres de los educandos con cargos dirigentes fueron a ver a sus hijos a la referida escuela. Estos para nada pasaron el más mínimo trabajo en su traslado, pues disponían de vehículos “estaticulares”: mitad estatal y mitad particular.
Que pensó este periodista al contemplar aquel panorama, cuando el mismo tiene que ponderar en su periódico la salud ideológica de un régimen, que se dice trabaja para el pueblo. Viene a la mente aquel pensamiento de José Martí, que reza: “El orador brilla por lo que dice, pero perdura por lo que hace….”.
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