Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 11 de junio del 2009 (FDC). El juego de pelota fue considerado por las autoridades deportivas y gubernamentales desde finales del siglo XIX como el deporte con más seguidores en la isla. Tanto es así que actualmente está actividad ostenta el título de deporte nacional.
Sus primeras referencias en la nación datan del lejano 1866, donde se catalogó desde un principio como un ejercicio de malos augurios. Los visionarios dijeron que no se impondría a las ligas de gallos y corridas de toros, aunque dos años más tardes surgió el Club Habana.
Está práctica tuvo su mayor desarrollo en el occidente del país, principalmente en la capital. La novena Matanzas ya existía en 1874 y ese propio año, el 27 de diciembre, se enfrentó al visitador Habana, considerado el primer juego oficial realizado en Cuba. Asimismo cuatro años después apareció el team Almendares.
Durante las campañas de béisbol en Cuba, antes de 1959, fue corriente y legal que un jugador pasara a otro equipo. El interés del canje estuvo dado principalmente por su deseo de escalar en la esfera social, obtener mayores dividendos o coronarse campeón.
Con la llegada de Fidel Castro Ruz al poder fueron eliminadas las ligas profesionales nacionales y la posibilidad del jugador a cambiar de club. El nuevo régimen apunto que este tipo de entretenimiento era para burgueses y los peloteros isleños con un salario garantizado por el estado no habrían de prostituirse.
Los dirigentes socialistas manifestaron hace cerca de 50 años que habían erradicado los males capitalistas alrededor del deporte de las bolas y los strikes. Algunos de los combatidos “vicios”, eran las frecuentes apuestas y contratos por elevadas sumas de dinero. Todos ellos presentes actualmente.
Este carácter amateur de los atletas cubanos es alegado por los directivos de estas competiciones, al plantear que estos poseen un empleo como fachada. Hay sobrados ejemplos de jugadores villaclareños, que solo visitan el departamento económico del Combinado Lácteo de esta ciudad, para efectuar el cobro. No olvidar que profesional es quien vive de lo que hace.
Hoy, es común ver los estadios casi vacíos durante las Series Nacionales de Béisbol y de los pocos espectadores asistentes, la mayoría no presta atención al espectáculo. La baja calidad del torneo no atrae el suficiente público y una gran parte acude a estos terrenos deportivos a citas amorosas, practicar juegos ilícitos e ingerir bebidas alcohólicas.
La captación y robo de talentos atléticos por sucursales foráneas, es tema criticado casi a diario por comentaristas deportivos oficialistas de radio y televisión, siempre perfilado esto contra otros países. Paradójicamente cuando el capitalino conjunto Industriales comete estas felonías sobre su coterráneo Metropolitanos, no se dice palabra alguna.
Deportistas y fanáticos siguen un círculo vicioso que comparten anualmente, los primeros se hacen los que van a jugar, perdón digo, a trabajar y los segundos fingen verlos. A pesar de continuar llamándosele el deporte nacional, este ha degenerado poco a poco en el “matatiempo” nacional.
Sus primeras referencias en la nación datan del lejano 1866, donde se catalogó desde un principio como un ejercicio de malos augurios. Los visionarios dijeron que no se impondría a las ligas de gallos y corridas de toros, aunque dos años más tardes surgió el Club Habana.
Está práctica tuvo su mayor desarrollo en el occidente del país, principalmente en la capital. La novena Matanzas ya existía en 1874 y ese propio año, el 27 de diciembre, se enfrentó al visitador Habana, considerado el primer juego oficial realizado en Cuba. Asimismo cuatro años después apareció el team Almendares.
Durante las campañas de béisbol en Cuba, antes de 1959, fue corriente y legal que un jugador pasara a otro equipo. El interés del canje estuvo dado principalmente por su deseo de escalar en la esfera social, obtener mayores dividendos o coronarse campeón.
Con la llegada de Fidel Castro Ruz al poder fueron eliminadas las ligas profesionales nacionales y la posibilidad del jugador a cambiar de club. El nuevo régimen apunto que este tipo de entretenimiento era para burgueses y los peloteros isleños con un salario garantizado por el estado no habrían de prostituirse.
Los dirigentes socialistas manifestaron hace cerca de 50 años que habían erradicado los males capitalistas alrededor del deporte de las bolas y los strikes. Algunos de los combatidos “vicios”, eran las frecuentes apuestas y contratos por elevadas sumas de dinero. Todos ellos presentes actualmente.
Este carácter amateur de los atletas cubanos es alegado por los directivos de estas competiciones, al plantear que estos poseen un empleo como fachada. Hay sobrados ejemplos de jugadores villaclareños, que solo visitan el departamento económico del Combinado Lácteo de esta ciudad, para efectuar el cobro. No olvidar que profesional es quien vive de lo que hace.
Hoy, es común ver los estadios casi vacíos durante las Series Nacionales de Béisbol y de los pocos espectadores asistentes, la mayoría no presta atención al espectáculo. La baja calidad del torneo no atrae el suficiente público y una gran parte acude a estos terrenos deportivos a citas amorosas, practicar juegos ilícitos e ingerir bebidas alcohólicas.
La captación y robo de talentos atléticos por sucursales foráneas, es tema criticado casi a diario por comentaristas deportivos oficialistas de radio y televisión, siempre perfilado esto contra otros países. Paradójicamente cuando el capitalino conjunto Industriales comete estas felonías sobre su coterráneo Metropolitanos, no se dice palabra alguna.
Deportistas y fanáticos siguen un círculo vicioso que comparten anualmente, los primeros se hacen los que van a jugar, perdón digo, a trabajar y los segundos fingen verlos. A pesar de continuar llamándosele el deporte nacional, este ha degenerado poco a poco en el “matatiempo” nacional.
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