La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 30 de julio del 2009 (FDC). Los residentes en Cuba de cualquier edad, sexo, nivel intelectual y raza comprenden que los cambios están cercanos. La mayor preocupación se ha convertido en la aterrorizante pregunta, mientras estos ocurren ¿Cómo nos las arreglamos para continuar, hasta que lleguen las reformas?
Tras la sorpresa de asimilar que el Dr. Fidel Castro Ruz es un hombre de carne y hueso, por lo que en cualquier momento puede fallecer tras una ya prolongada enfermedad. Las mentalidades de los nacionales se han acostumbrado al (in) tranquilo compás de espera, que de un momento a otro puede ser roto con la noticia del deceso pre-anunciado.
Esta situación crea una total incertidumbre a nivel de toda la sociedad en la isla, debido a que la principal fortaleza del castrismo, a su vez, es su debilidad, la presencia o no del líder. No es lo mismo tratar de llevar adelante a la “Revolución Cubana” con Fidel presente en la mayoría de las actividades, que intentar hacerlo sin él.
Con las últimas defenestraciones a la nomenclatura en el poder como Carlos Lage Dávila o Felipe Pérez Roque, da la sensación a la ciudadanía que en las máximas esferas del fidelismo existen serias luchas intestinas. Cuestión que se ha visto reforzada con la proyección de un video contra los sustituidos, hasta ahora exclusivo para los militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Nadie está seguro en su cargo estatal de rango alto, medio o bajo, porque los castro-fidelistas son sacados de los puestos de privilegios a cajas destempladas por unos advenedizos castro-raulistas. Lo que ha traído una conmoción colectiva de relajación de la disciplina social existente hasta ahora y la aparición de nuevos problemas de convivencia.
Uno de estas complicaciones es la descomposición psicológica, que se ha producido al interior de cada cubano en cualquier status político-económico-social. Las almas de los residentes en la isla se corroyeron aceleradamente, ante la realidad diaria de carencias para la mayor parte de ellos ante los privilegios para una minoría.
Ser un corrupto en la Cuba de hoy, ya no depende del estamento social al que pertenezca el comisor del delito de Cohecho. Pueden ostentar esta condición desde los más encumbrados miembros del Buró Político del Comité Central del PCC, hasta los cubanos de mayor precariedad económica.
La corrupción como modo de evadir la crisis económica a que se enfrentan todos los cubanos de a pie, peligrosamente es vista como algo cotidiano por los sujetos sociales. Robarle al estado y por tanto al erario público, es comprendido como una necesidad acuciante de la inmensa mayoría de quienes viven dentro de este archipiélago.
Se conoce el caso de muchos empresarios estatales, incluso con la condición de militantes del PCC, que se apropian de bienes del estado y lo convierten en dinero estadounidense aceleradamente. Llevar el fruto de lo robado a dólares, es una forma práctica de asegurarse un capital financiero, para cuando llegue el capitalismo.
Cual una enfermedad infesto-contagiosa las corruptelas cada día involucran a una mayor cantidad de isleños, a quienes la desesperación material los empuja a olvidarse de los cánones morales preestablecidos. Como repite ese filosofo de la calle, don Matías Cantero: “Cuando hay hambre……la moral no se puede comer”.
Aunque muchos especulan al respecto, nadie salvo Dios, sabe cuando se producirán finalmente las esperadas reformas en Cuba. Este contexto desborda las expectativas de los cubanos y solo sienten un miedo inefable rumbo al futuro, una sola cosa si es cierta en la sociedad nacional contemporánea, a cada paso se respira una corrupción en el ambiente.
Tras la sorpresa de asimilar que el Dr. Fidel Castro Ruz es un hombre de carne y hueso, por lo que en cualquier momento puede fallecer tras una ya prolongada enfermedad. Las mentalidades de los nacionales se han acostumbrado al (in) tranquilo compás de espera, que de un momento a otro puede ser roto con la noticia del deceso pre-anunciado.
Esta situación crea una total incertidumbre a nivel de toda la sociedad en la isla, debido a que la principal fortaleza del castrismo, a su vez, es su debilidad, la presencia o no del líder. No es lo mismo tratar de llevar adelante a la “Revolución Cubana” con Fidel presente en la mayoría de las actividades, que intentar hacerlo sin él.
Con las últimas defenestraciones a la nomenclatura en el poder como Carlos Lage Dávila o Felipe Pérez Roque, da la sensación a la ciudadanía que en las máximas esferas del fidelismo existen serias luchas intestinas. Cuestión que se ha visto reforzada con la proyección de un video contra los sustituidos, hasta ahora exclusivo para los militantes del Partido Comunista de Cuba (PCC).
Nadie está seguro en su cargo estatal de rango alto, medio o bajo, porque los castro-fidelistas son sacados de los puestos de privilegios a cajas destempladas por unos advenedizos castro-raulistas. Lo que ha traído una conmoción colectiva de relajación de la disciplina social existente hasta ahora y la aparición de nuevos problemas de convivencia.
Uno de estas complicaciones es la descomposición psicológica, que se ha producido al interior de cada cubano en cualquier status político-económico-social. Las almas de los residentes en la isla se corroyeron aceleradamente, ante la realidad diaria de carencias para la mayor parte de ellos ante los privilegios para una minoría.
Ser un corrupto en la Cuba de hoy, ya no depende del estamento social al que pertenezca el comisor del delito de Cohecho. Pueden ostentar esta condición desde los más encumbrados miembros del Buró Político del Comité Central del PCC, hasta los cubanos de mayor precariedad económica.
La corrupción como modo de evadir la crisis económica a que se enfrentan todos los cubanos de a pie, peligrosamente es vista como algo cotidiano por los sujetos sociales. Robarle al estado y por tanto al erario público, es comprendido como una necesidad acuciante de la inmensa mayoría de quienes viven dentro de este archipiélago.
Se conoce el caso de muchos empresarios estatales, incluso con la condición de militantes del PCC, que se apropian de bienes del estado y lo convierten en dinero estadounidense aceleradamente. Llevar el fruto de lo robado a dólares, es una forma práctica de asegurarse un capital financiero, para cuando llegue el capitalismo.
Cual una enfermedad infesto-contagiosa las corruptelas cada día involucran a una mayor cantidad de isleños, a quienes la desesperación material los empuja a olvidarse de los cánones morales preestablecidos. Como repite ese filosofo de la calle, don Matías Cantero: “Cuando hay hambre……la moral no se puede comer”.
Aunque muchos especulan al respecto, nadie salvo Dios, sabe cuando se producirán finalmente las esperadas reformas en Cuba. Este contexto desborda las expectativas de los cubanos y solo sienten un miedo inefable rumbo al futuro, una sola cosa si es cierta en la sociedad nacional contemporánea, a cada paso se respira una corrupción en el ambiente.
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