jueves, 30 de julio de 2009

MASCARILLA GUBERNAMENTAL, Félix Reyes Gutiérrez.

Ranchuelo, Villa Clara, 30 de julio del 2009 (FDC). El domingo 18 de julio del año en curso, se celebró en todas las municipalidades del país “El Día de los Niños”. Conmemoración contradictoria si se tiene en cuenta que los más pequeños a lo largo de 50 años de castrismo, han sufrido muchas más penas que glorias.

Para un matrimonio tener hijos en la mayor de las antillas es un dolor de cabeza. Los artículos de la canastilla tienen que escudriñarlos en la bolsa negra, pues los mercados en moneda nacional no ofertan casi nada. Una minoría que recibe remesas provenientes del exterior los adquiere en las tiendas recaudadoras de divisas a elevados precios.

En el mercado sumergible hay que comprar la tela antiséptica y la gasa para confeccionar los pañales, culeros, mosquiteros y almohadas. Las batas que va a utilizar el bebe, los pomos para la leche, el agua y los jugos, así como biberones, alfileres, sábanas, fundas, toallas, medias, calzado, colchón y hasta la cuna, salen de la bolsa negra.

Después de nacidos los niños, muchos crecen con afectaciones psicomotoras por el mal equilibrio nutricional. La alimentación del estado es insuficiente y se ven precisados a consumir con mayor cuantía los alimentos adquiridos por los padres de forma ilegal. También la imposibilidad de obtener juguetes debido a los altos precios del mercado, conspira contra su normal desarrollo.

De enfermarse el menor corres el riesgo de visitar los propagandizados Consultorios del Médico de la Familia y no encontrar galeno alguno. Ir a un laboratorio para la realización de un análisis de sangre y no tener reactivo. Escuchar que los equipos están rotos en un hospital o los medicamentos que necesita no se encuentran en las farmacias.

Cuando los infantes se inician como estudiantes, la mayoría de los casos reciben clases en el nivel primario de una maestra emergente con deficiente base académica. La cual le trasmite a los pequeños, errores gramaticales, ortográficos y en operaciones de cálculos básicos como adición, sustracción, multiplicación y división, que arrastran para casi toda su vida.

La enseñanza secundaria y pre-universitario martiriza a los progenitores de los chicos. Sus estadías anuales en las escuelas en el campo, provocan que los familiares incurran en cuantiosos gastos de transportación y alimentación, los cuales en muchas ocasiones los lleva a contraer deudas impagables con parientes y amigos.

También las etapas denominadas “escuela al campo” traen marcadas erogaciones económicas para el núcleo familiar. Es en está labor donde los pequeños realizan la función de obreros-esclavos, pues trabajan durante treinta días, en horario matutino y vespertino, sin recibir remuneración alguna.

Algunos permanecen en las calles y solicitan dinero a turistas extranjeros en parques y plazas públicas, para contribuir al incremento del ingreso familiar. De la misma manera limpian los automóviles que parquean los visitantes foráneos en las proximidades de terminales de ómnibus y trenes con la misma finalidad.

Muchos realizan esas actividades descalzos o en chancletas de baño, pues los padres solo pueden suministrarle un único par de zapatos, cada dos o tres años, debido a los bajos salarios que reciben del gobierno. Con ese calzado tienen que ir a la escuela y realizar el resto de las labores en dicho período.

A su vez, semidesnudos porque solo poseen una o dos mudas de ropa, que los progenitores compraron con el ahorro de centavos durante años. Los textiles deben ser preservados por un prolongado tiempo, para asistir a las actividades colegiales, visitar un pariente, amigo o frecuentar cualquier otro lugar.

El apóstol nacional de Cuba “José Martí” dijo: “Los niños nacen para ser felices”. Pensaba en chicos de países libres y democráticos. No en aquellos que conviven bajo regímenes dictatoriales, donde ríe una minoría descendiente de la cúpula de poder, mientras la generalidad convive en la aflicción, entre elogios, tras un pedacito de pastel anual.

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