Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 16 de julio del 2009 (FDC). El 15 de julio de 1689, un numeroso grupo de familias de San Juan de los Remedios, so pretexto de huir a los constantes ataques de corsarios y piratas a que era sometida aquella villa costera, se trasladaron y fundaron la actual Santa Clara.
El objetivo de dicho traslado fue defensivo y apoyado por el Capitán General de la Isla de Cuba, el general de ingenieros Severino Manzanero, quien veló personalmente por el trazado del nuevo asentamiento poblacional. Para ello designó a inspectores residentes en la Habana, quienes se desplazaron hasta el centro de la isla.
Como los fundadores partieron la fecha antes señalada de Remedios, distante unos 60 kilómetros hasta Santa Clara, es muy probable que tardaran el día entero en llegar. Ante la ausencia de caminos, se movían por carretas y cruzaron tres ríos importantes, el Sagua la Chica, Camajuaní y Ochoa. Esto hizo que llegaran de noche al sitio donde crearían el poblado de marras.
La mañana siguiente al ver el magnífico paisaje, una verde colina serpenteaba por dos fértiles arroyos cristalinos. Una parte de los colonizadores celebró con el sacerdote que los acompañaba, una misa de fundación para la nueva villa. Según la Resolución firmada por el Capitán General se nombró “Gloriosa Santa Clara de Asís”.
Al ser 16 de julio, la fecha dedicada en la Iglesia católica a la festividad de Nuestra Señora del Carmen, por el Calendario Litúrgico Católico, dicha colina comenzó a llamarse “La Loma del Carmen”. En ese lugar el padre Juan de Conyedo construyó años más tarde una iglesia llamada Nuestra Señora del Carmen, encargada de perpetuar tan memorable lugar.
A comienzos de 1697, surgió el primer ingenio azucarero sumándose a carpinterías, zapaterías y comercios existentes. Otro factor que influyó en el progreso local fue la explotación de las minas de cobre en el cercano “Hato de Maleza”, fundiéndose este mineral aquí, se uso en la confección de tachos y pailas para la incipiente industria azucarera.
Todas las construcciones, religiosas y civiles, eran de madera y techo de guano hasta que el padre Conyedo en 1717, mando a construir el primer tejar. La Ermita de la Candelaria recibió los primeros beneficios, mientras otras edificaciones posteriores se favorecieron a la vez. Después surgió la primicia en las casas de ladrillo, en la intersección de las calles Buen Viaje y Unión.
Alrededor de una Plaza Mayor, hoy parque “Leoncio Vidal”, con las esquinas cerradas como defensa, comenzó la ciudad a crecer. Buen Viaje fue la primera calle en trazarse que accedió al centro de la Plaza. Igual suerte corrió desde el norte la calle Lorda. El callejón de las Flores, hoy “Padre Chao” fue la vía de entrada por el oeste.
Para mejorar el acceso a dicha plaza se hubo de abrir los costados de la misma, observándose aun vestigios del plano original. Los portales del Museo De Artes Decorativas y la peluquería “Maruyama” en Céspedes y Luís Estévez rompen la alineación de ambas calles. Parecido ocurre en las aceras de Marta Abreu y Máximo Gómez, donde se quiebra la rectitud de esta ultima.
Durante el año 1724, la ciudadela amplio sus limites hacia el oeste por las calles Calvario, ahora Marta Abreu y Santa Clara o de los Oficios, actualmente Rafael Tristá, puesto que esta ultima concentraba la actividad comercial y artesanal. Por el sur, la expansión llego hasta lo que es hoy la vía Eduardo Machado, popularmente conocida como San Cristóbal.
Ya en 1734, se reconstruyo la Parroquial Mayor, enclavada a un borde de la Plaza Mayor, de mampostería y tejas. La ganadería local abastecía a La Habana sin detrimento propio. Para 1743 la población se alargaba hacia el sur, entre los ríos Bélico y Cubanicay, mientras por el norte llegaban hasta la colina del Carmen.
Otros datos de la época, dicen que la ciudad contaba con cerca de 4,500 habitantes para 1750. Se construyeron las ermitas de Nuestra Señora del Carmen y del Buen Viaje, en 1754 y 1762 respectivamente. Esta última levantada por pardos y morenos de distintas etnias africanas, tuvo además un techo de alfarje estilo “Medujar”, propio del pre Barroco cubano, existente aun.
Hacia el primer centenario de la villa creada por los remedianos, ya contaba esta con sus dos primeras escribanías, 1786, que estuvieron a cargo de Don José del Puerto y Don Juan José Marrero. En el aspecto demográfico tenemos que la población se había disparado en 1789, hasta los 7,000 habitantes.
Hasta aquí el primer siglo de existencia de la actual ciudad de Santa Clara. Que por estos días está en los festejos por su 320 aniversario de la fundación de la urbe. Unos homenajes caracterizados por las carencias e incertidumbres del futuro de esta capital de la provincia de Villa Clara y reflejo de toda Cuba.
El objetivo de dicho traslado fue defensivo y apoyado por el Capitán General de la Isla de Cuba, el general de ingenieros Severino Manzanero, quien veló personalmente por el trazado del nuevo asentamiento poblacional. Para ello designó a inspectores residentes en la Habana, quienes se desplazaron hasta el centro de la isla.
Como los fundadores partieron la fecha antes señalada de Remedios, distante unos 60 kilómetros hasta Santa Clara, es muy probable que tardaran el día entero en llegar. Ante la ausencia de caminos, se movían por carretas y cruzaron tres ríos importantes, el Sagua la Chica, Camajuaní y Ochoa. Esto hizo que llegaran de noche al sitio donde crearían el poblado de marras.
La mañana siguiente al ver el magnífico paisaje, una verde colina serpenteaba por dos fértiles arroyos cristalinos. Una parte de los colonizadores celebró con el sacerdote que los acompañaba, una misa de fundación para la nueva villa. Según la Resolución firmada por el Capitán General se nombró “Gloriosa Santa Clara de Asís”.
Al ser 16 de julio, la fecha dedicada en la Iglesia católica a la festividad de Nuestra Señora del Carmen, por el Calendario Litúrgico Católico, dicha colina comenzó a llamarse “La Loma del Carmen”. En ese lugar el padre Juan de Conyedo construyó años más tarde una iglesia llamada Nuestra Señora del Carmen, encargada de perpetuar tan memorable lugar.
A comienzos de 1697, surgió el primer ingenio azucarero sumándose a carpinterías, zapaterías y comercios existentes. Otro factor que influyó en el progreso local fue la explotación de las minas de cobre en el cercano “Hato de Maleza”, fundiéndose este mineral aquí, se uso en la confección de tachos y pailas para la incipiente industria azucarera.
Todas las construcciones, religiosas y civiles, eran de madera y techo de guano hasta que el padre Conyedo en 1717, mando a construir el primer tejar. La Ermita de la Candelaria recibió los primeros beneficios, mientras otras edificaciones posteriores se favorecieron a la vez. Después surgió la primicia en las casas de ladrillo, en la intersección de las calles Buen Viaje y Unión.
Alrededor de una Plaza Mayor, hoy parque “Leoncio Vidal”, con las esquinas cerradas como defensa, comenzó la ciudad a crecer. Buen Viaje fue la primera calle en trazarse que accedió al centro de la Plaza. Igual suerte corrió desde el norte la calle Lorda. El callejón de las Flores, hoy “Padre Chao” fue la vía de entrada por el oeste.
Para mejorar el acceso a dicha plaza se hubo de abrir los costados de la misma, observándose aun vestigios del plano original. Los portales del Museo De Artes Decorativas y la peluquería “Maruyama” en Céspedes y Luís Estévez rompen la alineación de ambas calles. Parecido ocurre en las aceras de Marta Abreu y Máximo Gómez, donde se quiebra la rectitud de esta ultima.
Durante el año 1724, la ciudadela amplio sus limites hacia el oeste por las calles Calvario, ahora Marta Abreu y Santa Clara o de los Oficios, actualmente Rafael Tristá, puesto que esta ultima concentraba la actividad comercial y artesanal. Por el sur, la expansión llego hasta lo que es hoy la vía Eduardo Machado, popularmente conocida como San Cristóbal.
Ya en 1734, se reconstruyo la Parroquial Mayor, enclavada a un borde de la Plaza Mayor, de mampostería y tejas. La ganadería local abastecía a La Habana sin detrimento propio. Para 1743 la población se alargaba hacia el sur, entre los ríos Bélico y Cubanicay, mientras por el norte llegaban hasta la colina del Carmen.
Otros datos de la época, dicen que la ciudad contaba con cerca de 4,500 habitantes para 1750. Se construyeron las ermitas de Nuestra Señora del Carmen y del Buen Viaje, en 1754 y 1762 respectivamente. Esta última levantada por pardos y morenos de distintas etnias africanas, tuvo además un techo de alfarje estilo “Medujar”, propio del pre Barroco cubano, existente aun.
Hacia el primer centenario de la villa creada por los remedianos, ya contaba esta con sus dos primeras escribanías, 1786, que estuvieron a cargo de Don José del Puerto y Don Juan José Marrero. En el aspecto demográfico tenemos que la población se había disparado en 1789, hasta los 7,000 habitantes.
Hasta aquí el primer siglo de existencia de la actual ciudad de Santa Clara. Que por estos días está en los festejos por su 320 aniversario de la fundación de la urbe. Unos homenajes caracterizados por las carencias e incertidumbres del futuro de esta capital de la provincia de Villa Clara y reflejo de toda Cuba.
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