jueves, 5 de noviembre de 2009

DEL DIÁLOGO SOCIAL AL INSTITUCIONAL, Joaquín Cabezas De León.


La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 8 de octubre del 2009 (FDC). Un diagnóstico serio sobre la sociedad cubana, debe partir del hecho que si bien existe un movimiento pro democracia, este no tiene la capacidad para movilizar la sociedad desde abajo e impulsar un proceso de transición. En el país persiste la crisis y el desencanto social, pero el régimen controla la situación.

Buscar formulas debe ser la tarea básica del liderazgo cívico para cambiar esta circunstancia y deben estar encaminadas a fortalecer el tejido social independiente e implementar la desobediencia civil para ampliar la “zona gris” de la sociedad. Erosionar las fuentes de autoridad y control del poder, que es el escenario natural para implementar esta estrategia es la comunidad.

Estudiosos de la realidad cubana tienen el criterio que el movimiento opositor ha descuidado el trabajo comunitario. Al focalizar una estrategia macro y fomentar alianzas o concertaciones proyectadas y dirigidas casi siempre por líderes de la capital del país, que interactúan más con las sedes diplomáticas… que con los cubanos de a pie.

Las relaciones con diplomáticos por parte del movimiento opositor cubano son muy importantes y tienen un peso especifico en la solidaridad internacional, pero su incidencia en la ciudadanía de la isla deber ser el objetivo estratégico y vital numero uno de su agenda de trabajo. La retroalimentación con la sociedad es fundamental en la construcción de un contrapoder.

Este trabajo debe de estar concebido como una “acción comunicativa”, para utilizar el término de Jünger Habermas, permanente entre el activismo social opositor y los ciudadanos radicados en los perímetros de la comunidad. Se deben canalizar las demandas de los habitantes de la zona para estar en el epicentro de los conflictos sociales.

Encauzar las interrogantes de la población, activar un discurso que contenga las urgencias de los moradores de cada región, las peticiones a las autoridades deben enrutarse con los funcionarios municipales del Poder Popular. Confeccionar un mapa social que contenga los problemas de cada lugar, para fomentar soluciones y construir puentes de confianza con la población.

Deben estar contenidas las acciones de desobediencia civil como métodos para activar las demandas de la población, según las circunstancias lo demanden. Es importante la utilización de un lenguaje “desideologizado” que esté más cercano a los problemas concreto de los pobladores, la introducción de temas políticos pueden inicialmente ser un elemento desmovilizador.

El dialogo social es el instrumento idóneo para construir una alternativa desde la sociedad que fortalezca y legitímese a la oposición interna. El malestar general hay que convertirlo en acción que impulse el cambio, sin esa dinámica la población no reconocerá el liderazgo del movimiento opositor y esperará las transformaciones impulsada desde arriba.

Ninguna voluntad de cambio se percibe en la cúpula, pero en su entorno existen factores que pueden favorecer dinámicas susceptibles a reformas, el elemento biológico reciclará a las élites. Si pretende el gobierno que el país funcione, deben tomar al menos medidas pragmáticas en la conducción de la economía, ya la cultura comienza a agrietar el muro de la intolerancia.

Un panorama como el descrito, reafirma la necesidad que el movimiento opositor estructure un dialogo fluido con la sociedad en el marco de las comunidades, que es el núcleo del entramado social. Dirigir todo el trabajo en una concesión multisectorial es el camino imprescindible para fortalecer la sociedad civil y construir un espacio público.

Como consecuencia de la profundidad del diálogo social y la interacción del movimiento opositor interno con la ciudadanía, el régimen se debilita y ve en el coloquio institucional la manera de superar la crisis y reciclarse como clase política. Este fenómeno ocurre generalmente con la segunda o tercera generación de un liderazgo autoritario.

Adam Michnik manifestó: “Las negociaciones son posibles cuando la resistencia de la oposición democrática es lo suficiente fuerte como para evitar que la dictadura la destruya por completo, y cuando ésta tiene suficiente fuerza como para evitar que la oposición la derribe de un día para otro”. El camino de la reconciliación pasa necesariamente por la acción cívica.

Lograr un escenario de transición resultado de conversaciones entre las partes, será solo consecuencia de la lucha tenaz del movimiento opositor cubano, en poder convertirse en contraparte que presione al régimen. El diálogo institucionalizado no se pide, se conquista en la calles y en los barrios de Cuba, para llegar al equilibrio de que hablaba Michnik.

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