El Cuncuní, Santa Clara, Villa Clara, 29 de octubre del 2009 (FDC). Ya está a punto de comenzar la 49 Serie Nacional de Béisbol, la voz de “Play” será dada, el próximo día 1ro de noviembre del 2009. Pero los periodistas y comentaristas deportivos han dejado de ejercer la crítica, respecto a los fracasos en la arena internacional del deporte nacional.
Muchos de los aficionados nacionales quedaron sorprendidos, al enterarse que la estructura de 16 equipos y 90 juegos se mantendría. Todo esto después de una avalancha de opiniones de los entendidos en esta actividad deportiva, que abogaban por menos equipos en la lid nacional.
Eso traería una mayor concentración de la calidad entre los peloteros que participaran y por tanto, redundaría en la selectividad de la serie. Pues le subiría el techo competitivo a cada uno de los atletas nacionales.
Una cuestión estratégica para este deporte, puesto que se equipararía en cuanto a exigencias con otros certámenes de potencias extranjeras como Japón, Corea del Sur o Taipei de China. Estos en el momento actual son los “teams” a derrotar en cualquier competencia internacional y los últimos encuentros lo han demostrado.
Las selecciones asiáticas demuestran con el día a día, que ellos ponen la velocidad en función de la ofensiva. Y mucho más importante que batear en esta disciplina deportiva, es poseer un grupo de lanzadores con un buen o excelente control. Aquí se cumple la vieja máxima: “Cuando existe buen pitcheo… no hay bateo”.
Coexiste un tema del que no se habla, porque trae implicaciones políticas, para aquel que se atreva a mencionar el asunto. Este es, la aceptación por parte de las autoridades castristas de la necesidad de que los jugadores jueguen en ligas extranjeras y asimilen las nuevas tendencias del béisbol contemporáneo.
Cosa que hoy se hace en todas partes del mundo, menos en Cuba y no precisamente por criterios de los técnicos deportivos. Esto no se ejecuta por órdenes personales del ex - presidente Fidel Castro, quien solo entregó su cargo formalmente, pero está omnipresente en todas las esferas de la vida en la sociedad cubana.
Si los cubanos quieren saborear el delicioso sabor que da la victoria, deben insertarse en el mundo de la pelota internacional. Para así subir el techo de nuestro deporte nacional, que se encuentra muy por debajo de lo tradicionalmente esperado.
Lo doloroso de esto, es que a pesar del hambre, la represión y el totalitarismo reinante en la tierra cubana, el pueblo se incentiva de solo ver a su equipo nacional ganar en campeonatos mundiales. Los dirigentes deportivos tienen la responsabilidad de enfrentar con argumentos profesionales las obsoletas opiniones de los politizados históricos del fidelísimo.
Ellos podrán arriesgarse a perder sus prebendas o no, pero su compromiso es ante todo con sus compatriotas y no con los temporales jefes políticos. Tienen la responsabilidad ante su nación de traer medallas para un pueblo sacrificado, mejor que nadie conocen, que así no se gana, como dice la frase popular: “Ellos saben… que no sirvió”.
Muchos de los aficionados nacionales quedaron sorprendidos, al enterarse que la estructura de 16 equipos y 90 juegos se mantendría. Todo esto después de una avalancha de opiniones de los entendidos en esta actividad deportiva, que abogaban por menos equipos en la lid nacional.
Eso traería una mayor concentración de la calidad entre los peloteros que participaran y por tanto, redundaría en la selectividad de la serie. Pues le subiría el techo competitivo a cada uno de los atletas nacionales.
Una cuestión estratégica para este deporte, puesto que se equipararía en cuanto a exigencias con otros certámenes de potencias extranjeras como Japón, Corea del Sur o Taipei de China. Estos en el momento actual son los “teams” a derrotar en cualquier competencia internacional y los últimos encuentros lo han demostrado.
Las selecciones asiáticas demuestran con el día a día, que ellos ponen la velocidad en función de la ofensiva. Y mucho más importante que batear en esta disciplina deportiva, es poseer un grupo de lanzadores con un buen o excelente control. Aquí se cumple la vieja máxima: “Cuando existe buen pitcheo… no hay bateo”.
Coexiste un tema del que no se habla, porque trae implicaciones políticas, para aquel que se atreva a mencionar el asunto. Este es, la aceptación por parte de las autoridades castristas de la necesidad de que los jugadores jueguen en ligas extranjeras y asimilen las nuevas tendencias del béisbol contemporáneo.
Cosa que hoy se hace en todas partes del mundo, menos en Cuba y no precisamente por criterios de los técnicos deportivos. Esto no se ejecuta por órdenes personales del ex - presidente Fidel Castro, quien solo entregó su cargo formalmente, pero está omnipresente en todas las esferas de la vida en la sociedad cubana.
Si los cubanos quieren saborear el delicioso sabor que da la victoria, deben insertarse en el mundo de la pelota internacional. Para así subir el techo de nuestro deporte nacional, que se encuentra muy por debajo de lo tradicionalmente esperado.
Lo doloroso de esto, es que a pesar del hambre, la represión y el totalitarismo reinante en la tierra cubana, el pueblo se incentiva de solo ver a su equipo nacional ganar en campeonatos mundiales. Los dirigentes deportivos tienen la responsabilidad de enfrentar con argumentos profesionales las obsoletas opiniones de los politizados históricos del fidelísimo.
Ellos podrán arriesgarse a perder sus prebendas o no, pero su compromiso es ante todo con sus compatriotas y no con los temporales jefes políticos. Tienen la responsabilidad ante su nación de traer medallas para un pueblo sacrificado, mejor que nadie conocen, que así no se gana, como dice la frase popular: “Ellos saben… que no sirvió”.
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