jueves, 5 de noviembre de 2009

LA CASI OLVIDADA MAESTRA NICOLASA, Rafael Pérez González.

Parroquia, Santa Clara, Villa Clara, 8 de octubre del 2009 (FDC). “La razón, la justicia, el deber exige de nuestra memoria, de nuestro corazón, y de nuestra conciencia un homenaje de amor, de respeto y reconocimiento a favor de uno de los seres que más han trabajado por la educación pública en Villa Clara”. Así se refería a ella nuestro historiador Miguel Dionisio González.

El primero de enero de 1867, entregaba su alma a Dios, una anciana respetable que desde la edad de 14 años laboraba en beneficio del progreso de su pueblo. Se entregó con abnegación y empeño sobrehumanos a la espinosa tarea de educar niños, de prepararlos para el porvenir y lograr hombres útiles para la sociedad.

Esta mujer excepcional a quien en la solemnidad merecida, se dio cristiana sepultura en la tarde de ese día, era Doña Nicolasa Pedraza y Bonachea, la educadora de tres generaciones, que por un inexplicable privilegio de la naturaleza, había alcanzado la satisfacción inmensa de educar las nietas de sus primeras alumnas.

Nació en Villa Clara, allá por el año 1770, se dedicó a la enseñanza de adolescente. Fatalmente hoy, son muy pocos los locales que conocen de su notable labor, a pesar de que si se trata de hacer la historia de la instrucción en la localidad, su nombre así como los de los padres Conyedo y Hurtado de Mendoza, formarían una tríada imposible de obviar en ese recuento.

Su arraigo popular puede verse en el gesto póstumo, que tuvieron sus coterráneos hacia ella. Por el significativo hecho de que sus restos fueron colocados, el día 20 de octubre de 1888, en un modesto panteón en el cementerio general, costeado por el pueblo, para que descansaran los sagrados restos de la noble educadora.

Tal fue su ejemplo en su pueblo, que para tratar de perpetuar su memoria. Uno de sus discípulos, el también patricio local, Eduardo Machado y Gómez, hizo colocar en el frontis de la casa que habitó aquel dechado de virtud, una blanca lápida con una indicación que entraña un poema de exquisita admiración, que rezaba así:

“En esta casa nació
La Maestra Nicolasa;
Aquí vivió y murió
Enseñando y practicando
La Virtud”.

Desgraciadamente en el domicilio donde vió la vida Nicolasa y se encontraba la antedicha placa, cedió como tantos otros a los maltratos del tiempo y al abandono, como muchos desapareció, para dar lugar a un parque. Así que las nuevas generaciones, ni siquiera pueden detenerse ante su antigua morada, para elevarle un pensamiento de agradecimiento.

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