Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 1ro de octubre del 2009 (FDC). Cuando el 27 de octubre de 1492, el almirante genovés, Cristóbal Colón, arribó a las costas del orto cubano, los primitivos habitantes de la isla salieron a su encuentro, tal vez asustadizos, en un primer instante. Desconocían que iniciaba para su especie una vía crucis, que los conduciría a la total extinción.
Cabe señalar, que los nativos no repararon en mostrar una situación hostil, al contrario, se puede afirmar que se revelaron mansos, amistosos y hospitalarios. Actitud esta de sincero y sencillo proceder canalizó dos valores más tarde enraizados en el pueblo cubano, la amistad y hospitalidad.
Tanta generosidad practicaron los pobladores isleños, que al concluir el conflicto contra España, pese a la barbarie que debieron sufrir por parte de sus gobiernos tiránicos, recibieron a todos los peninsulares que cruzaron el Océano Atlántico para radicarse acá. Dieron una lección de personas con respeto y sin saña.
A parte, de todos estos calificativos el devenir del tiempo les ha creado otros no menos interesantes, que forman parte igual de sus valores. Se dice que pueden beber en la misma copa de la alegría, donde ratos antes reinaba la cruda amargura, además son capaces de hacer música con sus penas, a la vez que ríen de su propio canto.
Referentemente a los credos, no hay uno que no profesen, pero suelen practicar al mismo tiempo el catolicismo, yoruba, judaísmo, horóscopo y la charada china. No creen en nadie y creen en todo, así mismo no necesitan leer la Santa Biblia, el Talmud o el Corán, pues al decir de muchos, ya ellos llegan a este mundo con todo el conocimiento necesario.
En algunas ocasiones se escucha decir, que para ser un buen cubano han de realizarse una serie de actos, considerados por ellos mimos, como elementos que de no poseerlos puedes “perder” la ciudadanía. Debes ser un buen consumidor de alcohol, gustarte las peleas de gallos y por sobre todas las cosas practicar el adulterio. Nada tan lejos de la realidad.
Es cierto que si el mítico dios griego Baco, lograra darse una vuelta por la mayor de las antillas, regresaría a su morada en el Monte Olimpo, complacido por la cantidad de cubanos que le adoran. Pues desde bares y cantinas, santuarios tradicionales de estos devotos, tarde por tarde le rinden culto.
Los nacionales se caracterizan, individualmente, por su simpatía e inteligencia, no así en grupos donde prima el vociferar y la agitación. Todos se consideran genios y como estos no se llevan bien entre si, por ello reunir a los isleños es sencillo, pero lograr una alianza duradera es casi imposible.
Amantes de su terruño, como si no existieran otros lugares donde habitar, se sienten cuando viven en el amargo exilio, sin embargo al estar dentro de la isla anhelan abandonarla. Son buenos turistas, pues hacen maravillas con unos centavos y muy malos emigrantes, por la nostalgia que derraman al escuchar el vocablo Cuba.
Otra de sus característica es el alto orgullo sobre lo que tengan, así mismo, si invitan a alguien a cenar no dicen al mejor restaurante del barrio, sino al mejor del mundo. Igualmente les gusta que predominen sus criterios, por lo que si no están de acuerdo con algo, no ofrecen como solución el desacuerdo y argumentan: “Estás totalmente equivocado”.
Pueblo mundialmente catalogado como alegre, a pesar de la cantidad de motivos para que no lo fuera, sufrió cuando la República de 1902 al 1958, gobiernos no totalmente honestos. Ha seguido su angustia con la Revolución Comunista, que varias veces ha rozado y roza el límite del calvario, pero su espíritu de alegría se mantiene intacto.
Cabe señalar, que los nativos no repararon en mostrar una situación hostil, al contrario, se puede afirmar que se revelaron mansos, amistosos y hospitalarios. Actitud esta de sincero y sencillo proceder canalizó dos valores más tarde enraizados en el pueblo cubano, la amistad y hospitalidad.
Tanta generosidad practicaron los pobladores isleños, que al concluir el conflicto contra España, pese a la barbarie que debieron sufrir por parte de sus gobiernos tiránicos, recibieron a todos los peninsulares que cruzaron el Océano Atlántico para radicarse acá. Dieron una lección de personas con respeto y sin saña.
A parte, de todos estos calificativos el devenir del tiempo les ha creado otros no menos interesantes, que forman parte igual de sus valores. Se dice que pueden beber en la misma copa de la alegría, donde ratos antes reinaba la cruda amargura, además son capaces de hacer música con sus penas, a la vez que ríen de su propio canto.
Referentemente a los credos, no hay uno que no profesen, pero suelen practicar al mismo tiempo el catolicismo, yoruba, judaísmo, horóscopo y la charada china. No creen en nadie y creen en todo, así mismo no necesitan leer la Santa Biblia, el Talmud o el Corán, pues al decir de muchos, ya ellos llegan a este mundo con todo el conocimiento necesario.
En algunas ocasiones se escucha decir, que para ser un buen cubano han de realizarse una serie de actos, considerados por ellos mimos, como elementos que de no poseerlos puedes “perder” la ciudadanía. Debes ser un buen consumidor de alcohol, gustarte las peleas de gallos y por sobre todas las cosas practicar el adulterio. Nada tan lejos de la realidad.
Es cierto que si el mítico dios griego Baco, lograra darse una vuelta por la mayor de las antillas, regresaría a su morada en el Monte Olimpo, complacido por la cantidad de cubanos que le adoran. Pues desde bares y cantinas, santuarios tradicionales de estos devotos, tarde por tarde le rinden culto.
Los nacionales se caracterizan, individualmente, por su simpatía e inteligencia, no así en grupos donde prima el vociferar y la agitación. Todos se consideran genios y como estos no se llevan bien entre si, por ello reunir a los isleños es sencillo, pero lograr una alianza duradera es casi imposible.
Amantes de su terruño, como si no existieran otros lugares donde habitar, se sienten cuando viven en el amargo exilio, sin embargo al estar dentro de la isla anhelan abandonarla. Son buenos turistas, pues hacen maravillas con unos centavos y muy malos emigrantes, por la nostalgia que derraman al escuchar el vocablo Cuba.
Otra de sus característica es el alto orgullo sobre lo que tengan, así mismo, si invitan a alguien a cenar no dicen al mejor restaurante del barrio, sino al mejor del mundo. Igualmente les gusta que predominen sus criterios, por lo que si no están de acuerdo con algo, no ofrecen como solución el desacuerdo y argumentan: “Estás totalmente equivocado”.
Pueblo mundialmente catalogado como alegre, a pesar de la cantidad de motivos para que no lo fuera, sufrió cuando la República de 1902 al 1958, gobiernos no totalmente honestos. Ha seguido su angustia con la Revolución Comunista, que varias veces ha rozado y roza el límite del calvario, pero su espíritu de alegría se mantiene intacto.
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