Sakenaff, Santa Clara, Villa Clara, 24 de septiembre del 2009 (FDC). La segunda edición del concierto Paz Sin Fronteras, realizado el pasado 20 de septiembre, en la otrora Plaza Cívica “José Martí” de la capital cubana, demostró que los artistas deben, por sobre todas las cosas, mantenerse en sus ideas. Los cantores comprometidos no aceptan más presiones que las ejercidas por sus fans.
Los participantes en el citado espectáculo, músicos foráneos claro, tal vez desconozcan que ellos no escogieron venir a Cuba, sino que fueron elegidos por el gobierno cubano. Todos debían mostrar una línea de no enfrentamiento crítico al proceso político, llamado por más de 50 años Revolución Cubana.
Cuando se canta por la paz sin fronteras, no se debe ser selectivo con el tema, pues el régimen cubano posee una larga experiencia de verse envuelto en conflictos armados. Si se pretende combatir la guerra en todas sus formas los Juanes, Aute, Víctor Manuel, Bosé, Rivera, Jovanotti junto a la Tañon, escogieron mal destino. Vinieron directo al polígono de entrenamiento.
Es bien cierto, que casi nunca se puede ir a cantar a favor de la paz, donde esta no existe, a no ser que los propios guerreristas te conviden a defender la no practicada por ellos. La paz no solo sufre ante la guerra, también se atormenta al ver cientos de presos, solo por pensar o escribir diferente al discurso oficial, como ocurre en Cuba.
De todos los intérpretes asistentes al megaconcierto, Víctor Manuel es quizás el de mayor conocimiento sobre la realidad cubana, tal vez por ello fue parco al hablar. Por su parte Miguel Bosé expresó: “Traigo una propuesta de concordia, diálogo e invito sumarse a este sueño a quien no lo practique…por el derecho a convivir todos juntos independientemente de las diferencias…”.
Esto debió decírselo a las autoridades cubanas que lo invitaron a cantar y lo autorizaron para poder entrar a Cuba. El nunca hubo de comunicárselo al público allí presente, que es víctima de una manipulación de la información y que como casi todo el pueblo es reprimido. Y que tampoco es culpable de la división creada por el gobierno entre los nacionales.
Uno de estos días se sabrá si algún cantor extranjero declinó participar en la cita cultural y si lo hizo los cubanos esperan con premura los motivos. Lo que todos los criollos empapados con la cancionística del patio aseguraron, la no inclusión en el cartel de los trovadores locales Frank Delgado y Pedro Luís Ferrer.
A través de la transmisión se observó cierto aire de vacío, como si las primeras filas de los allí reunidos hubiesen sido convocados por comités de propaganda estudiantil o laboral y no les interesara el recital. Raro se vió la no proliferación de coros, además tampoco se escuchó que nadie pidiera determinada canción.
Arrogante se pudo ver a Juan Formell, director del grupo cubano Van Van, al plantear: “... el concierto se dio pésele a quién le pese y duélale a quién le duela…”. Quien está comprometido o chantajeado por las altas esferas castristas, que le pusieron en libertad a su hijo asesino Samuel Formell y es músico de esa misma orquesta.
Pasadas algunas horas, se pudo escuchar opiniones chocantes a lo sucedido en La Habana, automáticamente el concierto por la concordia, se llamó de la discordia. Si esta última existió, es porque algo no anda bien por acá, pues a diario hay eventos como este en el mundo y nunca son cuestionados por sus propios ciudadanos.
Algo dejó claro esta fecha y fue la sed de conciertos que padecen los cubanos sobre cualquier género musical. La masiva participación, descontándose los convocados, a un escenario donde confluirían estilos antagónicos como trova, funk, hip hop, canción, pop light y latín pop, junto a pasajes cumbia o reggae así lo demuestran.
Comienzan a parpadear los últimos destellos de una jornada, donde predominó el más estricto control de los organizadores sobre una muchedumbre sujeta a difíciles condiciones. Tortuosa fue la hora escogida para comenzar, además, los primeros en entrar nunca comprendieron, porque ya existían dentro del recinto grupos que ocupaban los puestos de privilegio.
Cabe preguntarse si los solistas y agrupaciones que participaron en el festival de marras, verdaderamente anhelan para los cubanos un futuro de paz sin fronteras. Triste paradoja para un pueblo que sigue, por más de 50 años, en su mayoría, el ideal de buscar la paz precisamente fuera de sus fronteras.
Los participantes en el citado espectáculo, músicos foráneos claro, tal vez desconozcan que ellos no escogieron venir a Cuba, sino que fueron elegidos por el gobierno cubano. Todos debían mostrar una línea de no enfrentamiento crítico al proceso político, llamado por más de 50 años Revolución Cubana.
Cuando se canta por la paz sin fronteras, no se debe ser selectivo con el tema, pues el régimen cubano posee una larga experiencia de verse envuelto en conflictos armados. Si se pretende combatir la guerra en todas sus formas los Juanes, Aute, Víctor Manuel, Bosé, Rivera, Jovanotti junto a la Tañon, escogieron mal destino. Vinieron directo al polígono de entrenamiento.
Es bien cierto, que casi nunca se puede ir a cantar a favor de la paz, donde esta no existe, a no ser que los propios guerreristas te conviden a defender la no practicada por ellos. La paz no solo sufre ante la guerra, también se atormenta al ver cientos de presos, solo por pensar o escribir diferente al discurso oficial, como ocurre en Cuba.
De todos los intérpretes asistentes al megaconcierto, Víctor Manuel es quizás el de mayor conocimiento sobre la realidad cubana, tal vez por ello fue parco al hablar. Por su parte Miguel Bosé expresó: “Traigo una propuesta de concordia, diálogo e invito sumarse a este sueño a quien no lo practique…por el derecho a convivir todos juntos independientemente de las diferencias…”.
Esto debió decírselo a las autoridades cubanas que lo invitaron a cantar y lo autorizaron para poder entrar a Cuba. El nunca hubo de comunicárselo al público allí presente, que es víctima de una manipulación de la información y que como casi todo el pueblo es reprimido. Y que tampoco es culpable de la división creada por el gobierno entre los nacionales.
Uno de estos días se sabrá si algún cantor extranjero declinó participar en la cita cultural y si lo hizo los cubanos esperan con premura los motivos. Lo que todos los criollos empapados con la cancionística del patio aseguraron, la no inclusión en el cartel de los trovadores locales Frank Delgado y Pedro Luís Ferrer.
A través de la transmisión se observó cierto aire de vacío, como si las primeras filas de los allí reunidos hubiesen sido convocados por comités de propaganda estudiantil o laboral y no les interesara el recital. Raro se vió la no proliferación de coros, además tampoco se escuchó que nadie pidiera determinada canción.
Arrogante se pudo ver a Juan Formell, director del grupo cubano Van Van, al plantear: “... el concierto se dio pésele a quién le pese y duélale a quién le duela…”. Quien está comprometido o chantajeado por las altas esferas castristas, que le pusieron en libertad a su hijo asesino Samuel Formell y es músico de esa misma orquesta.
Pasadas algunas horas, se pudo escuchar opiniones chocantes a lo sucedido en La Habana, automáticamente el concierto por la concordia, se llamó de la discordia. Si esta última existió, es porque algo no anda bien por acá, pues a diario hay eventos como este en el mundo y nunca son cuestionados por sus propios ciudadanos.
Algo dejó claro esta fecha y fue la sed de conciertos que padecen los cubanos sobre cualquier género musical. La masiva participación, descontándose los convocados, a un escenario donde confluirían estilos antagónicos como trova, funk, hip hop, canción, pop light y latín pop, junto a pasajes cumbia o reggae así lo demuestran.
Comienzan a parpadear los últimos destellos de una jornada, donde predominó el más estricto control de los organizadores sobre una muchedumbre sujeta a difíciles condiciones. Tortuosa fue la hora escogida para comenzar, además, los primeros en entrar nunca comprendieron, porque ya existían dentro del recinto grupos que ocupaban los puestos de privilegio.
Cabe preguntarse si los solistas y agrupaciones que participaron en el festival de marras, verdaderamente anhelan para los cubanos un futuro de paz sin fronteras. Triste paradoja para un pueblo que sigue, por más de 50 años, en su mayoría, el ideal de buscar la paz precisamente fuera de sus fronteras.
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