La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 15 de septiembre del 2009 (FDC). Ernesto Che Guevara, el representante y emblema más preciado del Utopismo Revolucionario Latino Americano, es de esos símbolos que el tiempo con su pesada marcha replantea. De las selvas bolivianas como icono de la ultraizquierda, a fetiche comercial de la aldea mundial en plena posmodernidad.
El voluntarioso guerrillero articuló un discurso de la liberación del hombre, donde el método sería la lucha armada y el fin, luego de derrotar al capitalismo mundial y a su máximo representante el Imperialismo Yanqui, construir una sociedad paradisíaca. Misión que debían cumplir los revolucionarios auténticos, en ese empeño se forjaría el “hombre nuevo”.
Con sus ideales en la mente y el fusil en la mano, este argentino nacionalizado cubano austero y radical como sus sueños, fomentó su lucha por los caminos de América y del Congo a la inhóspita geografía boliviana lanzó sus consignas y su vida. La historia a veces no se parece a los libros de texto.
Un famoso fotógrafo cubano conocido por Korda, comprendió que el carismático guerrillero era fotogénico y le tomó infinidades de fotos, como presagio de que una de ellas recorrería el mundo. Los jóvenes franceses, en su mayo del 1968, se encargaron de convertir las calles de Paris en barricadas y la foto del Che en su bandera.
Pero el tiempo y la vida con sus ironías y esa manera sencilla de imponer su voluntad, le jugó una mala pasada al comandante nacido en Rosario. El capitalismo con sus contradicciones y desigualdades unido a la democracia política, aunque en ocasiones tienen una relación tensionada, es la referencia más viable para la convivencia social.
Con el fin de los relatos emancipadores y el desarme de las utopías, la imagen de Ernesto Che Guevara se convirtió, de mito recurrente de la izquierda intransigente a fetiche mercantil del mundo globalizado. Su recepción y apropiaciones son múltiples y viaja desde los pasamontañas de los guerrilleros Zapatistas a los pulóver de conocidas estrellas de rock.
Cualquier aproximación a la figura del legendario partisano, nos demuestra que su imagen está vigente en la cultura posmoderna, pero desprovista de su historia y significado, la construcción de una sociedad ideal y radical obra de un Hombre Comunista. Son preferibles los defectos de una sociedad imperfeta a las neurosis colectivas de las utopías.
Hoy, los sueños son otros y el futuro no está descrito por suerte en ningún libro, se vive un mundo donde las piedras de los jóvenes parisinos, junto con los Beatles y Marilyn Monroe son puntos definidos de la nostalgia. Ahora que la foto más lograda de Korda transita de la utopía a la mercadotecnia.
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