La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 17 de septiembre del 2009 (FDC). En ese eterno solaz que es el enfrentamiento Inteligencia versus Contrainteligencia se usa mucho un método catalizador de tendencias. A este se le conoce entre las personas implicadas en estos menesteres como Enfrentamiento Ficticio.
Los agentes infiltrados, como en cualquier parte del mundo, son simples individuos que cumplen órdenes del nivel superior del Alto Mando del Ministerio del Interior. Por ello estos espías solo deben tener un conocimiento táctico de la situación operativa, mientras sus jefes poseen una noción estratégica de lo que ocurre.
Esta ya larga batalla por lograr la libertad y democracia pluripartidista en el archipiélago, ha tenido al ejercicio del espionaje como el pan nuestro de cada día. Este puede ir del más encumbrado confidente dentro de una organización en el extranjero hasta un vulgar chivato de barrio.
Es una condición sine cua nom, que existan los soplones en toda sociedad totalitaria, sea esta de tendencia hacia los ideales de izquierda como de derecha. En cualquier sistema político simplemente autoritario el ejercicio de la delación se transforma en un diario modus vivendi.
Si de pronto un grupo de opositores al régimen, quienes tienen las mejores relaciones de trabajo y amistosas se transforman en públicos enemigos a muerte. Entonces se pudiera estar ante la presencia de una metodología de Enfrentamiento Ficticio orientada por la máxima dirección de la Dirección General de Contrainteligencia.
El objetivo que se persigue por parte de los “segurosos” es implantar dos puntos de referencia supuestamente enfrentados, para que todos aquellos que entren a la disidencia no violenta se vean obligados a optar por una u otra opción. Lo que es una forma artificial de mantenerlos chequeados.
Si los que arrostran al fidelísimo de un modo abierto muerden el anzuelo y realizan catarsis en confianza sobre sus sospechas y planes futuros, contribuyen a mantener informadas a las fuerzas represivas. Como le gustaba decir al coronel Héctor Hernández, es crear una obra de teatro para que la gente se despache.
Por lo general estos encontronazos que derivan en enemistades “eternas”, van a dividir a aquellos que desean el pluripartidismo para Cuba. Esa es su principal función, usar las inseguridades y sospechas personales respecto a sujetos apreciados como delatores y así manipular las inseguridades individuales.
Existen instantes en que los aparentemente opuestos crean una situación denominada “Crisis de Confianza”. Pues asumen conductas ordenadas por sus jefes y rechazadas hasta ese momento por los considerados sus seguidores. Quienes dejan desde ese instante de ser manejados.
Generalmente, el Alto Mando del Ministerio del Interior se ve compulsado a conciliar sobre la marcha a los eternos oponentes. Como única manera de organizar mejor la afluencia de información, para así poder neutralizar a sus pacíficos adversarios. Los mandos se ven en la necesidad de caer en sospechosas incongruencias.
¿Cuántos líderes de la oposición interna cubana, caracterizados por ser durante años acérrimos enemigos, se han juntado de pronto sin una explicación plausible? El señor Héctor Hernández siempre afirmó: “A los espías hay que detectarlos por sus conductas incoherentes…”.
Un consejo sano a los patriotas que enfrentan a los represores abiertos y encubiertos, sería que ellos se preocupen por crecer y organizarse. Porque a esto, es a lo que si le teme el estado totalitario y traten de no caer en la ficticia trampa de los supuestos polos opuestos dentro de la oposición.
Los agentes infiltrados, como en cualquier parte del mundo, son simples individuos que cumplen órdenes del nivel superior del Alto Mando del Ministerio del Interior. Por ello estos espías solo deben tener un conocimiento táctico de la situación operativa, mientras sus jefes poseen una noción estratégica de lo que ocurre.
Esta ya larga batalla por lograr la libertad y democracia pluripartidista en el archipiélago, ha tenido al ejercicio del espionaje como el pan nuestro de cada día. Este puede ir del más encumbrado confidente dentro de una organización en el extranjero hasta un vulgar chivato de barrio.
Es una condición sine cua nom, que existan los soplones en toda sociedad totalitaria, sea esta de tendencia hacia los ideales de izquierda como de derecha. En cualquier sistema político simplemente autoritario el ejercicio de la delación se transforma en un diario modus vivendi.
Si de pronto un grupo de opositores al régimen, quienes tienen las mejores relaciones de trabajo y amistosas se transforman en públicos enemigos a muerte. Entonces se pudiera estar ante la presencia de una metodología de Enfrentamiento Ficticio orientada por la máxima dirección de la Dirección General de Contrainteligencia.
El objetivo que se persigue por parte de los “segurosos” es implantar dos puntos de referencia supuestamente enfrentados, para que todos aquellos que entren a la disidencia no violenta se vean obligados a optar por una u otra opción. Lo que es una forma artificial de mantenerlos chequeados.
Si los que arrostran al fidelísimo de un modo abierto muerden el anzuelo y realizan catarsis en confianza sobre sus sospechas y planes futuros, contribuyen a mantener informadas a las fuerzas represivas. Como le gustaba decir al coronel Héctor Hernández, es crear una obra de teatro para que la gente se despache.
Por lo general estos encontronazos que derivan en enemistades “eternas”, van a dividir a aquellos que desean el pluripartidismo para Cuba. Esa es su principal función, usar las inseguridades y sospechas personales respecto a sujetos apreciados como delatores y así manipular las inseguridades individuales.
Existen instantes en que los aparentemente opuestos crean una situación denominada “Crisis de Confianza”. Pues asumen conductas ordenadas por sus jefes y rechazadas hasta ese momento por los considerados sus seguidores. Quienes dejan desde ese instante de ser manejados.
Generalmente, el Alto Mando del Ministerio del Interior se ve compulsado a conciliar sobre la marcha a los eternos oponentes. Como única manera de organizar mejor la afluencia de información, para así poder neutralizar a sus pacíficos adversarios. Los mandos se ven en la necesidad de caer en sospechosas incongruencias.
¿Cuántos líderes de la oposición interna cubana, caracterizados por ser durante años acérrimos enemigos, se han juntado de pronto sin una explicación plausible? El señor Héctor Hernández siempre afirmó: “A los espías hay que detectarlos por sus conductas incoherentes…”.
Un consejo sano a los patriotas que enfrentan a los represores abiertos y encubiertos, sería que ellos se preocupen por crecer y organizarse. Porque a esto, es a lo que si le teme el estado totalitario y traten de no caer en la ficticia trampa de los supuestos polos opuestos dentro de la oposición.
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