La Chirusa, Santa Clara, Villa Clara, 10 de septiembre del 2009 (FDC). En la Cuba actual existe un abismo infranqueable entre las distintas clases sociales que la conforman. Estas diferencias sociales son tratadas de no ser reconocidas en público, debido a que resquebraja la paradisíaca imagen de la Revolución Cubana.
Uno de estos estamentos sociales que más han aumentado su nivel adquisitivo dentro de la isla, son los cooperantes en el exterior. Aunque el gobierno castrista trata de continuar publicitándolos como desinteresados “internacionalistas”, ya es una cuestión que suena en los oídos de los nacionales como algo chota.
Ya los revolucionarios cubanos no viajan a Angola, Sudáfrica, Nicaragua u otros países a entregar la vida y el alma por los ideales marxistas-leninistas, como si se hacía en las décadas de los años 60, 70 y 80 del pasado siglo XX. A pesar de que pudieran estar acertados o errados en sus actitudes, la mayoría que iba allá era en términos idealistas.
Ahora se va trabajar fuera del archipiélago para obtener dólares y euros fundamentalmente, además de cualquier otra moneda que sea divisa libremente convertible. Porque aunque el aparato de control político-social de la nomenclatura difunda que lo hacen por pura caridad, la mayor de las verdades es que lo ejercen por interés material.
Cuestión que en ningún caso es criticable por parte de estos graduados en medicina, pedagogía, cultura física y otras varias especialidades. Estos isleños solo aspiran a ejercer y vender sus profesiones universitarias en un país extranjero, por un salario que aunque bajo por la intervención del gobierno, es alto para cualquier trabajador nacional.
Esos deseos vienen dados por tratar de acceder a un estilo de vida consumista e imitar a los altos dirigentes del socialismo cubano, quienes poseen hábitos de consumo totalmente capitalistas. A la vez, que constantemente piden austeridad y sacrificios a los ciudadanos que no pueden llevar esta calidad de vida.
Por el gran volumen de objetos de consumo que traen a sus comunidades de residencia, que incluye en ocasiones varios contenedores de productos. El argot popular los ha bautizado sabiamente a todos estos insumos como “pacotilla” y por tanto quienes los ostentan, se les conoce como “pacotilleros”.
Un número importante de estos muchos cubanos que desean obtener con su sacrificio al vivir fuera de su casa y separados de sus familiares cercanos, son mujeres. Que anteponen el cariño de sus hijos, esposos, padres e intentan campear la crisis económica con dineros flamantes y de los que solo valen en las tiendas “shopping”.
De las cuestiones a nivel de toda la sociedad nacional que se ha desplomado, una de esa es la moral, que siempre sirve como punto de contención para que no se multiplique el caos social. Pero aseguran los científicos de las ciencias sociales, que la inmoralidad generalizada en cualquier sociedad, es un claro síntoma de su pronta desaparición.
El ejercicio de la prostitución asume variadas aristas y matices en un contexto dado, donde la pérdida de los valores éticos acarrea lacerantes heridas. Una de estas es la venta de los cuerpos de apetitosas técnicas con nivel superior de enseñanza, como forma sacrificada de incluirse en el selecto grupo de quienes viajan a trabajar al exterior.
Aquí los beneficiarios son aquellos funcionarios, que tienen la responsabilidad de seleccionar al personal que laborará en tierras foráneas. Ellos concertan una cantidad dada de citas amorosas para después poder aprobar a las candidatas a cooperantes, nadie, ni el más encumbrado seguidor de Fidel Castro, rechaza el pecado bíblico de la carne.
Incluso son varios los testimonios de estas forzadas meretrices, donde ellas aseguran que el destino mejor o peor del de las féminas dispuestas a la inmolación, depende de la cantidad y calidad de estos sui generis intercambios eróticos. Así como de las dotes histriónicas ejercidas con el funcionario castrista.
Pues, no es lo mismo trabajar en Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala, donde la violencia social que existe pone en una recurrente tensión a los agenciosos cubanos y cubanas. Que ir a “cooperar” a Angola, Belice, Brasil, Bostwana o Sudáfrica, lugares en los cuales no se palpan con demasiada frecuencia estas actitudes agresivas.
Está claro, que este estilo de meretricio se manifiesta en Cuba y a la nomenclatura dirigente no le conviene que sea divulgado. Porque la imagen de estos “abnegados” defensores del castrismo se iría al diablo, junto con la percepción de agradecimiento de los habitantes de otros pueblos amigos, supuestamente beneficiados.
Mejor que sean estigmatizadas las “jineteras”, quienes pagaran por todas las prostitutas que comercian con sus cuerpos en esta isla. En un final las cooperantes prostituidas conformaran la clase media alta del comunismo nacional y con claro manejo de divisas libremente convertibles, pero por eso, nunca dejaran de ser solo pacotilleras cooperantes.
Uno de estos estamentos sociales que más han aumentado su nivel adquisitivo dentro de la isla, son los cooperantes en el exterior. Aunque el gobierno castrista trata de continuar publicitándolos como desinteresados “internacionalistas”, ya es una cuestión que suena en los oídos de los nacionales como algo chota.
Ya los revolucionarios cubanos no viajan a Angola, Sudáfrica, Nicaragua u otros países a entregar la vida y el alma por los ideales marxistas-leninistas, como si se hacía en las décadas de los años 60, 70 y 80 del pasado siglo XX. A pesar de que pudieran estar acertados o errados en sus actitudes, la mayoría que iba allá era en términos idealistas.
Ahora se va trabajar fuera del archipiélago para obtener dólares y euros fundamentalmente, además de cualquier otra moneda que sea divisa libremente convertible. Porque aunque el aparato de control político-social de la nomenclatura difunda que lo hacen por pura caridad, la mayor de las verdades es que lo ejercen por interés material.
Cuestión que en ningún caso es criticable por parte de estos graduados en medicina, pedagogía, cultura física y otras varias especialidades. Estos isleños solo aspiran a ejercer y vender sus profesiones universitarias en un país extranjero, por un salario que aunque bajo por la intervención del gobierno, es alto para cualquier trabajador nacional.
Esos deseos vienen dados por tratar de acceder a un estilo de vida consumista e imitar a los altos dirigentes del socialismo cubano, quienes poseen hábitos de consumo totalmente capitalistas. A la vez, que constantemente piden austeridad y sacrificios a los ciudadanos que no pueden llevar esta calidad de vida.
Por el gran volumen de objetos de consumo que traen a sus comunidades de residencia, que incluye en ocasiones varios contenedores de productos. El argot popular los ha bautizado sabiamente a todos estos insumos como “pacotilla” y por tanto quienes los ostentan, se les conoce como “pacotilleros”.
Un número importante de estos muchos cubanos que desean obtener con su sacrificio al vivir fuera de su casa y separados de sus familiares cercanos, son mujeres. Que anteponen el cariño de sus hijos, esposos, padres e intentan campear la crisis económica con dineros flamantes y de los que solo valen en las tiendas “shopping”.
De las cuestiones a nivel de toda la sociedad nacional que se ha desplomado, una de esa es la moral, que siempre sirve como punto de contención para que no se multiplique el caos social. Pero aseguran los científicos de las ciencias sociales, que la inmoralidad generalizada en cualquier sociedad, es un claro síntoma de su pronta desaparición.
El ejercicio de la prostitución asume variadas aristas y matices en un contexto dado, donde la pérdida de los valores éticos acarrea lacerantes heridas. Una de estas es la venta de los cuerpos de apetitosas técnicas con nivel superior de enseñanza, como forma sacrificada de incluirse en el selecto grupo de quienes viajan a trabajar al exterior.
Aquí los beneficiarios son aquellos funcionarios, que tienen la responsabilidad de seleccionar al personal que laborará en tierras foráneas. Ellos concertan una cantidad dada de citas amorosas para después poder aprobar a las candidatas a cooperantes, nadie, ni el más encumbrado seguidor de Fidel Castro, rechaza el pecado bíblico de la carne.
Incluso son varios los testimonios de estas forzadas meretrices, donde ellas aseguran que el destino mejor o peor del de las féminas dispuestas a la inmolación, depende de la cantidad y calidad de estos sui generis intercambios eróticos. Así como de las dotes histriónicas ejercidas con el funcionario castrista.
Pues, no es lo mismo trabajar en Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala, donde la violencia social que existe pone en una recurrente tensión a los agenciosos cubanos y cubanas. Que ir a “cooperar” a Angola, Belice, Brasil, Bostwana o Sudáfrica, lugares en los cuales no se palpan con demasiada frecuencia estas actitudes agresivas.
Está claro, que este estilo de meretricio se manifiesta en Cuba y a la nomenclatura dirigente no le conviene que sea divulgado. Porque la imagen de estos “abnegados” defensores del castrismo se iría al diablo, junto con la percepción de agradecimiento de los habitantes de otros pueblos amigos, supuestamente beneficiados.
Mejor que sean estigmatizadas las “jineteras”, quienes pagaran por todas las prostitutas que comercian con sus cuerpos en esta isla. En un final las cooperantes prostituidas conformaran la clase media alta del comunismo nacional y con claro manejo de divisas libremente convertibles, pero por eso, nunca dejaran de ser solo pacotilleras cooperantes.
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