El Cuncuní, Santa Clara, Villa Clara, 17 de septiembre del 2009 (FDC). Ya nadie duda que al deporte cubano el gobierno pueda tomarlo cada día menos como emblema político. El último Campeonato Mundial de Boxeo efectuado en Milán, Italia, así lo acaba de confirmar a una desilusionada afición nacional.
La decadencia de esta actividad muscular pública, rompió todas las expectativas que la máxima dirección de la Revolución Cubana, se hizo respecto a este deporte en dicha competencia. Las consignas progubernamentales de los narradores deportivos nunca fueron espontáneas y trataron de manipular a los espectadores cubanos.
Mientras se mantuvo la racha de ganar peleas, la delegación cubana tuvo 11 salidas invictas, por parte de los gladiadores nacionales, todo el ejercicio propagandístico resultó algo fácil. El gran problema surgió, cuando en cuartos de finales todo se desmoronó, pues salieron victoriosos para las semifinales solo cuatro boxeadores.
Tras una dura batalla, donde se demostró la inconsistencia en la calidad boxística de los noveles deportistas de la isla, solo un par de ellos logró entrar en la gran final. Estos fueron el peso crucero Osmay Acosta y el ligero welter Roniel Iglesias. Finalmente solo el púgil Roniel Iglesias pudo colgarse la presea de oro en su cuello.
Entonces, este cartel de cierre pudo mostrar a los cubanos que las ilusiones de reeditar aquellos viejos triunfos, donde barrían con la mayoría del medallero estaban perdidas. La fuerza de otros países como Rusia, Ucrania, Uzbequistan e Italia, mostró que esas son las nuevas potencias a derrotar.
El gobierno comunista tuvo que conformarse con una sola medalla de oro, junto a otra de plata y dos de bronce. Y plantean los especialistas de las peñas deportivas en todo el archipiélago, que salieron bastante bien, para la ya menguada calidad boxística, de un deporte que llegó a aportar hasta nueve medallas olímpicas en una sola edición.
Nadie puede aspirar a sacar más de cinco preseas doradas por nación, porque existe un equilibrio entre las selecciones de cada país. Aquel fenómeno que era la denominada “Escuela Cubana de Boxeo”, ha sido estudiado hasta la saciedad por sus contrincantes y todos ellos saben sus puntos flacos. Hay que conformarse con ser el tercer lugar tras Rusia e Italia.
Dos factores internos inciden contra el desarrollo del boxeo cubano. Uno de ellos es la politización excesiva de los deportistas, quienes constantemente tienen que demostrar su fidelidad política al castrismo, como proceso social dentro de la isla. O sea, las claras presiones del aparato de control político sobre los atletas.
Otra situación que influye, es la apropiación descarada por parte de las autoridades, del monto en metálico de los premios de los ganadores en estos eventos competitivos. Además de las paupérrimas condiciones materiales en que viven destacadísimos atletas, incluidos famosos boxeadores.
Se pudiera poner el ejemplo del imbatible multicampeón Guillermo Rigondeaux, quien residía en una casucha de madera bajo el puente de La Lisa, en la capital cubana. Este por suerte para el deporte tomó el camino del exilio y triunfa allá. Ese es otro mal en el boxeo la constante deserción de atletas de excelente calidad.
Con el derrumbe paulatino del socialismo en Cuba, uno de sus pilares propagandísticos, el triunfalismo deportivo se ha deshecho en falsas esperanzas. El pasado Campeonato Mundial de Boxeo lo dejó sentado, pues le demostró al pueblo incluida la fanaticada cubana, como es el sabor amargo de esta decepción en el boxeo.
La decadencia de esta actividad muscular pública, rompió todas las expectativas que la máxima dirección de la Revolución Cubana, se hizo respecto a este deporte en dicha competencia. Las consignas progubernamentales de los narradores deportivos nunca fueron espontáneas y trataron de manipular a los espectadores cubanos.
Mientras se mantuvo la racha de ganar peleas, la delegación cubana tuvo 11 salidas invictas, por parte de los gladiadores nacionales, todo el ejercicio propagandístico resultó algo fácil. El gran problema surgió, cuando en cuartos de finales todo se desmoronó, pues salieron victoriosos para las semifinales solo cuatro boxeadores.
Tras una dura batalla, donde se demostró la inconsistencia en la calidad boxística de los noveles deportistas de la isla, solo un par de ellos logró entrar en la gran final. Estos fueron el peso crucero Osmay Acosta y el ligero welter Roniel Iglesias. Finalmente solo el púgil Roniel Iglesias pudo colgarse la presea de oro en su cuello.
Entonces, este cartel de cierre pudo mostrar a los cubanos que las ilusiones de reeditar aquellos viejos triunfos, donde barrían con la mayoría del medallero estaban perdidas. La fuerza de otros países como Rusia, Ucrania, Uzbequistan e Italia, mostró que esas son las nuevas potencias a derrotar.
El gobierno comunista tuvo que conformarse con una sola medalla de oro, junto a otra de plata y dos de bronce. Y plantean los especialistas de las peñas deportivas en todo el archipiélago, que salieron bastante bien, para la ya menguada calidad boxística, de un deporte que llegó a aportar hasta nueve medallas olímpicas en una sola edición.
Nadie puede aspirar a sacar más de cinco preseas doradas por nación, porque existe un equilibrio entre las selecciones de cada país. Aquel fenómeno que era la denominada “Escuela Cubana de Boxeo”, ha sido estudiado hasta la saciedad por sus contrincantes y todos ellos saben sus puntos flacos. Hay que conformarse con ser el tercer lugar tras Rusia e Italia.
Dos factores internos inciden contra el desarrollo del boxeo cubano. Uno de ellos es la politización excesiva de los deportistas, quienes constantemente tienen que demostrar su fidelidad política al castrismo, como proceso social dentro de la isla. O sea, las claras presiones del aparato de control político sobre los atletas.
Otra situación que influye, es la apropiación descarada por parte de las autoridades, del monto en metálico de los premios de los ganadores en estos eventos competitivos. Además de las paupérrimas condiciones materiales en que viven destacadísimos atletas, incluidos famosos boxeadores.
Se pudiera poner el ejemplo del imbatible multicampeón Guillermo Rigondeaux, quien residía en una casucha de madera bajo el puente de La Lisa, en la capital cubana. Este por suerte para el deporte tomó el camino del exilio y triunfa allá. Ese es otro mal en el boxeo la constante deserción de atletas de excelente calidad.
Con el derrumbe paulatino del socialismo en Cuba, uno de sus pilares propagandísticos, el triunfalismo deportivo se ha deshecho en falsas esperanzas. El pasado Campeonato Mundial de Boxeo lo dejó sentado, pues le demostró al pueblo incluida la fanaticada cubana, como es el sabor amargo de esta decepción en el boxeo.
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