jueves, 22 de octubre de 2009

BUENOS Y MALOS, Ramón Jiménez Arencibia.

El Condado, Santa Clara, Villa Clara, 10 de septiembre del 2009 (FDC). El hombre observa que cada día son más los conflictos que ocurren en el mundo. Estos en ocasiones desembocan en guerras entre naciones de un mismo continente y a veces se localizan en regiones muy distantes entre si. Todo parece indicar que la vida del ser humano es una perenne lucha.

¿Por qué ocurre esto? ¿Acaso deben ser como los Tirios y Troyanos enfrentados en un campo de batalla? Esta pregunta se la hacía el intelectual y dirigente de la Internacional Liberal Carlos Alberto Montaner, en una conferencia pronunciada en Panamá poco después de la invasión, de diciembre de 1989, se refirió a esto.

Decía Montaner: “El etólogo Honrad Lawrence alguna vez desarrolló la triste teoría de que el hombre era extraordinariamente peligroso, porque carecía de instintos naturales capaces de frenar su agresividad. Casi todos los animales poseen unos mecanismos biológicos insertados en su código genético, que les impiden su voracidad destructiva dentro de la especie”.

“Pero perro no come perro”, dice el viejo refrán, Carlos Alberto plantea, que debió añadirse: “hombre si come hombre.” Y ponía de ejemplo al conflicto balcánico, donde todos eran bosnios y cuando llegaba el momento eran capaces de asesinar al prójimo, sin que les temblara el pulso o sin sufrir la menor laceración moral.

Guerras en Irak, Afganistán, Medio Oriente, conflictos étnicos en África, luchas de seseción en varios países asiáticos y euroasiáticos, disputas armadas en Latinoamérica y regímenes totalitarios inhumanos. Sumado a la violencia, crímenes horribles, auge del terrorismo internacional, tráfico de estupefacientes, es el cuadro del planeta.

Es lógico que las causas que subyacen en el fondo de todo esto, que se asemeja a una gran locura, estén focalizadas. Sería falso buscar en la lucha de clases, como expusiera el filósofo alemán Carlos Marx las raíces del problema. Ni en la existencia de naciones ricas y pobres

John Locke, liberal estudioso de las raíces de estos momentos de locura que sacuden la humanidad, defendió a través de toda su obra la necesidad de regular las relaciones humanas mediante instituciones de derecho. El creía que atada la fiera que lleva todo ser humano dentro, a la ley escrita, se podía preservar la convivencia.

Afirmaba Locke: “Una sociedad sólo puede ser libre, tranquila y predecible si quienes la componen están firmemente sujetos por normas jurídicas”. La historia desmiente a los que desde posiciones de extrema izquierda, buscan las causas de la I y II guerras mundiales en las contradicciones inter-imperialistas.

Hay quienes definen la actual coyuntura, como una ofensiva de la reacción mundial contra los países pobres. Los que así piensan, ven con naturalidad y hasta justifican las ofensivas terroristas de los grupos islámicos. Para ellos son defensores de las clases humildes y portadores de la Guerra Santa contra los ricos.

Estos son los calificados de luchadores por la libertad, a los que en las selvas colombianas secuestran inocentes y matan. O los que solo se mantienen con el apoyo de los capos de las drogas, como también con el pleno respaldo abierto y encubierto de los populistas en América.

A pesar de la gran confusión, la verdad se abre paso, aquí no existe una guerra entre los poderosos y los humildes, entre las metrópolis y los países dependientes. Los campos están bien definidos a través de la historia. Se conocen en esta contienda a los buenos y malos….



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