La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 26 de noviembre del 2009 (FDC). Un hecho indiscutible dentro de la realidad cubana es la existencia de una oposición pro-democrática, que ha logrado con voluntad asombrosa un mínimo espacio, dentro de las estructuras postotalitarias que dominan la sociedad. Ámbito conquistado de manera no violenta y como emblema esencial la defensa y promoción de los derechos humanos.
Estas organizaciones se caracterizan en general, por tener un número limitado de miembros activos, carecen de poder de movilización dentro de la sociedad y reducen su participación a eventos que tienen un profundo valor simbólico. Por tener que desarrollar sus actividades en un contexto caracterizado, que Hammah Arend denominó: “Dominación totalitaria”.
Donde la desconfianza, atomización social, no existencia de espacios independientes de opinión, el miedo y en ocasiones terror, reducen su influencia y proyección a parámetros que algunos califican de “minorías significativas o simbólicas”. Pero se debe valorar como un relevante esfuerzo, por desnaturalizar desde adentro el sistema autoritario cubano.
Un elemento importante a la hora de evaluar el accionar y dinámica de los grupos pro-democráticos, es que ellos constituyen un objetivo priorizado y estratégico de la “inteligencia cubana”, con niveles de penetración y control por parte de la Policía Política considerables. Por lo que en ocasiones esta puede despotenciar y neutralizar su labor.
Uno de los objetivos fundamentales del gobierno es a través de sus agentes, complicar la ejecución de los programas y actividades, a la vez, de convertirse en el muro de contención fundamental de la estrategia básica gubernamental. Su no conversión en movimientos sociales articulados por todo el país, para imposibilitar su desarrollo.
Existen márgenes para actuar dentro de estrategias multidireccionales, multisectoriales, públicas y focalizadas, según las posibilidades de cada organización. Deben definir una agenda de trabajo con respuestas flexibles, como lo demanden las circunstancias cambiantes y convertir en una suerte de plataformas de iniciativas sociales.
Es común denominador en la gestación, formación y expansión de las agrupaciones pro-democráticas dentro de Cuba, la defensa a ultranza en un contexto, por esencia niega los derechos humanos. Lo que le valió el reconocimiento y legitimidad por parte de la población, pero no se puede sobrevalorar sus posibilidades actuales.
El movimiento opositor carece de poder, entendido este, como la capacidad que tienen los hombres de actuar en común en un proceso de interacción en la sociedad, todavía no ha arribado como fenómeno social a convertirse en sujeto. Mas su alcance y dinámica se complejiza por las dimensiones y lo que significa para la transición democrática.
Caracterizó una primera etapa de compromiso cívico el monitoreo y defensa de los derechos humanos, sin abandonar esta estrategia se deben ampliar sus objetivos, según Ana Carbonell: “Rol Social: Iniciativas independientes al margen del gobierno, que sirven para las necesidades cotidianas de los ciudadanos”. Es orientar su acción al compromiso social.
Entendido el pacto social en dos direcciones básicas, la de proveer a la población en renglones materiales deficitarios, como medicamentos, alimentos, vestuarios. Además promover y ayudar a nivel comunitario, en la solución de problemas sociales colectivos, una suerte de comunidades de base sociales, más allá de estrechos horizontes políticos.
Se debe conocer, que el totalitarismo es el universo de lo no-político y dinamizar una interacción social permanente elevaría la legitimidad de los grupos contestatarios. Por ocuparse de buscar al hombre y sus circunstancias e influir y ser influido por acciones sociales. En estas perspectivas se incidiría notablemente en la base social.
Este enfoque pretende subrayar las posibilidades de los grupos opositores, para establecer lazos comunitarios y redes de solidaridad con una visión constructiva y estimular la participación ciudadana en la solución de los problemas cotidianos. Desde una óptica que refuerce las asociaciones independientes y priorice la conquista de las calles.
Las agrupaciones oponentes para implementar el compromiso social, deben de identificar sus aéreas de interés, potencialidades, posibles grupos y líderes informales en la comunidad, así trabajar los sectores más sensibles de manera sistemática. Además de establecer programas conjuntos con el exilio y organizaciones no gubernamentales.
Tienen estas propuestas la virtud, de promover redes sociales de solidaridad e implicar a los cubanos de a pié, en la búsqueda de espacios independiente de diálogo y resolución de las dificultades concretas, a la vez, que amplían notablemente su base social. En otro plano conduce a fomentar la cultura de asociación.
Si la defensa y promoción de los derechos humano ha sido el epicentro del desarrollo y extensión del movimiento opositor en Cuba, estas propuesta se debe complementar con proyectos sociales en las comunidades. Serian un efecto multiplicador de alcances para la oposición y fortalecería sus posibilidades, así como aumentaría su poder de convocatoria.
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