La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 12 de noviembre del 2009 (FDC). Cada 15 días se reúnen en el hogar de su secretaria general, todos son retirados de sus respectivos oficios o profesiones, los hay obreros, maestros, militares, dirigentes sindicales y del Partido Comunista de Cuba. Sus edades oscilan entre los 60 y 75 años, son apenas más de una decena de miembros del núcleo zonal de militantes jubilados de La Ceiba.
Al parecer, sus tareas básicas son de apoyo a las actividades de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). En otras encomiendas relacionadas con los procesos eleccionarios del Poder Popular, se ven muy activos los miembros de la organización. Pero su actividad priorizada como algunos de ellos reconocen con orgullo, es la vigilancia revolucionaria.
Los menos diestros trabajan con la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) en complejas misiones, como denunciar a un desvalido anciano, que vende pasta de diente y jabones de baño. Pues el retiro no le alcanza para comprar la cuota mínima. Estos tienen vínculos estrecho con el jefe de sector de la PNR y su radio de acción son las actividades económicas ilícitas.
Otro grupo, los más capacitados, coopera con la Seguridad del Estado, por lo general son militares o miembros del Ministerio del Interior retirados. Su trabajo es sofisticado, deben detectar presuntos opositores, además de reprimir y vigilar a los que militan en la disidencia. Ellos fueron utilizados para asediar la familia del preso de conciencia Librado Linares.
Otras de sus prácticas favoritas, es “salirle al paso” a cualquier manifestación de descontento popular con argumentos ideologizados como: “Si la Revolución no hubiera triunfado, donde estarías tú, no serías medico ni profesional y mira que criticar, que no hay electricidad, como si eso no fuera culpa del bloqueo de los americanos”.
Claro, no todo es color de rosa para estos abuelitos, los primeros problemas los tienen en sus casas, donde hijos y nietos discuten con ellos sobre las realidades, de una Cuba que nada tiene que ver con sus mundos de fantasías utópicas y en ocasiones oportunistas. La mayoría de ellos han tenido que enfrentar los reproches de sus familiares cercanos.
El estado de descomposición moral es tal, que estos guardias rojos del castrismo no dejan en paz a nadie con sus actividades, tienen en jaque a cualquiera que pretenda ganarse el pan en el mercado alternativo o que piense y actué diferente al sistema. Son los últimos estalinistas del barrio…… que no viven ni dejan vivir.
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