La Ceiba, Camajuaní, Villa Clara, 3 diciembre del 2009 (FDC). La Primavera de Praga para muchos analistas políticos representa la confirmación, que el socialismo de estado es un fenómeno no reformable, muestra la imposibilidad de variar las “experiencias del socialismo real”. Con la entrada de las tropas del Pacto de Varsovia, encabezada por los soviéticos sucumbió, la oportunidad de darle un “rostro humano al socialismo”.
El proceso de desestalinizacion traído por el “XX Congreso de Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”( P C U S ), realizado por Nikita Jruschev fue como una brisa, que recorrió todos los países que integraban el imperio soviético. Ese aire fresco y renovador revitalizó la sociedad en Checoslovaquia, principalmente la vida cultural.
Escritores como Milán Kundera, Ludvik Vaculík y el joven dramaturgo Václav Havel defendían la tradición cultural, de que los intelectuales eran la conciencia crítica de la nación y en sus obras y debates polemizaban con el poder comunista. Estas porfías evadían los debates ideológicos y se centraban en temas concretos que emanaban de la realidad social del país.
La intención de estos escritores y artistas era estimular la crítica en torno al socialismo y la necesidad de reformar el sistema para hacerlo más humano y moral. En esa época floreció una literatura “samizdat”, que se producía al margen oficial, sin pasar ningún tipo de censura, este prodigio tuvo gran impacto en la sociedad.
Dos sucesos se comenzaron a desarrollar dentro de la sociedad checoslovaca, en la segunda mitad de la década de los 60 del pasado siglo XX. Por un lado, la situación económica y social se agudizó y desataron huelgas estudiantiles, mítines y demandas, al tiempo que la censura se debilitó e iniciaron divisiones en el seno del Partido Comunista Checoslovaco.
En ese contexto se desarrolló un poderoso segmento reformista dentro del Partido Comunista, que comenzó a revisar desde una perspectiva reformadora al socialismo. Este grupo entró en contradicción con los elementos neoestalinistas, encabezados por el dogmatico Antonin Novotny, que hubo de renunciar por presiones de los soviéticos, quienes aspiraban a estabilizar la situación.
Esta destitución no estuvo motivada por presiones a favor de las reforma, sino debido a las insatisfacciones dentro del aparato partidista, que llevó al eslovaco Alexander Dubcek al cargo de Secretario General del Partido. Dubcek era un reformista convencido de la necesidad urgente de introducir políticas liberalizadoras y democratizar a esta organización política.
Como líder del partido Alexandre Dubcek conformó un equipo de trabajo, integrado por relevantes reformistas, que realizaron prácticas políticas estimuladoras de la crítica y ampliaron la libertad de prensa. Se desató un proceso de revitalización del país y partido, que hasta la oposición no comunista reconoció el papel liberador de este segmento reformista.
Intelectuales, estudiantes apoyaron las iniciativas de Dubcek y ejecutaron manifestaciones anti-estalinistas, en este momento su poder se fortaleció y la inmensa mayoría de la población apoyó su gestión. En plena Primavera de Praga se desarrollaron las asociaciones independientes, religiosas, económicas y hasta se trató de abrirse al pluripartidismo.
Elementos ortodoxos en el poder soviético encabezados por Leonid Brézhev vieron con preocupación lo sucesos y presionaron a la dirección del partido. Lo que provocó que algunos elementos leales a Moscú, como Gustav Husák traicionaran el sueño del “socialismo de rostro humano” y el 21 de agosto de 1968, las tropas soviéticas invadieron Checoslovaquia.
El aplastamiento de la Primavera de Praga por parte de las tropas del Tratado de Varsovia, trajo una división en las filas del Comunismo Internacional. Los partidos comunistas de Europa Occidental tomaron distancia de la línea soviética y se pronunciaron por las tesis del Eurocomunismo. Otros apoyaron la invasión como el ex - presidente cubano Fidel Castro.
El fin del sueño reformista del socialismo en Checoslovaquia, en 1968, puso de relieve que el socialismo en su versión bolchevique no admite revisiones, porque su único estadío es el estalinismo. El bolchevismo es incompatible con la democracia y la libertad de expresión, la heterodoxia marxista pasa de la crítica a la demolición del régimen.
Una lección de los sucesos de Checoslovaquia, es el que se refiere el filósofo polaco Leszek Kolakowski: “El comunismo había dejado de ser en 1968 un problema intelectual y se había convertido en un puro problema de poder”. Eliminada la posibilidad de reforma desde arriba, solo quedaba promover los cambios desde la sociedad.
La Primavera de Praga fue el preludio del fin, porque cerró la posibilidad del que el poder comunista propiciara cambios y reformas, además demostró, que el único rostro del socialismo bolchevique es el dictatorial. Al cancelar la dialéctica postulada por el marxismo, dejó el camino abierto para la “Revolución de Terciopelo”, en el 1989.
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