Ranchuelo, Villa Clara, 3 de diciembre del 2009 (FDC). La población cubana comenta en paradas de ómnibus, comercios, cafeterías, barberías, peluquerías, terminales de guaguas y trenes, sobre la permanencia o no del Control de Ventas Para Productos Alimenticios o Libreta de Abastecimiento. Unos están de acuerdo con la continuidad de la misma, mientras otros plantean lo contrario.
En la pasada década de los sesenta, el estado de la isla implantó la Libreta de Abastecimiento como forma de dar cumplimiento al programa del Moncada en su alegato La Historia Me Absolverá. En dicho manuscrito, el Doctor Fidel Castro Ruz, planteó que una vez tomado el poder acabaría con el hambre que padeció la ciudadanía durante los gobiernos de la seudo-república.
Ya en la silla presidencial, Castro le otorga a cada núcleo familiar el derecho de adquirir los productos alimenticios mensualmente. Y surge el librillo donde se registran las mercancías que distribuye el gobierno de forma normada. Idea que conllevó posteriormente al surgimiento de la Libreta de Productos Industriales como forma de controlar la entrega de vestimenta y calzado.
A través de la llamada canasta básica se distribuía a la ciudadanía en sus inicios, cerca de una treintena de productos. Tales como: arroz. azúcar, frijoles, pasta dental, jabón de baño y lavar, detergentes, compotas, manteca, frazada de piso, leche condensada, salsa de tomate, coditos, espaguetis, galletas, y refrescos entre otras mercancías. Época en que el peso cubano mantenía cierto valor.
El fortalecimiento de las relaciones con la desintegrada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los países socialistas de Europa Oriental. Además de la incorporación al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), propició a la isla la condiciones para el surgimiento de los mercados paralelos en la los años 80 del pasado siglo XX.
Estos comercios con cierta exclusividad que existían como promedio uno por cada municipalidad. Ofertaban por la libre y a precios asequibles para el cubano de a pie arroz, frijoles, azúcar, dulces de guayaba, coco, mango y otros frutales. También latas con sardinas, jurel y bonito. Carnes frescas de puerco, carnero, pavos y pollos, así como quesos y mantequillas.
Un decenio después se produjo el desmembramiento de la URSS y la caída del Muro de Berlín. Desaparecieron los subsidios soviéticos y surgió el inacabable período especial. Las mercancías que llegaban a las bodegas se perdieron como por arte de magia, los comercios especializados se esfumaron y resurge una inigualable hambruna en la población.
Ante la inminente crisis económica que golpeaba al país, el estado acude de manera urgente a la despenalización del dólar como mecanismo de recuperación de divisas. Y recurre a la apertura de las tiendas recuperadoras de pesos convertibles, con igual finalidad. La filosofía gubernamental de la igualdad se echa por tierra y tan solo se benefician los que reciben remesas del exterior.
Se produce el deterioro económico del país y el gobierno se ve obligado a reducir los productos que entrega a través de la canasta básica. Actualmente tan solo entrega: cinco libras de arroz, cinco de azúcar y ocho onzas de granos per cápita, los doce meses del año. Además un paquete de sal a los núcleos con más de cinco consumidores, que apenas alcanza para diez días en el mes.
Como cárnicos, suministra media libra de picadillo de res con soya, por persona, cada 30 días. Además de 8 onzas de mortadella, seis de pescado o pollo y diez de granos en igual período. Sin embargo, a los más pequeños se les priva el consumo de los citados productos porque le provee una libra de carne de res en igual periodo.
Del mismo modo destina a los niños hasta siete años una bolsa de un litro de leche diaria e igual cantidad de yogurt en días alternos a los chicos desde los siete hasta los 14 años. Los huevos que antaño eran liberados, son abastecidos a la población a razón de diez unidades per cápita todos los meses
Definitivamente la Libreta de Abastecimiento ya jugo su rol, la práctica indica que se esfumó hace muchísimos años. Los productos que adquiriere la ciudadanía, la generalidad, los gestiona en la bolsa negra o los mercados convertilizados. No obstante, el librillo permanece de forma legal, por ser uno de los símbolos en la dictadura de los hermanos Castros.
En la pasada década de los sesenta, el estado de la isla implantó la Libreta de Abastecimiento como forma de dar cumplimiento al programa del Moncada en su alegato La Historia Me Absolverá. En dicho manuscrito, el Doctor Fidel Castro Ruz, planteó que una vez tomado el poder acabaría con el hambre que padeció la ciudadanía durante los gobiernos de la seudo-república.
Ya en la silla presidencial, Castro le otorga a cada núcleo familiar el derecho de adquirir los productos alimenticios mensualmente. Y surge el librillo donde se registran las mercancías que distribuye el gobierno de forma normada. Idea que conllevó posteriormente al surgimiento de la Libreta de Productos Industriales como forma de controlar la entrega de vestimenta y calzado.
A través de la llamada canasta básica se distribuía a la ciudadanía en sus inicios, cerca de una treintena de productos. Tales como: arroz. azúcar, frijoles, pasta dental, jabón de baño y lavar, detergentes, compotas, manteca, frazada de piso, leche condensada, salsa de tomate, coditos, espaguetis, galletas, y refrescos entre otras mercancías. Época en que el peso cubano mantenía cierto valor.
El fortalecimiento de las relaciones con la desintegrada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y los países socialistas de Europa Oriental. Además de la incorporación al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), propició a la isla la condiciones para el surgimiento de los mercados paralelos en la los años 80 del pasado siglo XX.
Estos comercios con cierta exclusividad que existían como promedio uno por cada municipalidad. Ofertaban por la libre y a precios asequibles para el cubano de a pie arroz, frijoles, azúcar, dulces de guayaba, coco, mango y otros frutales. También latas con sardinas, jurel y bonito. Carnes frescas de puerco, carnero, pavos y pollos, así como quesos y mantequillas.
Un decenio después se produjo el desmembramiento de la URSS y la caída del Muro de Berlín. Desaparecieron los subsidios soviéticos y surgió el inacabable período especial. Las mercancías que llegaban a las bodegas se perdieron como por arte de magia, los comercios especializados se esfumaron y resurge una inigualable hambruna en la población.
Ante la inminente crisis económica que golpeaba al país, el estado acude de manera urgente a la despenalización del dólar como mecanismo de recuperación de divisas. Y recurre a la apertura de las tiendas recuperadoras de pesos convertibles, con igual finalidad. La filosofía gubernamental de la igualdad se echa por tierra y tan solo se benefician los que reciben remesas del exterior.
Se produce el deterioro económico del país y el gobierno se ve obligado a reducir los productos que entrega a través de la canasta básica. Actualmente tan solo entrega: cinco libras de arroz, cinco de azúcar y ocho onzas de granos per cápita, los doce meses del año. Además un paquete de sal a los núcleos con más de cinco consumidores, que apenas alcanza para diez días en el mes.
Como cárnicos, suministra media libra de picadillo de res con soya, por persona, cada 30 días. Además de 8 onzas de mortadella, seis de pescado o pollo y diez de granos en igual período. Sin embargo, a los más pequeños se les priva el consumo de los citados productos porque le provee una libra de carne de res en igual periodo.
Del mismo modo destina a los niños hasta siete años una bolsa de un litro de leche diaria e igual cantidad de yogurt en días alternos a los chicos desde los siete hasta los 14 años. Los huevos que antaño eran liberados, son abastecidos a la población a razón de diez unidades per cápita todos los meses
Definitivamente la Libreta de Abastecimiento ya jugo su rol, la práctica indica que se esfumó hace muchísimos años. Los productos que adquiriere la ciudadanía, la generalidad, los gestiona en la bolsa negra o los mercados convertilizados. No obstante, el librillo permanece de forma legal, por ser uno de los símbolos en la dictadura de los hermanos Castros.
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